Dedicado a tod@s l@s que me empujan, aunque sea ligeramente.
Estoy enamorado de una pantalla en blanco y una hoja de papel que emborrono muy despacio mientras se me ocurre o discurro algo. Pantalla y pétalo de papel ceden su disimulada inapetencia para albergar palabras hijas de una imbotellable libertad. Hoy tocan mis relativas certezas.
Escribir de certezas sumergido en un mar de incertidumbres (sanitaria, social, política, económica, cultural, turística,...vital en suma) se me antoja imprescindible para seguir adelante. Necesito flotadores. A algo tendré que agarrarme en medio de este enorme carajal con tanta impostura política, tanta tristeza acumulada, tanta destrucción de empleo y tan asfixiante miseria. Las personas hacen colas ante urgencias, funerarias y repartos de comida; las ciudades se exhiben empapeladas con carteles de se vende o se alquila; solicitudes de empleo hacen colas infinitas ante la mínima oferta,… mientras cines y teatros, restaurantes y conciertos se mueren en soledad como los muertos del Covid. A la vez, expertos en marketing nos venden la realidad como mentira y verdad, simultáneas, con la perversa intención de confundirnos. El poder, pájaro carroñero incansable, no deja de manipularlo todo a pesar de la espantosa tragedia que estamos viviendo. Las vidas, nuestras vidas, se eclipsan ante el virus y estrategias centradas en dominar. Como dijeron hace unos meses en un ataque de sinceridad “la política no para”.
Pero nosotros, que somos muchos, tenemos que sobrevivir y hacerlo con dignidad. Es más, tenemos que apuntar pistas y para ello no hay nada mejor que defender en positivo lo que uno cree. Hemos de demostrar que no estamos caídos y que nuestras columnas siguen en pie. A pesar de las lógicas limitaciones y precauciones que se necesitan, la vida sigue transcurriendo intensa y tan rápida como siempre. La pandemia no es un paréntesis, es una continuidad. Nuestro vivir siempre estará amenazado. El reto no ha cambiado: seguir llenando los días de vida plena, adaptarnos, dar salida a nuestra inquietudes, seguir construyendo nuestro proyecto aunque tengamos que modificar o rediseñar algunas actuaciones. Saquemos a jugar nuestras fortalezas para que no se debiliten.
Otra
de mis certezas es la lucha diaria (trabajo, familia, amistades, casa,
desarrollo personal…). Entiendo que el esfuerzo es condición necesaria pero no
suficiente. Nada se consigue sin esfuerzo y sin dedicación pero a veces no basta.
El esfuerzo además de ser inteligente ha de ser dirigido y dosificado, en
función de las circunstancias. Esto incluye cualquier adaptación, cualquier
aprendizaje y la gran mayoría de las cosas que merecen la pena. En el baúl de
los recuerdos quedó aquello de “aprenda inglés mientras duerme” o “pierda kilos
en el sofá de su casa”.
En
una sociedad como la actual donde la demagogia ataca, se disfraza y quiere
confundirte sin atisbos de misericordia hemos de permanecer vigilantes y sacar
la criba de nuestro pensamiento crítico dejando espacio y tiempo para la
autocrítica, evitando los juicios apasionados y moderando ese lenguaje exagerado
que tanto daño hace. Aplico con frecuencia que la mejor respuesta es el
silencio, no para conceder ni para desdeñar, sino para seguir fluyendo sin
levantar murallas. No es cuestión principal entrar en dimes y diretes. A veces hay
que dejar las cosas entre la verdad de unos y la verdad de otros y que el
tiempo decida cuál de las dos, quizás ninguna, anida en el alma de la
ciudadanía.
Un porcentaje elevado de mis energías lo empleo en separar el apasionamiento de lo que es razonable y emplear argumentos y datos en lugar de matar al mensajero. Esto me hace más fuerte. P. e. no voy a consentir que las políticas de turno me separen de mis amistades. Corren tiempos de vergonzosos desenfrenos, desatinos constantes e inaceptables exabruptos pero creo ser capaz de seguir actuando en el espacio del respeto y la digna consideración de quien piense distinto. En el mismo sentido exijo mi lugar y estoy en las antípodas de naturalizar el insulto en cualquier circunstancia. La amistad es como la sangre que acude presta a taponar la herida, y así debe seguir siendo. Es un bálsamo que consuela, que escucha, mejora enfermedades y merma las desgracias. Todo, sin pedir nada a cambio.
Ser
cómplices de la Ética y haber desarrollado cierta empatía social son elementos
básicos para seguir viviendo en tiempos de pandemias, y también cuando acabe.
Hay que pagar impuestos, cuidar lo Natural, evitar hacer trampas en nuestro
solitario y desde luego no solo no dañar, sino hacer bien a alguien, aunque
luego nos paguen como los galeotes lo hicieron con Sancho y don Quijote.
“Ayudar a villanos es echar agua al mar”, dejó escrito Cervantes.
No
es mi intención dar prédicas ni convencer a nadie, pero sí recordar que existen
otras vías, otras alternativas, otros caminos para seguir viviendo en estos tiempos en los que la política es la gran invasora y quiere convencernos que es
la clave de todo. Prefiero la humanidad rociada de Trascendencia.
Actitud
de aprender, un dejarse ayudar, un demostrar cariño, esas pequeñas cosas, ser
cómplice leal ….. un mirar las montañas….. el crepitar del fuego…..el sonido
del mar …. Animo a cada cual a encontrar sus certezas.
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