lunes, 16 de septiembre de 2024

II de III: Reinado de Epigenio Fostén

 


Estamos en Gorgonia, país desarrollado y democrático. Esta es la historia de tres de sus gobiernos. Historia que flota entre las nubes, baja a las profundidades de la Tierra y marca estelas en el mar intentando abarcar un todo que se escapa. El poder puede destruirlo todo y ennoblecerlo todo. Hace diablos a los ángeles y es capaz de convertir a un hombre en un narciso o a una mujer en un diamante. Puede pudrir el alma y que lo negro sea verde y blanco al mismo tiempo. Las ansias de poder se alimentan con más poder, con soberbia y de una inmensa multitud de esclavos voluntarios sometidos al Gran Jefe, el cual asciende cada día a una grada más alta.

Sin embargo el verdadero jefe es aquel que se convierte en el primer servidor de la ciudadanía, el que procura la justicia y se ajusta a la ley con elevados márgenes de generosidad. Un buen jefe jamás divide al personal ni se aprovecha de su cargo. Tampoco se cree un mensajero del cielo. En él no anida la vanidad y el trabajo bien hecho le ayuda a ser humilde cada día y a seguir trabajando. Solo mejorar lo común copa su voluntad y ampara sus intenciones. El buen jefe es juicioso, escucha, se aproxima, no avasalla y jamás promete lo que no puede cumplir. El liderazgo se lo dan los de abajo de acuerdo con la empatía, respeto, comprensión y motivación que el jefe les inspire. En cualquier caso –ya que hemos perdido la inocencia- somos conscientes de que el poder rompe y corrompe todo lo anterior porque en las relaciones de dominio solo son intereses los que mandan.

No es casualidad que las líneas que siguen estén escritas en negro.

II de III: Reinado de Epigenio Fostén

Cuando Epigenio Fostén ganó las elecciones lo hizo a costa de prometer grandes cambios y de enmendar la plana a su antagonista político Atricio Cacherolo. Su primera acción política tuvo lugar a las pocas horas después de su triunfo electoral. De madrugada, tras consultar su decisión con un pulpo hechicero, reunió a la manada de asesores con carácter urgente y les dijo que como eran unos profesionales con precio, los mantendría a todos en sus puestos y que les doblaría el sueldo. Solamente exigiría la condición de fidelidad ciega su persona, a su proyecto y un exquisito secretismo profesional. Aquellos-as que no estuvieran de acuerdo, podían levantarse y despedirse ya, pero Epigenio les aconsejó quedarse. Con él, les seguiría yendo bien a todos ellos y a los familiares colocados a dedo por el presidente Cacherolo. No tenían nada que temer. Solamente, un hombre joven levantó la mano y, con timidez, se atrevió a preguntar: “Perdone, ¿lo puedo consultar con mi pareja?”. Epigenio, conocedor de la importancia de la mujer  y de la nueva posición que le esperaba como primer ministro, no desaprovechó la ocasión. Le respondió que agradecía enormemente la pregunta y que consultar con la pareja es cosa de buen juicio. En prueba de su magnanimidad les daría media hora a todos los asesores y asesoras presentes para que sus respectivas parejas los aconsejaran sobre quedarse o irse. Nadie se retiró. Todos se dejaron comprar y aceptaron las condiciones de Epigenio que se despidió advirtiéndoles de que a partir de este momento tendrían que invertir críticas por elogios, errores por aciertos, problemas por soluciones y lo que fuera diabólico transmutarlo en angelical. “Estoy convencido de que sabréis hacerlo porque sois profesionales y estáis bien pagados, así que ánimo. A ver cómo se me percibe en los medios mañana en la mañana”, les dijo. “¡Ah y, por favor, buscadme un par de eslóganes que enaltezcan mi victoria”!, les requirió mientras la escolta le aguardaba a la salida. Uno de los infinitos asesores dibujó, con pena y con sigilo, en su cuaderno una camelia, símbolo de los abolicionistas brasileños que lucharon contra la esclavitud a finales del siglo XIX. Estas preciadas flores requerían tantos cuidados como la libertad que estaban a punto de conquistar, explica Eduardo Silva, autor del libro “Las camelias de Leblon y la abolición de la esclavitud”. Aquel dibujante anónimo detestaba a Cacherolo y a Epigenio, pero –aunque se lo reprochaba a sí mismo- había que comer. En su interior sabía que nunca renunciaría a una opinión libre que sustituyera la propaganda por la información. Desde muy temprano, apagaba su voz con unas copas de más y un orfidal para dormir. En sus sueños veía a un Cacherolo y a un Epigenio vestidos de romanos armados con un látigo. Él, sentado junto a otros, todos encadenados, remaba en la galera a golpes de un tambor.

            Los cambios en el gobierno se hicieron siguiendo los caminos habituales. La victoria de Epigenio fue indiscutible y casi todas las ceremonias transcurrieron en los plazos, lugares y formas políticamente correctos. Los ministros salientes sonreían y gastaban forzadas bromas a sus colaboradores y ministros entrantes, aunque algunos, por su excesiva soberbia, la Ministra de Hacienda y el responsable de Interior, no se presentaron y enviaron a los Secretarios de Estado correspondientes. Su orgullo no les permitía que los medios tomaran imágenes pasando la cartera a sus “enemigos” políticos, personas indeseables y poco merecedoras de acoger tan altos compromisos, pero la respuesta de la ciudadanía había sido clara: aunque con fuertes tentaciones de quedarse, tenían que traspasar el gobierno.

