lunes, 19 de julio de 2021

Negacionistas

                 Siempre hubo negacionistas. Existen al día de hoy y compartirán el futuro, pero quizás en estos tiempos, con tanta interacción reticular y la expansiva resonancia informativa llaman más la aten-ción. Tal vez, por todo eso, no debería sorprenderme que los negacionistas hayan desarrollado su propio marketing y se conviertan en belicosos combatientes de miserias y glorias. Como todos sabemos hay gente que vive de negarlos o de ratificarlos. El asunto se complica porque tanto la afirmación como la negación pueden ser grandes mentiras. Nos instalamos, pues, en una incertidumbre indefinida e infinita en la que siempre ganan los impostores, ágiles nadadores en aguas tan sutiles, a veces transparentes y casi siempre turbias y turbulentas.

               Uno de los primeros negacionistas famosos de la historia fue San Pedro apóstol que negó la amistad y el conocer a Cristo, pero a pesar de sus noes y sus dudas le encargaron la máxima responsabilidad del grupo. Misterios insondables propios de un jefe máximo y una humildad profunda.

               Conforme entro en el tema, me percato que los negacionismos están siempre de moda. Siempre están en el top de los rankings político y social. Echemos un vistazo.

               Dentro de los más clásicos está la negación de los amenazantes cambios serios del clima y del nivel del mar, bandera genuina de los ecologistas y de gente normal que no enfatiza tanto. Se niegan los efectos de los coronavirus después del mucho daño; la violencia machista es un invento audaz de las beligerantes feministas y tampoco existieron ni los crímenes nazis ni sus campos de muerte. Lo de Franco no fue ningún golpe de Estado y una guerra nuclear sería una bendición. Niegan la falta de libertad en Cuba, China y Rusia y puestos a negar se refutaron los beneficios del aceite de oliva o del pescado azul. Y es que resulta increíble que en nuestra propia y triturada España se niega la desigualdad, sea aplicada a personas, razas, condición sexual y por supuesto entre Comunidades, Autónomas se entiende.

               Que un mortal ciudadano, de a pie, niegue un suceso o una afirmación personal que solo le afecta a él o a su entorno más próximo no está bien, pero que gente con cargos importantes o responsables públicos, incluidos los electos, nieguen lo confirmado ayer, indica una actitud cínicopatética, unida a la acusada ausencia de unos principios éticos y una tremenda falta de respeto hacia la ciudadanía y en particular hacia sus votantes, considerados botarates.

               Negar una indecente realidad es una necesidad de medios deshonestos y perversos políticos porque les viene bien que la gente les crea “la pura realidad que nos predican”, aunque sea una ficción reñida con la ciencia en multitud de casos y nos la cuelen a presión por sus manipulados conductos y conductores de información..

               Hay personas que niegan que el esfuerzo sea un soporte social y que la solidaridad interterritorial en España merezca algo la pena. También se pone en tela de juicio tener conocimientos porque… total … todo está en internet, como si conservar una gran biblioteca te convirtiera en persona muy culta o ser el propietario de un piano de cola te transformara en músico. Se niega la propia crispación para acusar a otros de ser causa y los derechos de la gente se ocultan en nombre de una egoísta libertad que solo beneficia a unos pocos. El asunto de estos contemporáneos coronavirus, aún entre nosotros, es terreno abonado para negacionistas que han ido cambiando sus mensajes en función de sus particulares conveniencias y de las circunstancias que rodean la pandemia …. Se niega a un discapacitado la posibilidad de trabajar, se niega a la ciudadanía la transparencia mínima en temas que le incumben, se niega la independencia de la justicia si sus sentencias no corresponden con mis intereses, se niegan las evidencias de una crisis de gobierno, se niega el enchufismo, se niega que se premie la falta de experiencia y también se niega la sabiduría que la experiencia encierra. Eso sí, se afirma que la juventud sea un valor en sí misma en detrimento de una equilibrada madurez y que los sentimientos están por encima de los argumentos, es decir se niega la razón. Demasiado negacionismo…. Demasiado derroche de valores, demasiada hemorragia de honradez,…..El colmo, ya traspasado en muchas ocasiones, es un relativista que se siente absoluto, antiguamente llamado caradura.

 

jueves, 8 de julio de 2021

Tres momentos de madres

           


             
A.- Fue en Benidorm dónde hace treinta años escuché que “algunos tienen que disminuir para que crezcan otros”. Lo dijo la madre de un amigo que siempre estuvo dedicada a sus labores, dentro y fuera de la casa. Dentro para ayudar a la supervivencia cotidiana de su familia. Fuera para que sus hijos pudieran estudiar.

