martes, 21 de mayo de 2019

Desenfoques

            El polivalente ser humano está hecho, entre otras cosas, para observar. Mediante la observación y la experiencia vamos acumulando datos en nuestro cerebro que, de forma inevitable y como un espejo bioquímico, compara con lo almacenado. De ahí surgen las opiniones, los comentarios, los argumentos y – a veces- el inexcusable debate.
               Normalmente, las ideas con las que coincidimos generan bienestar y seguridad, pero las que no concuerdan con nuestros pensamientos previos provocan un especial chasquido mental. Así se acumulan imágenes u opiniones de situaciones, entidades o personas y que de alguna forma desequilibran. Ese desequilibrio nos impulsa a plasmarlas por escrito o a comentarlas. Ambas son expresiones de un desahogo.
               Últimamente, me parece fatal el descomunal marketing que se observa en la política española. Todo es envoltorio, imagen, estética, escenario. Todo es campaña electoral. Asesores y políticos están en modo operación elecciones…¡Suenan tan falsos….! Evitan los verdaderos problemas de la gente[1], charcos para ellos, no vayan a manchar su imagen con alguna salpicadura. Entrevistas prohibidas. Son más cómodos los mítines. Sobre debates, ya hablaremos cuando controlen desde el primer foco a la última pregunta, pasando por el tiempo de respuesta y el número de primeros planos. Las campañas se convierten así en una representación inverosímil y disparatada donde la realidad brilla por su ausencia. Lo peor de todo es que, en muchos casos, toda esa artificialidad funciona a pesar de tratarse de un desenfoque premeditado y alevoso.
               La irrupción de las redes sociales han roto por completo las pocas fronteras que quedaban en el planeta, considerado ahora como una aldea global. Es cierto que la comunicación se ha universalizado y eso está bien, pero las redes desvían la atención sobre lo que realmente nos importa. Están llenas de vanalidades, de mentiras, hacen perder un tiempo precioso y en palabras de Umberto Eco “les dan espacio a legiones de idiotas”. Intentaremos quedarnos con la parte buena aunque no se espera que mejoren en contenidos.
               Otro extravío que ahora parece empezar a corregirse es el del exceso de pantallas (móvil, PC, tablets, videojuegos…) pues resulta que los gurús digitales llevan a sus hijos a escuelas donde la tiza es la reina y las pizarras tradicionales han sustituido a las digitales. Los ordenadores ya no sirven para edades tempranas y es mejor el lápiz y un cuaderno de papel. Los protagonistas son los maestros y los niños con los recursos de los años sesenta (1960). El desarrollo personal de los alumnos pasa, ahora, por dibujar una imperfecta circunferencia y no por la perfecta redondez que se conseguiría con un ordenador. Lo digital desaparece hasta la adolescencia. Los magnates de la digitalización luchan ahora contra sus propios equipos de ingenieros y psicólogos que diseñan tecnología para mantener a sus hijos enganchados.
               Desaguisados, desatinos, despropósitos, insensateces…, es por eso que, en mi opinión, estamos condenados a elegir: Entre una escuela centrada en la burocracia y en los temarios y otra que lo haga en la vida de los alumnos; entre religiones muy restringidas por dogmas y doctrinas y otras que se preocupen por el día a día de las personas; padres y madres deberán optar entre ser padres multitarea - no ejerciendo como tales ante unos superocupados hijos - o tener todos más tiempo libre y compartirlo; para los medios de comunicación la cosa se resuelve escogiendo entre opinar o informar y prescindir o no del índice de audiencia; los bancos y las empresas parecen tenerlo claro pues el dinero se antepone, con cierta crueldad, a hombres y mujeres y también los indepes catalanistas victimistas, afectados de xantopsia grave, que piensan que el arco iris es monocolor. ¿Qué tal si la Moncloa y el BOE dejan de utilizarse como oficina de lanzamiento electoral del partido que gobierna?. ¿Se pueden olvidar las veleidades del PSOE con los supremacistas catalanes?. Habrá que elegir. Todo lo anterior no me hace sentir muy bien. Más bien todo lo contrario. Quizás por eso lo escribo.
               No pretendo llevar razón, pero entre estas líneas discurren mis principios. No estoy seguro del todo. Si no gustasen tengo otros, pero me temo que se parecerán bastante a los expuestos.





[1] P.e.: Nada se habla de que la actividad económica cayó 5,7% en enero con respecto al mismo período del año anterior.

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