Aunque
no estemos de acuerdo, conocemos que en el escenario político de un partido, de
un país, de una comunidad etc. vale casi todo. El silencio como herramienta
política para conseguir los objetivos es una de las más usadas y con frecuencia
– a pesar de su no ruido – una de las más eficaces. En general produce buenos
frutos porque el que suele hablar mucho, mucho yerra.
Desde
aquel – al parecer proverbio árabe - “Soy dueño de mis silencios y esclavo de
mis palabras” se han producido miles, millones de silencios. Es cierto que
tanto los silencios como las palabras pueden ser interpretados con buena o con
mala intención, pero podemos asegurar que la traducción de los silencios
necesita un mayor esfuerzo y encierra algunas claves difíciles de transcribir.
Quiero
recordar que los silencios forman parte importante de una partitura y resultan
imprescindibles para que una pieza musical llegue a buen fin. Claro que una
cosa son los silencios “técnicos” y otra muy diferentes los silencios
sociológicos, políticos o personales. En música los silencios responden a una
precisión cuasi matemática, los silencios “sociales”
responden – normalmente – a intereses de todo tipo o estrategias y argucias
para conseguir un beneficio.
En el
plano de la política, desde que Alfonso Guerra dijo aquello de que “el que se
mueva no sale en la foto” la política en España quedó marcada para siempre,
poniendo la disciplina del partido a modo de bozal para críticos. Algunos dicen
que la UCD de la Transición saltó por los aires porque nadie fue capaz de poner
en práctica la frase que Don Alfonso dijo después. Faltó silencio y sobró
ruido. En cualquier caso “el silencio de
los 600”del PP reunidos en Junta Directiva Nacional para
muchos sonó como un gran grito. Grito mudo, valga la paradoja. Como mínimo fue
algo extraño, raro. Que después de haber perdido 17 diputados y 500.000 votos
en Andalucía nadie dijera nada es muy sorprendente. Si es que no tenían nada
que decir resulta asombrosa la falta de autocrítica y si alguien tenía cosas
que decir y no las dijo por miedo a ser eliminado de las listas – municipales,
autonómicas o generales – pues muchísimo peor. Mucho peor en un partido que
alardea de democracia interna.
Mariano Rajoy es una persona que
comenta poco. Es más reservada que silenciosa. Su estado natural parece ser un
letargo activo: observa y controla todo pero emite poco. Es parco en hechos y
palabras y mucho menos en detalles. El tiempo es aliado de sus silencios y a él
no le va mal del todo. Es de aquellos que espera ver pasar el cadáver de su
adversario. “Soluciona” muchos de sus problemas mediante una ignorancia activa
de los mismos. Calla. Jamás entra en un avispero. Digamos que mantiene
silencios estratégicos.
Considero
que el silencio nunca es neutral, es una decisión que provoca algo. Algunos
dicen que el silencio es dorado (silence is golden), otros que el silencio
suena (the sounds of silence), para otros el silencio es como una llovizna que
te empapa. El silencio de un cementerio tranquiliza y sobrecoge al mismo
tiempo, mientras que en un monasterio te acompaña y te ayuda a vivir. En un
ascensor con un desconocido el silencio te violenta. En otras ocasiones el
silencio evoca recuerdos e imágenes. En ocasiones el silencio da miedo y a veces es salud.
En
cualquier caso estoy seguro de que el silencio siempre será tu cómplice. Como
cómplice puede llegar a esclavizarte y sólo tendrás el ruido para liberarte.
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