jueves, 8 de julio de 2021

Tres momentos de madres

           


             
A.- Fue en Benidorm dónde hace treinta años escuché que “algunos tienen que disminuir para que crezcan otros”. Lo dijo la madre de un amigo que siempre estuvo dedicada a sus labores, dentro y fuera de la casa. Dentro para ayudar a la supervivencia cotidiana de su familia. Fuera para que sus hijos pudieran estudiar.

No era su intención, pero su entrega le permitió crecer con ellos.

             B.- Hoy coger el autobús ha sido todo un número: Una niña de tres o cuatro años se subió al bus como si fuera suyo. Exploró el interior y analizó a la gente con su mente infantil .... la madre iba detrás con un carrito....como que va explicándose en voz alta .... es que es hiperactiva.....la niña grita ... da voces... ríe con risa estridente, bastante exagerada, y sin saber por qué....una abuela le dice ... que guapa eres, pero que guapa eres.....la pequeña sonríe y nada por el suelo ... su mirada hacia el techo busca miradas cómplices .... Creo que es hiperactiva, es lo que se le entiende a la apurada madre que, para mi sorpresa, sigue hablando a la gente sin dirigirse a nadie….la niña es muy buena, es muy buena esta niña, pero no para. La pequeña sigue molestando: empuja, la gente le hace sitio y el pasillo del bus, desierto y despejado, se queda para ella. Ha marcado terreno y todos, a pesar de la COVID, estamos más pegados, un poco apretujados contra las ventanillas. El personal, impotente y sin habla, observa en el silencio la inesperada escena. La voz de la abuelita susurra como un eco cansado vestido de colores: Pero que guapa es, esos tirabuzones, esa carita alegre, esos ojos tan negros,....es que es hiperactiva, continúa repitiendo la madre. Me pregunto ¿quién ha crecido aquí? ¿La niña?, ¿los viajeros?, ¿la justificadora madre? ¿Alguien disminuyó?.

             C.- Es medio día y estoy sentado en la terraza de una cafetería. Había previsto estar con un amigo oculto por el virus pero me avisa que no puede venir. Persisto en mi quedada, ahora ya solitaria, y decido tomarme la concertada copa a solas con mis musas. En la mesa de al lado una madre y dos hijos acaban de llegar. Piden unas bebidas y, en mi opinión, unas chuches de más. La madre coge el móvil, marca y conversa ausente. Su mirada se pierde en un ver sin mirar o en un mirar sin ver. Cualquiera sabe. Con la mano que se le queda libre bebe su botellín y gesticula, supongo que en armonía con la conversación. La niña, algo aburrida, se asoma a la botella de refresco. Enfoca su interior y lo analiza como si fuera el ocular de un artilugio óptico. Su hermano mientras tanto, engulle gusanitos, patatas, aceitunas, mollete y algo del aquario de su hermana. Su bebida de cola se la tomó de un trago. Debía de tener sed.

            Tras un largo rato de charla por el móvil, la madre vuelve a tomar conciencia de su entorno. Su parloteo solo fue interrumpido por la caída y rotura del casco de refresco que el camarero, atento, barrió con rapidez: quería evitar que niños orbitantes alrededor de la madre y la mesa sufrieran algún tipo de herida. La mamá se levantó y pidió otra cerveza. No sé cómo pasó pero opté por quedarme, observar y anotar la situación en un autocorreo que a veces me remito. Toda la cháchara entre la madre e hijos ha sido regañar la primera por la quiebra del vidrio. El resto de este tiempo la adolescente madre lo dedicó al teléfono. Mamá, ¿nos vamos ya? dijo la niña chica. Hija, un poco de paciencia que acabe la cerveza.

En esto llegó él. Ella encendió un cigarro. Los niños juegan solos. Él se comió la tapa que a ella le pusieron en la segunda caña. De un prolongado sorbo se terminó la suya y les dijo a los niños: ¿Lo estáis pasando bien? Los niños gritan....¡ Siiii ! La madre al mayorcito: ¡No interrumpas cuando hablan los mayores! y ¡A la niña no se le dice perra! El niño tira hielos, la niña los evita, se tropieza y se cae. Ella gimotea un poco y yendo hacia su hermano le pega un empujón. ¡Niños estaros quietos! ¡Qué pesadez de niños!

Es ya la hora de irme. Me pregunto perplejo quién perdió y quien ganó. ¿Los niños? ¿La adolescente madre? ¿El ágil camarero? ¿El padre paracaidista? ¿La sociedad civil?

Es evidente que el día tiene muchos y variados momentos de padres, abuelos, madres, guardias y cirujanos, mejores y peores, pero estos tres, que no pretenden ser caricaturas, están sacados de la realidad y me dan qué pensar.

 

 

 

 

 

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