Cuatro
años más tarde, 2021, tiene lugar la primera movilización desde que estalló la
pandemia coronavírica y el número de participantes ha quedado lejos de las
cifras prepandémicas: los organizadores calculan los asistentes en unas 400.000
personas, mientras que la Guardia Urbana cifra en 108.000 los participantes. Al
fondo se vislumbra una mesa de diálogo indefinido en cuanto a su duración y
contenidos.
¿Qué
ha pasado?
Casi
nunca hay una única razón. Lo complejo y la multiplicidad de variables es lo
normal, y más en un asunto político - social. Resumir los más que intensos
cuatro años del asunto catalanista en unas pocas líneas es ejercicio imposible,
pero el esfuerzo puede aproximarnos al estado de ánimo actual. Estamos seguros
de que, si no lo están ya, en un próximo futuro las librerías se llenarán de
relatos más extensos con mayor profundidad y con todo lujo de detalles. Lo que sigue
no deja de ser un intento sencillo y por tanto limitado.
Lo
primero que paró el mamporrazo independentista, a mi entender, fue la acción
del criticado Gobierno de Rajoy, en la que incluyo el discurso de Felipe VI del
día tres de octubre. Ante las declaraciones unilaterales de independencia [DUI]
de Puigdemont primero – aunque dio marcha atrás con rapidez – y del Parlamento
catalán después el 27 de octubre, el Gobierno de España aplicó el artículo 155
de la Constitución: suspendía la autonomía de Cataluña, destituyó a todo su
gobierno y convocó elecciones autonómicas para el 21 de diciembre 2017. Rajoy
fue al fondo del asunto: se ajustó a la legalidad. Según la Vanguardia, “A
principios de noviembre se declaró la prisión incondicional sin fianza para
Oriol Junqueras y siete de los exconsejeros del cesado gobierno de la
Generalidad, a los que hay que sumar “los Jordis”, encarcelados desde el 16 de
octubre”. Puigdemont, huido de la justicia española, se asentó en Bélgica.
El
procedimiento judicial seguido contra los encarcelados, por cierto de manera
impecable y transparente, obligó a cierto stop de los líderes genuinos y
tuvieron que salir a la palestra algunos secundarios.
Tras
la moción de censura a Rajoy, Sánchez es Presidente del Gobierno en junio de
1918. En noviembre de 2019 Sánchez gana las elecciones y acuerda un gobierno de
coalición con Unidas Podemos: este acuerdo y las conversaciones con los
nacionalistas catalanes y vascos modificó por completo el escenario y el
mensaje electoral de Sánchez respecto del asunto independentista catalán.
Sánchez necesitado del apoyo de ERC y del PNV ablandó su discurso hasta límites
insospechados y sustituyó las formas por masajes políticos, evitó
enfrentamientos y premió la colaboración de Ezquerra y PNV con privilegios y
prebendas. Los presos siguieron en la cárcel pero en junio del 2019 se trasladaron
a Cataluña, comunidad que tenía la competencia de gestionar prisiones desde
1983. Lo que los medios transmitieron del tiempo de prisión daba la impresión
de un sistema carcelario blandito y un exceso de visitas y contactos. Desde la
cárcel, los políticos presos catalanes intervinieron directamente en las
decisiones políticas que se tomaron en Cataluña y en el Paseo de San Jerónimo.
Sánchez atacó las formas y suavizó de
manera espectacular las relaciones con ERC y Junts, aunque siempre se entendió
mejor con Junqueras que con los de Puigdemont. Visitas a Cataluña, halagos al
pragmatismo, silencios bastante cómplices y acuerdos que terminaron concretando
“Cataluña para Ezquerra y el resto de España para mí”, con la salvedad de
Euskadi. El resto de comunidades autónomas se las reparten entre el PSOE y el
PP y, en general, no presentan mayores problemas aunque de vez en cuando saltan
agravios comparativos pues los nacionalistas siempre han sacado tajada legal
extra, que no justa, a los gobiernos de la nación que han necesitado su apoyo.