No era su intención, pero su entrega le permitió crecer con ellos.

             B.- Hoy coger el autobús ha sido todo un número: Una niña de tres o cuatro años se subió al bus como si fuera suyo. Exploró el interior y analizó a la gente con su mente infantil .... la madre iba detrás con un carrito....como que va explicándose en voz alta .... es que es hiperactiva.....la niña grita ... da voces... ríe con risa estridente, bastante exagerada, y sin saber por qué....una abuela le dice ... que guapa eres, pero que guapa eres.....la pequeña sonríe y nada por el suelo ... su mirada hacia el techo busca miradas cómplices .... Creo que es hiperactiva, es lo que se le entiende a la apurada madre que, para mi sorpresa, sigue hablando a la gente sin dirigirse a nadie….la niña es muy buena, es muy buena esta niña, pero no para. La pequeña sigue molestando: empuja, la gente le hace sitio y el pasillo del bus, desierto y despejado, se queda para ella. Ha marcado terreno y todos, a pesar de la COVID, estamos más pegados, un poco apretujados contra las ventanillas. El personal, impotente y sin habla, observa en el silencio la inesperada escena. La voz de la abuelita susurra como un eco cansado vestido de colores: Pero que guapa es, esos tirabuzones, esa carita alegre, esos ojos tan negros,....es que es hiperactiva, continúa repitiendo la madre. Me pregunto ¿quién ha crecido aquí? ¿La niña?, ¿los viajeros?, ¿la justificadora madre? ¿Alguien disminuyó?.

             C.- Es medio día y estoy sentado en la terraza de una cafetería. Había previsto estar con un amigo oculto por el virus pero me avisa que no puede venir. Persisto en mi quedada, ahora ya solitaria, y decido tomarme la concertada copa a solas con mis musas. En la mesa de al lado una madre y dos hijos acaban de llegar. Piden unas bebidas y, en mi opinión, unas chuches de más. La madre coge el móvil, marca y conversa ausente. Su mirada se pierde en un ver sin mirar o en un mirar sin ver. Cualquiera sabe. Con la mano que se le queda libre bebe su botellín y gesticula, supongo que en armonía con la conversación. La niña, algo aburrida, se asoma a la botella de refresco. Enfoca su interior y lo analiza como si fuera el ocular de un artilugio óptico. Su hermano mientras tanto, engulle gusanitos, patatas, aceitunas, mollete y algo del aquario de su hermana. Su bebida de cola se la tomó de un trago. Debía de tener sed.

            Tras un largo rato de charla por el móvil, la madre vuelve a tomar conciencia de su entorno. Su parloteo solo fue interrumpido por la caída y rotura del casco de refresco que el camarero, atento, barrió con rapidez: quería evitar que niños orbitantes alrededor de la madre y la mesa sufrieran algún tipo de herida. La mamá se levantó y pidió otra cerveza. No sé cómo pasó pero opté por quedarme, observar y anotar la situación en un autocorreo que a veces me remito. Toda la cháchara entre la madre e hijos ha sido regañar la primera por la quiebra del vidrio. El resto de este tiempo la adolescente madre lo dedicó al teléfono. Mamá, ¿nos vamos ya? dijo la niña chica. Hija, un poco de paciencia que acabe la cerveza.

En esto llegó él. Ella encendió un cigarro. Los niños juegan solos. Él se comió la tapa que a ella le pusieron en la segunda caña. De un prolongado sorbo se terminó la suya y les dijo a los niños: ¿Lo estáis pasando bien? Los niños gritan....¡ Siiii ! La madre al mayorcito: ¡No interrumpas cuando hablan los mayores! y ¡A la niña no se le dice perra! El niño tira hielos, la niña los evita, se tropieza y se cae. Ella gimotea un poco y yendo hacia su hermano le pega un empujón. ¡Niños estaros quietos! ¡Qué pesadez de niños!

Es ya la hora de irme. Me pregunto perplejo quién perdió y quien ganó. ¿Los niños? ¿La adolescente madre? ¿El ágil camarero? ¿El padre paracaidista? ¿La sociedad civil?

Es evidente que el día tiene muchos y variados momentos de padres, abuelos, madres, guardias y cirujanos, mejores y peores, pero estos tres, que no pretenden ser caricaturas, están sacados de la realidad y me dan qué pensar.