El mundo
de las emociones y de los sentimientos es un vasto misterio: Innumerables por su variedad y orígenes, niveles de intensidad, escenarios en los que se generan y
expresiones que pueden concretarlos. ¿Cuántas emociones y sentimientos pueden generarse en los seres humanos y de qué tipos? Paseando por la red me he tropezado con una
lista que describe hasta más de 250 y seguramente encontraremos más.
Hay
emociones positivas como son la alegría, la superación, el afecto, la libertad o
la empatía. En casa de la negatividad habita la ansiedad, la desolación, la perfección, la venganza,
la envidia, el desdén o los celos. En un tercer cajón podríamos encajar emociones
y sentimientos ¿más neutros? Tengo mis dudas. Aquí podrían citarse aburrimiento,
encanto, timidez, alivio, sorpresa, autonomía, concentración, firmeza, curiosidad,
nostalgia, simpatía,….aunque será la intensidad de estos estados la que desplace
a la persona hacia su beneficio o perjuicio.
En todo caso emociones y sentimientos son esenciales para vivir y debiéramos aprender
a digerirlos. No estaría mal que en casa y en la escuela se dedicaran diez
minutos al día a esclarecer lo que encierra cada uno de ellos analizando
situaciones cotidianas, fotos, poesías o pequeños relatos. La inteligencia
emocional nos marca, es factor decisivo en nuestras vidas y es soporte para la
profesión, en las relaciones humanas y también, por supuesto, para saber
aprovechar el tiempo libre.
Paseando
por la dehesa de La Jara me sorprendió el perfil del desgarro de una encina caída.
Mis ojos se quedaron prisioneros de sus entrañas rotas de forma irregular. No
pude resistir y eché las fotos que ilustran estas líneas.
¿Qué
emociones se adueñaron de mí ante tal despropósito? Mi primer desconsuelo fue pena
y desolación. ¡Una enorme desgracia para un árbol, pensé! Luego seguí mirando. La observé en
el silencio y descubrí un dragón despedazado que parecía estar vivo y me miraba agónico, capricho natural que el viento cinceló con su
empuje asesino. Luego seguí sintiendo abatimiento, aflicción, agobio y amargura;
angustia, asombro, ausencia; derrota, desaliento; desasosiego, desesperación, disgusto;
estremecimiento, fastidio e impotencia; melancolía, nostalgia, pesadumbre y una
tremenda vulnerabilidad. Me había identificado con la encina y sus enormes
trozos eran parte de mí. Era mi cuerpo fragmentado el que yo contemplaba y
sentí con temor la imposibilidad de unirlo. Esto me generó un enorme dolor, realmente insoportable, y me
alejé de allí buscando ayuda. A mi alrededor yacían otras encinas e imaginé personas. La dehesa había mutado en un gran cementerio.
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