lunes, 29 de agosto de 2022

Valores y contextos

 

Los valores no tienen precio

Los valores son ideas que sirven de motor y referencias a los comportamientos en el mundo y como guía a las instituciones y a las personas. Dentro de la banda de sus sinónimos podemos incluir los significados de ideales, principios, convicciones, fundamentos, etc.

               Así son valores la tolerancia, la capacidad de escuchar, la solidaridad, el respeto a las opiniones de los demás, los deseos de paz, la capacidad de perdonar, guardar secretos, servir a la ciudadanía, el respeto al medio ambiente, la capacidad de acordar con otros y muchos más que la humanidad ha desarrollado a lo largo de su existencia.

               Los valores unen y separan, se transmiten por la palabra y los hechos, conducen la conducta humana y, como todo lo que pasa por la mente, pueden generar polémicas y discusiones. También acuerdos que, compartidos, rinden enormes beneficios. Nada tienen que ver con los intereses y deberían prevalecer ante las duras y las maduras. Tampoco pueden estar sujetos a una moral de la ocasión. Los buenos valores, los valores que merecen la pena, van indefectiblemente unidos a la Declaración de los Derechos Humanos proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París, el 10 de diciembre de 1948, como un ideal común para todos los pueblos y naciones. Su conexión es la prueba del algodón. Las líneas fronterizas suelen ser claras, aunque existen matices: ante la pena capital, por ejemplo, no se puede uno plantear la solidaridad con el reo o con el pelotón de soldados que apuntan. Ese falso dilema está resuelto: Por encima de solidaridades está el derecho a la vida. Por su actualidad, podríamos decir que nadie tiene derecho a la guerra, aunque sí a su legítima defensa. La guerra es la mayor distopia que hemos conocido donde derechos y valores saltan en pedazos a cada instante.

               Lo cierto es que en el maremágnum de situaciones que ocurren en la vida, los valores se desarrollan y aplican en un contexto. Y ese contexto, esas condiciones que nos rodean, son determinantes para precisar su vileza o su filantropía. Por ejemplo, la solidaridad, entendida como el apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, se puede interpretar como algo bueno, pero solidarizarse con hechos o intenciones de una banda de asesinos, o un grupo de corruptos, no parece correcto en una sociedad que se dice democrática y que debiera buscar la ética como referencia de sus actuaciones. Cosa muy diferente es ser solidario con el hambre en el mundo o con los emigrantes que llegan en patera, hambrientos, heridos o ateridos, en busca de un futuro.

               Tenemos que admitir que no siempre todo es nítido: hay solidaridades proguerras y antiguerras, a favor de los toros (espectáculo) y en su contra, proaborto y antiaborto, … Todos estos apoyos incondicionales tienen su cara y cruz y ponerse de canto, entiéndase de lado, de perfil. En el papel, en el diccionario, el concepto es el mismo pero su praxis tiene toda una gama de comportamientos, con frecuencia contrarios y alguno hasta perverso. Cada uno debe evaluar de qué lado se pone.

               ¿Se puede ser tolerante con una persona o institución que nos roba o nos miente? ¿Se deben respetar las opiniones de un maltratador o de gente que acosa? ¿Cómo comportarse ante el autoritarismo y la demagogia de un dictador? ¿Y con un cargo público que utiliza lo ídem para su beneficio propio? ¿Se puede tolerar el egoísmo de los egoístas o la soberbia de los soberbios? ¿Qué podemos decir de los manipuladores? El problema, no menor, radica en quién etiqueta al soberbio, al dictador, al insolidario, al maltratador, al egoísta o al que acosa.

               Es ahí donde entran en juego los valores, los derechos humanos y su práctica. Desde mi punto de vista a los valores no se les puede dejar solos. Tampoco a los científicos ni a los políticos ni a los jueces ni a los ejércitos. Al lado de cada sector, de cada valor, hay una responsabilidad individual y colectiva, responsabilidad que no deberíamos de eludir. No solo hay que participar, tenemos que exigir. Creo en esa aureola invisible y colectiva que distingue y reúne a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Un impulso marca, quince llaman la atención y unos centenares determinan. Siempre pensé que abunda más la buena gente que los malvados, pero es que estos últimos, aunque en menor cantidad, se notan mucho.

