No. Definitivamente no me gusta la polarización política. Tampoco los polarizadores. Hablo de España. Esa España que resiste a terroristas, golpes de estado, inflación de caballo, desmemoria, crispación y oportunistas que cambian de verdad conforme van cambiando sus circunstancias o sus necesidades.
Ante
determinadas afirmaciones –genuinos eslóganes y consignas- hechas públicas de
forma continuada por nuestros elegidos, paridas por el marketing de una legión
de asesores -filtrados y algo comprados- me sitúo entre el desprecio y la
vergüenza ajena. ¡Cuánto daño se está haciendo al patrimonio del bien común por
la ambición política de unos pocos!
Nunca
pensé cuán lejos puede llegar la soberbia y las ganas de ganar al adversario
tratado como enemigo. Cuanta desfachatez y cuanta mentira juntas. El
intercambio de argumentos racionales entre partidos, base de la libertad y de
la democracia, lo han transformado en intercambio de favores, intereses,
denuncias y de insultos. Se piensa con el estómago, se juega con las emociones
del personal, se habla con insolencia y se responde con tergiversación y
cinismo. La vulgaridad y las faltas continuas de respeto han echado raíces en la
mayor parte de nuestros mediocres líderes, sin olvidar a lideresas, claro. Los
parlamentos, templos de la palabra, los han transformado en antros de
distopías. El engaño y las estrategias sustituyen a los acuerdos y a la
lealtad.
El
sentido común se ha reemplazado por los sentimientos y el bien común por la satisfacción
de mis votantes para que sigan aplaudiéndome. La racionalidad ha desaparecido
del espacio político y los corruptos afines se califican de bienhechores de la
comunidad ante una ciudadanía atónita que espera que esto cambie, por supuesto
a mejor. Con la guerra de Ucrania, la inflación desbocada, unas cifras del paro
disfrazadas de azúcar, una deuda de estado que ya pilla a biznietos y unos
precios que vuelan donde habitan los cóndores, nuestros gobiernos y oposiciones
solamente deberían tener una salida: diálogo y acuerdos.
Pero
no, se empeñan en el enfrentamiento. El más mínimo tema, matiz o excusa se
convierte en martillo para achantar al otro pensando que ellos solos tienen la
solución.
El
socorrido ¡Y tú más! ya resulta insoportable y es ahí donde arremeten con las
armas de la polarización con el ánimo de embroncar, aniquilar, machacar. Se
trata de dar fuerte y que el otro no se levante, sin tener en cuenta que la
ciudadanía no va por ahí y que mañana, unos y otros, se necesitarán. Pero claro: ¡Al enemigo,
ni agua! ¡Cuánta equivocación! ¡Demasiada miseria!
Los
polos, temas interesados que se eligen con premeditación y alevosía, se tienen
en una especie de almacén y se van haciendo públicos, tras un escalonado
calendario, por medio de “portavoces de la voz de su amo” y llegado el caso,
por el propio amo. Los medios y las redes sociales son los cauces habituales
por donde circulan las manipulaciones con el único objeto de “comernos el coco”
y convencernos de lo bien que lo hacen ellos y lo malo, malísimos, que son
casi todos los demás.
Por
desgracia los temas recurrentes, de hunos
y de hotros, para enfrentar abundan hasta la saciedad. Como muestra, siempre en contraposición, nunca fusión, podemos citar:
-
República - Monarquía.
-
Izquierda - Derecha.
-
Iglesia católica – Estado laico
-
Ricos – Pobres.
-
Nacionalismos – Españolismo.
-
Conservadores – Progresistas
-
Constitucionalistas y anti…….
-
Católicos y anti-idem.
-
Vencedores y vencidos, con memorias parciales en
el contexto de la Guerra Civil.
-
Ecologistas – Contaminadores
-
Público – Privado.
-
Feministas – Machistas
-
Ahorradores – Despilfarradores
-
Poderes ocultos – Poderes a la vista.
-
Pro-OTAN y antiOTAN.
-
Dar pescado e enseñar a pescar.
-
Hablar mal de Sánchez – Hablar mal de Feijóo
(sobre todo sin argumentos)
-
Olvidar y perdonar – Ni olvido ni perdón
-
ETA y antiETA.
-
Víctimas y verdugos.
-
Madrid y Barcelona.
-
Energía nuclear si – energía nuclear no.
- Cambio climático, sí – cambio climático, no.
Varias señales: al polarizar solo pasa una. |
Cómo
será la cosa que, para enfrentar, algunos echan mano de don Pelayo, de los
Reyes Católicos, de Cristóbal Colón, de Viriato o del apóstol Santiago haciendo gala de un
revisionismo en el que los romanos (s. III a.d.C. – s. V d.d.C.) o los
musulmanes (s. VIII d.d.C. – s. XV) salen bien o malparados, depende quién
revise. En mi opinión juzgar con mentalidad de hoy lo ocurrido hace cientos de
años es un despropósito, un desatino propio de la ignorancia o de la mala idea.
Además, la historia queda para los historiadores y nunca para los políticos y menos si la escriben con leyes.
Las
diferencias políticas son connaturales con la existencia. Desde mi perspectiva
son los puntos de partida para la negociación, los acuerdos y el diálogo. El
corazón, los sentimientos y la pasión nunca pueden ser consejeros de un político
y dejarse llevar por ideas preconcebidas, dosis de rencor, venganza o
resentimiento es señal de gran inmadurez, mala voluntad y escasa sabiduría. No
pido que los políticos se comporten como héroes civiles de la moral y de la
ética, solo pido moderación, respeto a otras opiniones y que trabajen
honradamente por TODA LA CIUDADANÍA, que para eso los hemos votado. Están para
servir y no para servirse. No creo que tengan derecho a insultar al adversario
ni a adoctrinarnos sobre lo que tenemos que hacer. El bien común y la
democracia es el terreno de juego… Y por favor, dejen de manosear a la Constitución,
reformen, legislen y gobiernen, pero no manoseen a las instituciones.
Un último ruego: a pesar de sus
defectos la Transición llevada a cabo por Adolfo Suárez y compañía fue el
puente que nos sacó de una dictadura y nos incorporó a Europa, al mundo y a la
democracia. El compromiso colectivo y la lealtad se sobrepuso al protagonismo
de las individualidades y al egoísmo histórico de casi todos. Creo que fue un
buen espejo en el que algunos podrían mirarse en vez de criticar tanto a “toro
pasado”. Echo de menos un monumento a la Transición y a todos sus
protagonistas, no solo en Madrid, capital de España, sino también en todas las capitales de provincia, especialmente en
Cataluña y en el País Vasco pues gracias a ese periodo casi mágico han
conseguido las máximas cotas de autonomía de toda su historia. ¡Es de bien nacidos ser agradecidos!.
¡Tolerancia, respeto, lealtad,
diálogo y acuerdos son bálsamos contra la perversa polarización!
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