La noche termina, pero el neologismo sigue ahí trabajando,
machacando, día tras día, semana tras semana, pegajoso y deformando todo lo que
nos rodea. En las radios, en las teles, en la red y en los periódicos la nueva normalidad, expresión falsa y
malévola desde el momento de su concepción para describir el postconfinamiento
de la COVID-19, goza de una ubicuidad infinita escondiendo el conjunto de
anormalidades que nos acompañan desde que nos levantamos hasta que nos
acostamos.
Entiendo yo que para combatir el virus no se nos puede
hacer creer un abanico de nuevas normalidades porque no es ético, no
corresponde y no es normal que vayamos a todos lados con mascarilla, que se
hayan suspendido todas las ferias y fiestas del verano, que la mitad de los
hoteles no hayan abierto y que haya menos turistas en España que elefantes en
la Antártida. Tampoco es normal que España sea un ramillete de rebrotes y no se
hayan pensado alternativas al estado de alarma para estas nuevas oleadas. La idea
de nueva normalidad es un invento que
suaviza los errores cometidos. Personalmente creo que eso de que volvemos más
fuertes nos conduce a pensar directamente en que estamos peor, bastante peor que
en la crisis del 2008, porque a lo financiero hay que añadir lo sanitario y lo
social con un Gobierno de la nación sustentado en populistas, nacionalistas y
separatistas. Así que de nueva normalidad, nada de nada: tras el estado de
alarma estamos en una distopía que podríamos definir con el oxímoron de una
normalidad anormal.
Para desenmascarar esa neonormalidad, me viene a la
cabeza que política real y valores en la escuela no coinciden para nada.
Algunos docentes, cientos de miles diría, nos hemos pasado más de treinta años
inculcando la honradez, el esfuerzo, condenar el copieteo por su insolidaridad,
ensalzar la amistad y la lealtad, exigir el respeto a los demás, evitar los
insultos, trabajar la igualdad (ante la ley, hombre-mujer, de oportunidades….),
emparejar derechos con deberes, trabajar en equipo, no al acoso, valor de la
tolerancia, no discriminar por sexo ni por tendencias sexuales,…etc…etc…. y con
cierto desencanto vemos que el engaño y la mentira siguen siendo valores
esenciales, que el insulto es natural, que un carné o el interés superan a la
honradez y que la capacidad no tiene nada que hacer frente a cierta afinidad
ideológica. La neopolítica me ha enseñado que una persona puede ser machista y
feminista, depende, y que se puede tener un amor infinito por España, los
españoles y las españolas y pactar con quién pretende nuestra desaparición como
estado. También que las peticiones de comisiones de investigación siguen siendo
selectivas, muy selectivas, depende para quién y por qué, así que de igualdad tampoco
mucho. También me he percatado que hay dos tipos de fascistas: los de derechas
y los de izquierdas. Al parecer los primeros son los malos, cuando en la
escuela aprendimos que nefastos son los dos. Aparte de eso, ¿Es normal que el
INE cuente casi 20.000 muertos más por COVID 19 en España que el Gobierno? ¿Cómo
es posible que la Universidad de Cambridge (2020-07-14) nos califique como el
peor gestor del mundo de la pandemia? ¿Es esto también nueva normalidad?.
Pensándolo bien, todo esto no es nuevo, es la normalidad incluso en las semanas
más graves de pandemia.
Las semanas post – confinamiento debieran ser una oportunidad para recuperar el ánimo, algo de tranquilidad y todo el turismo y todas las empresas que se puedan. La post – alarma debe de ser temporada de descanso para los sanitarios y para todos aquellos que se han volcado en cuidarnos. Los políticos tendrían que trabajar duro, dar toda la estabilidad que puedan ante tanta incertidumbre, decir la verdad de las dificultades económicas, despejar los nubarrones que impiden la claridad sobre los pandémicos marzo, abril y mayo y alumbrar soluciones y acuerdos ante el sombrío otoño que se acerca. Y no empleen neologismos, por favor. Explíquennos con transparencia a que nos enfrentamos, sean responsables y exijan la responsabilidad de todos y, mayormente, den ejemplo: clarifiquen y no entorpezcan.
Nosotros,
la sociedad civil, tenemos que colaborar a tope con la situación y no generar
más problemas de los que ya hay. Es un puro sarcasmo tanto aplauso a sanitario
y ahora volver a llenar los hospitales….¡¡¡ por favor!!! Un poco de madurez y
un poco más de respeto. Si hay que ponerse la mascarilla te aguantas y te la
pones, mejor eso que contagiar a tus padres o a tus personas queridas. Y si te
tienes que quedar en tu casa te quedas y si te tienes que jorobar un poco….pues
te jorobas…¡¡ Lástima de personas ancianas que han muerto solas en residencias,
lástima de esfuerzos de tanta gente para llegar hasta aquí……para que ahora vengan
unos pocos inmortales a hacer su
santa voluntad y a fastidiarnos a todos!!. ¡¡ Qué mala memoria!!.
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