martes, 8 de noviembre de 2022

Polarización

 


               No. Definitivamente no me gusta la polarización política. Tampoco los polarizadores. Hablo de España. Esa España que resiste a terroristas, golpes de estado, inflación de caballo, desmemoria, crispación y oportunistas que cambian de verdad conforme van cambiando sus circunstancias o sus necesidades.

               Ante determinadas afirmaciones –genuinos eslóganes y consignas- hechas públicas de forma continuada por nuestros elegidos, paridas por el marketing de una legión de asesores -filtrados y algo comprados- me sitúo entre el desprecio y la vergüenza ajena. ¡Cuánto daño se está haciendo al patrimonio del bien común por la ambición política de unos pocos!

               Nunca pensé cuán lejos puede llegar la soberbia y las ganas de ganar al adversario tratado como enemigo. Cuanta desfachatez y cuanta mentira juntas. El intercambio de argumentos racionales entre partidos, base de la libertad y de la democracia, lo han transformado en intercambio de favores, intereses, denuncias y de insultos. Se piensa con el estómago, se juega con las emociones del personal, se habla con insolencia y se responde con tergiversación y cinismo. La vulgaridad y las faltas continuas de respeto han echado raíces en la mayor parte de nuestros mediocres líderes, sin olvidar a lideresas, claro. Los parlamentos, templos de la palabra, los han transformado en antros de distopías. El engaño y las estrategias sustituyen a los acuerdos y a la lealtad.

               El sentido común se ha reemplazado por los sentimientos y el bien común por la satisfacción de mis votantes para que sigan aplaudiéndome. La racionalidad ha desaparecido del espacio político y los corruptos afines se califican de bienhechores de la comunidad ante una ciudadanía atónita que espera que esto cambie, por supuesto a mejor. Con la guerra de Ucrania, la inflación desbocada, unas cifras del paro disfrazadas de azúcar, una deuda de estado que ya pilla a biznietos y unos precios que vuelan donde habitan los cóndores, nuestros gobiernos y oposiciones solamente deberían tener una salida: diálogo y acuerdos.

               Pero no, se empeñan en el enfrentamiento. El más mínimo tema, matiz o excusa se convierte en martillo para achantar al otro pensando que ellos solos tienen la solución.

               El socorrido ¡Y tú más! ya resulta insoportable y es ahí donde arremeten con las armas de la polarización con el ánimo de embroncar, aniquilar, machacar. Se trata de dar fuerte y que el otro no se levante, sin tener en cuenta que la ciudadanía no va por ahí y que mañana, unos y otros, se necesitarán. Pero claro: ¡Al enemigo, ni agua! ¡Cuánta equivocación! ¡Demasiada miseria!

               Los polos, temas interesados que se eligen con premeditación y alevosía, se tienen en una especie de almacén y se van haciendo públicos, tras un escalonado calendario, por medio de “portavoces de la voz de su amo” y llegado el caso, por el propio amo. Los medios y las redes sociales son los cauces habituales por donde circulan las manipulaciones con el único objeto de “comernos el coco” y convencernos de lo bien que lo hacen ellos y lo malo, malísimos, que son casi todos los demás.

               Por desgracia los temas recurrentes, de hunos y de hotros, para enfrentar abundan hasta la saciedad. Como muestra, siempre en contraposición, nunca fusión, podemos citar:

-        República - Monarquía.

-        Izquierda - Derecha.

-        Iglesia católica – Estado laico

-        Ricos – Pobres.

-        Nacionalismos – Españolismo.

-        Conservadores – Progresistas

-        Constitucionalistas y anti…….

-        Católicos y anti-idem.

-        Vencedores y vencidos, con memorias parciales en el contexto de la Guerra Civil.

-        Ecologistas – Contaminadores

-        Público – Privado.

-        Feministas – Machistas

-        Ahorradores – Despilfarradores

-        Poderes ocultos – Poderes a la vista.

-        Pro-OTAN y antiOTAN.

-        Dar pescado e enseñar a pescar.

-        Hablar mal de Sánchez – Hablar mal de Feijóo (sobre todo sin argumentos)

-        Olvidar y perdonar – Ni olvido ni perdón

-        ETA y antiETA.

-        Víctimas y verdugos.

-        Madrid y Barcelona.

-        Energía nuclear si – energía nuclear no.

-        Cambio climático, sí – cambio climático, no.

Varias señales: al polarizar solo pasa una.


               
Cómo será la cosa que, para enfrentar, algunos echan mano de don Pelayo, de los Reyes Católicos, de Cristóbal Colón, de Viriato o del apóstol Santiago haciendo gala de un revisionismo en el que los romanos (s. III a.d.C. – s. V d.d.C.) o los musulmanes (s. VIII d.d.C. – s. XV) salen bien o malparados, depende quién revise. En mi opinión juzgar con mentalidad de hoy lo ocurrido hace cientos de años es un despropósito, un desatino propio de la ignorancia o de la mala idea. Además, la historia queda para los historiadores y nunca para los políticos y menos si la escriben con leyes.

               Las diferencias políticas son connaturales con la existencia. Desde mi perspectiva son los puntos de partida para la negociación, los acuerdos y el diálogo. El corazón, los sentimientos y la pasión nunca pueden ser consejeros de un político y dejarse llevar por ideas preconcebidas, dosis de rencor, venganza o resentimiento es señal de gran inmadurez, mala voluntad y escasa sabiduría. No pido que los políticos se comporten como héroes civiles de la moral y de la ética, solo pido moderación, respeto a otras opiniones y que trabajen honradamente por TODA LA CIUDADANÍA, que para eso los hemos votado. Están para servir y no para servirse. No creo que tengan derecho a insultar al adversario ni a adoctrinarnos sobre lo que tenemos que hacer. El bien común y la democracia es el terreno de juego… Y por favor, dejen de manosear a la Constitución, reformen, legislen y gobiernen, pero no manoseen a las instituciones.

Un último ruego: a pesar de sus defectos la Transición llevada a cabo por Adolfo Suárez y compañía fue el puente que nos sacó de una dictadura y nos incorporó a Europa, al mundo y a la democracia. El compromiso colectivo y la lealtad se sobrepuso al protagonismo de las individualidades y al egoísmo histórico de casi todos. Creo que fue un buen espejo en el que algunos podrían mirarse en vez de criticar tanto a “toro pasado”. Echo de menos un monumento a la Transición y a todos sus protagonistas, no solo en Madrid, capital de España, sino también en todas las capitales de provincia, especialmente en Cataluña y en el País Vasco pues gracias a ese periodo casi mágico han conseguido las máximas cotas de autonomía de toda su historia. ¡Es de bien nacidos ser agradecidos!.

¡Tolerancia, respeto, lealtad, diálogo y acuerdos son bálsamos contra la perversa polarización!

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