El estar organizados como partidos regionalistas y una ley electoral muy
favorable ha generado una evidente desigualdad entre Cataluña, Euzkadi, Navarra
y el resto de España.
Los
indultos del Gobierno Sánchez a los líderes encarcelados y el establecimiento
de una mesa de diálogo - sine die -entre
los gobiernos catalán y español, aunque a muchos españoles no les ha gustado,
hay que reconocer que han enfriado algunos ánimos y han quitado fuerza a los
sectores independentistas y , en particular, a la gente de Ezquerra. Con todos
los presos en la calle las dificultades han disminuido, aunque queda la patata
caliente de un Puigdemont sin juzgar y con una euro-orden de detención.
Otra
de las razones por la que el separatismo catalanista está de vacas flacas es la
enorme división que ha provocado la disparidad de criterios entre los
partidarios de Junqueras y los de Puigdemont. Siempre hubo diferencias pero,
con el paso del tiempo y tocando poder, ahora son abismales: roces continuos y
choques frontales de ambiciones y estrategias de los catalanistas hacen que
Pedro Sánchez se frote las manos y respire algo más tranquilo. Eso no quita que
cada vez que Pedro necesita algo serio, como son ahora los presupuestos del
2022, eche mano de la cartera – dinero o competencias – y sume los apoyos
necesarios del mundo indepe ya que con el PP – por desgracia y falta de
capacidad política de ambos – el enfrentamiento raya los límites de calamidad
mísera y nacional.
Europa
también forma parte del debilitamiento nacionalista. De una manera u otra
Bruxelas nunca ha visto bien la independencia de Cataluña. Ya hay bastantes
problemas con los miembros actuales para venir ahora con un aumento. A mi modo
de ver da cal y arena y remite a que es un problema entre españoles y que se lo
den arreglado. Esa es mi impresión. Ciertamente por países, la Administración
de Justicia de Bélgica, Alemania, Francia e Italia han dado palos serios al
sistema judicial español, pero como super – estructuras tanto el Consejo de
Europa como el Parlamento Europeo han evitado tomar parte decisiva en el asunto
de la independencia de Cataluña.
En
cualquier caso, en mi opinión, el embrollo legal de Puigdemont debería de
causar cierto sonrojo a los máximos responsables europeos. Creo que esta Europa
es una chapuza. Poner en entredicho al Tribunal Supremo español por parte de
jueces europeos de segundo o tercer nivel no favorece a nadie: bueno si, a los
enredadores, a los caros bufetes de abogados y a los que se la cogen con papel
de fumar. Si somos reconocidos como un Estado de Derecho, democrático y miembro
de la Unión, las euro –órdenes tienen que ser más eficaces. Europa tiene que
aclararse en estos temas básicos si quiere subsistir en un futuro o
desaparecerá como tal Unión. No tengo datos claros pero no descarto alguna
maniobra entre Gobiernos para que Puigdemont sea extraditado “cuando convenga”.
Una
última razón, a mi entender, de la disminución del movimiento catalanista es el
cansancio de la ciudadanía y el descubrir que la independencia seguramente no
es lo mejor que le puede ocurrir a una región por muy rica que sea. Algunos se
sienten engañados. Todo eso sin contar con media Cataluña que nunca lo vio
claro y se declara catalana y española con la misma intensidad. Desde luego la vía
unilateral conllevaría conflictos gigantescos en los ámbitos español e
internacional de muy difícil solución y la vía pactada necesita tiempo y mucho
consenso y sobre todo personas preparadas conocedoras de los nudos gordianos a
desenredar, además de la voluntad política de las dos partes. Tampoco es asunto
menor lo que piense el resto de España y los países miembros de la Unión
Europea.
Complicado
y diabólico resolver este asunto en un mundo donde la globalización condiciona
y gobierna.
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