martes, 8 de julio de 2025

Violencia contra las mujeres

 

Pescadora, Antonio Cañete Sánchez

Como viene ocurriendo desde hace años, junio ha vuelto a ser un mes nefasto debido a la violencia de género: seis mujeres fueron asesinadas por sus parejas o exparejas, más el menor de una de ellas. Pilar, Maritza, Susana, Alejandra más su hijo Samuel, Ramy, Virginia y Mª del Carmen. En los pasados días 24 y 25, la violencia machista alcanzó cotas de Everest, unida a una insoportable ola de calor en un junio asfixiante. Debe quedar claro que, al parecer, las elevadas temperaturas explican parte de la cima de violencia, pero para nada la justifica. Expertos en estos trágicos temas recomiendan un cuidado exquisito en las campañas que se hagan, pues ante determinados eslóganes o intensas cruzadas, los crímenes machistas también aumentan.

          Por otra parte, la Fiscalía General del Estado advierte que durante las vacaciones, los fines de semana y los días festivos se comete un mayor número de asesinatos por violencia de género. Parece, por tanto, que trabajar alivia tensiones y que, conforme aumenta el tiempo de convivencia, aumentan los roces violentos de las parejas. Por tanto, habrá que poner el acento en la tolerancia inteligente y ética y en la igualdad, entendida como nivel de madurez y pauta de relación. Ya lo advertían las abuelas de mis abuelas: “solamente pueden rozar las gentes que están juntas”.

          Desde este lado de la pantalla nos solidarizamos con las víctimas y sus familias. Esta lacra social pone de manifiesto el fracaso colectivo de una sociedad que, a mí entender, no acaba de interiorizar la gravedad de este problema. La violencia machista debería sacarse de los programas de los partidos, pues su politización divide y, con frecuencia, la agrava. La violencia de género es un asunto de Estado, tanto o más como lo fue el terrorismo de ETA. Las medidas a tomar no pueden depender del gobierno de turno. No suenan del todo bien las declaraciones en los ámbitos políticos, repetidas mil veces como método de mejorar su imagen, pidiendo que frene la violencia llamada de género. Las manifestaciones en calles y plazas de políticos y ciudadanía están bien, pero es mucho mejor predicar con el ejemplo en la vida diaria. Es muy desafortunado, y genera desconfianza, oír que estos mismos políticos se enteran por la prensa de comportamientos inadecuados de compañeros próximos o asesores de años. Esa hipocresía beneficia a puteros, acosadores y asesinos.

Penélope, José A. Díazdel

          Como todo problema social, la violencia de género no se extingue con una varita mágica. Necesita tiempo, actuaciones acertadas y recursos humanos y económicos y, como ya he dicho antes, políticas de Estado de consenso.

          Impulsar políticas de igualdad, concienciar a niños y jóvenes en los centros educativos desde edades tempranas, actuación rápida de la justicia y políticas eficaces de protección debieran ser las medidas puestas en práctica. En mi opinión, hay un factor clave para desarrollar todo esto: se necesita personal especializado. Cualquier persona no está capacitada para dirigirse a niños de ocho años, a adultos de cincuenta o a la ciudadanía desde un estudio de radio o televisión. La formación de calidad es la base del posible éxito. A mi modo de ver, se habla de violencia de género con demasiada ligereza. Hay buena voluntad, pero faltan conocimientos. Se siembra, pero por intereses electorales se siembra mal, cuando además la pornografía está al alcance de cualquier móvil y en la televisión se sigue utilizando a la mujer como reclamo publicitario de una colonia, un coche o un viaje. Hay que investigar bastante más en la salud mental de la ciudadanía, en los derechos y deberes del personal y en cómo nos afecta socialmente “tanto estado del bienestar”. Son muchos los políticos que nos quieren e intentan educarnos sin pensamiento crítico, pero luego pretenden que seamos críticos con los asuntos que a ellos les interesan. Digamos que interesan ciudadanos y pensamientos críticos teledirigidos. Apuesto por un reseteo social de los valores éticos, una actualización, sobre todo en las clases dirigentes.

          Personalmente, creo en el poder revolucionario de la educación y a ella apelo como recurso imprescindible ante la gravedad de la situación. Pero la educación es lenta; da frutos, pero es lenta. Las familias y la escuela, conectadas, tienen que articular unas medidas claras que eduquen a los niños y jóvenes en el respeto, en la igualdad y en la libertad. Nadie es dueño de nadie y menos un hombre de una mujer. Las personas no somos objeto del derecho de propiedad, a pesar de que algunos partidos nos colocan como objetivos. También a esto alguien debería dedicarle una pensada. ¡Ay de las democracias con votantes cautivos!

          Por otra parte echo en falta mayor delimitación del problema. En Ciencias, esto es fundamental. ¿Toda la sociedad es machista o el problema se focaliza en algunos sectores? ¿Cuál es el perfil social, económico, edad, formación, profesiónal, etc… de los asesinos? Las medidas que se tomen, para ser eficaces, deben ajustarse a ese perfil. De lo contrario no servirán para nada.

          El asesinato es un culmen, una meta, una etapa final… Es necesario actuar antes. A la primera señal de maltrato, la mujer o su entorno deben actuar… En esos momentos iniciales avisar/denunciar es la prioridad; no se puede dejar que el maltrato eche raíces… porque su fruto será mayor maltrato y, finalmente, por desgracia en muchos casos, la muerte.

          En una sociedad tan individualista como la nuestra, estos problemas colectivos tienen difícil solución. Nos hemos deshumanizado demasiado y estamos pagando las consecuencias. Cuando maltratan a una mujer, me están maltratando también a mí, nos maltratan a todos, pero aún no lo vemos así. Salvo excepciones, cuesta actuar.

          Prevenir, prevenir y prevenir con formación, detección y protección es la única salida. Debe hacerse en todos los grupos de edad y en todas la direcciones que expertos y técnicos estimen pertinentes.

Mujer Oriental, E. Saporetti