 Villarmentero de Campos 29/07/2022

miércoles, 10 de agosto de 2022

El calor


            El calor, la calor,…¡ ojú!, ¡ozú!, ¡ ojú! es que es horroroso: “el sol pica demasiado y no se puede aguantar”, “estamos en casa metidos como topos”, “este verano ni la piscina nos puede consolar”, “parecemos garbanzos echados en remojo”, “todo el eterno día tirado en el sofá y con el aire puesto”, “está uno tan pegajoso…”, ”las casas están recalentadas y cada día es peor”,…¡ y luego esa calima”,….

             El calendario avanza. Las olas de calor navegan por sus hojas dejando estelas de terca sequedad. El calor es como un oso enorme que te abraza, una manta invisible que te envuelve dentro y fuera de casa. El calor es esa sensación que hace sentirte mal y te impide tirar de unas piernas que pesan toneladas al mismo tiempo que el sudor deja seco tu cuerpo y te mueves cada vez más despacio. El calor te agota, te consume, se apodera de ti, te debilita y te deja clavado en el sillón. Es mejor no moverte, no pensar, no hacer nada, solo dejar pasar el tiempo y esperar que refresque mientras apuras la botella de agua.

             Desde que a la Tierra la hemos ido vistiendo con metano, anhídrido carbónico, y otros primos hermanos está más calentita. Un pijama de gases hace de carcelero de unos rayos que entran y no pueden volver. La temperatura aumenta y todos nos cocemos un poco más; los polos se derriten; sube el nivel del mar; llueve de otra manera; las corrientes marinas y los anticiclones se preguntan qué pasa y buscan nuevas brújulas; la sequía hace su julio, su agosto y su septiembre y el personal, conocedor de que el clima lleva tiempo cambiando, envuelto de torpeza, se muestra dividido: los grandes intereses (estratégicos, económicos, políticos, comerciales o bélicos) de unos pocos se ponen por delante del bienestar de todos y se priorizan frente a las quejas que el Planeta nos da, sin darse cuenta que hasta los más fuertes van a sucumbir. Como siempre los débiles serán de los primeros.

            Llevo algún tiempo preguntándome hacia dónde nos lleva este progreso y estoy convencido que desnaturalizar la Tierra no debe formar parte de él. Tengo la fuerte sensación de que nos han tomado el pelo y nos lo siguen tomando. Ni las grandes potencias son tan grandes ni los gobiernos democráticos son tan democráticos. Estamos en unas democracias adulteradas por colosales intereses de los podertenientes, el marketing y la publicidad de los que pueden pagarlos y el soporífero estado del bienestar que pretende adormecer conciencias y comprar voluntades y silencios, entre otras cosas.

            Ante la pasividad del hombre y la mujer, la Tierra se defiende como un habitante más del Universo y provoca huracanes, tsunamis, inundaciones, pandemias, extingue sus especies – vegetales y animales – más rápido que nunca, y trata de poner las cosas en su sitio al recordar que ella es más vieja que nadie y sabe lo que hacer para recuperar un equilibrio que el hombre le quitó. Será cuestión de siglos, pero ganará la batalla.

             Desconozco si estamos ante el punto crítico de la irreversibilidad, pero si no lo estamos parece no faltar demasiado. Hemos de elegir entre una humanidad para la Tierra o una Tierra para la humanidad….. el gran problema es que las soluciones tienen que venir de arriba y no parece que eso vaya a ocurrir. El desastre es tan enorme que la suma de aportaciones individuales, aunque sean millones o miles de millones de personas, no detendrá un proceso que amenaza con transformar el Planeta Verde y Azul  en un erial. Si al cambio climático le añadimos la contaminación generalizada de agua, aire, suelos, más incendios etc…el final de la película está cantado.

Esta foto pretende ser un pequeño homenaje a todas las que cuidan de la Tierra

             Somos ocupas violentos que estamos expulsando todo lo natural a una velocidad de vértigo. Estamos desterrando a la Tierra sin poder enviarla a ningún sitio y de paso nos deportamos a nosotros mismos.

             Verano del 2022, hemisferio norte, Planeta Tierra: un verano para reflexionar. La Humanidad tiene que pensar en la Tierra y actuar como ella. Los planetas, los astros, también tienen sus derechos.