            El cambio de presidente en el Palacio de San Suplicio Gozoso fue peor. Atricio Cacherolo salió a la puerta a recibir a su sustituto pero no bajó las escaleras, así que Epigenio Fostén, con chaqueta alusiva a los colores de la bandera nacional, tuvo que subirlas. Al llegar al final, tendió la mano a Cacherolo, momento que aprovechó Atricio para abrocharse el botón de la chaqueta. Aquella mano derecha de Epigenio quedó suspendida en el aire sin encontrar la de su oponente. Frunció el ceño mostrando desagrado pero rápidamente se recompuso y se abalanzó sobre Atricio envolviéndolo en un abrazo que este, sorprendido, no pudo evitar. Más que un abrazo fue un atraco político imaginativo y teatrero. Las cámaras captaron con detalle “la cobra” de Atricio y la respuesta de Epigenio. Tal para cual. Cosas de la política.

            Atricio reaccionó con reflejos y se fue hacia el interior del palacio. Entró el primero dejando a “su invitado” solo ante la puerta. Epigenio, sonriente, saludó con la mano a la prensa presente y decidió seguir a su no anfitrión. Cuando entró en la salita de las banderas y los sofás, lugar previsto para la entrevista de cortesía entre el saliente y el entrante, se encontró con que Atricio ya estaba sentado. Entonces a un señor vestido de negro, que no conocía de nada y que estaba de pie en una esquina del salón, le expresó su deseo de ir al servicio. Solo será un momento, le dijo. El otro, estupefacto, abrió una puerta y le pidió que lo acompañara. Epigenio tardó lo justo y cuando regresó a la salita Atricio ya no estaba.

            Acto seguido salió al exterior y se encontró a Atricio departiendo con los periodistas. Directamente pegó una voz que todo el mundo pudo oir y solicitó que le trajeran su coche. “Bueno, será mejor que vaya a recogerlo yo”, dijo. Se dirigió a los periodistas y con un “Encantado de saludarles, señores, que tengan un buen día” salió de allí con paso lento y la cabeza alta. Dos o tres de la prensa corrieron tras él y le preguntaron: ¿Qué tal la reunión, señor presidente? Epigenio, socarrón e irónico, les respondió: ¿Cómo estuvo la feria? Pues como se esperaba, hijos, como se esperaba y aceleró el paso. Ha sido una cacherolez, se dijo para sí, sin pronunciar palabra.

            Nunca jamás había habido en Gorgonia un mayor desencuentro entre presidentes. A los dos días se celebró en la Cámara de los Votos Perdidos el acto final del intercambio de poderes y el nuevo gobierno quedó instalado en su bancada forrada con los colores de la bandera nacional, según diseño de la pareja de Epigenio. La oposición contra-atacó exponiendo que no era de recibo que sus señorías colocaran sus posaderas encima de la bandera nacional. Epigenio, desde su escaño saltó hecho una furia y explicó que, con el tiempo, los colores se irían evaporando y los cuerpos de todo el Gabinete de Gobierno estarían impregnados de los colores de nuestra querida bandera. ¿Se puede pedir más?, preguntó apagando el micrófono.

            Las primeras cien horas de gobierno se emplearon en llevar a cabo parte de los grandes cambios prometidos. Lo que para unos era renovación e innovación, para otros fue una escabechina política. Por cuestiones de idoneidad, de confianza o de equilibrio emocional, se cambiaron a todos los secretarios del estado líquido, subsecretarios sólidos, directores generales de la nada, jefes de negociados absurdos, rectores de secciones y de líneas, directores de empresas estrambóticas, Servicio Nacional de Inteligencia torpe, Taller de Informaciones Sociológicas, embajadores afiliados al PLOF (Partido de la ley, el orden y los favores), militares Jefes de la Junta del Desastre Nacional (todos secuestrados por ascensos gaseosos indebidos), Director General de la Guardia Nacional y de la Policía Ciudadana, etc … No quedó ni rastro de los partidarios de Atricio en cargo alguno, salvo los funcionarios de carrera que solo manejaban papeles similares al higiénico. Por supuestísimo que los directores de la Radio y Televisión pública de Gorgonia, RTPG, fueron sacados de la órbita de la información y del poder y en su lugar entraron íntimos y obedientes fantasmas, amigos personales de Epigenio. Se reestructuraron Ministerios, se anularon algunas de sus ramificaciones y, para despistar, se crearon otras nuevas con nombres diferentes. Fue una invasión política en toda regla, salvo el equipo de asesores múltiples que, en bloque, decidieron seguir trabajando para el nuevo gran amo.

            Todos los cambios favorecieron a militantes del partido, bienaventurados del Camino Epigénico, amigos, bebedores de cerveza de la Estrella Fosténica, familiares, un 10 % de socios del Deportivo Matrix y enamorados de los galanes de noche. También cogieron buen enchufe la Asociación de Carpinteros Amañaos y la Sociedad Aturdida de Amigos de Encajes de Bolillos, entidades epigénicas hasta la médula. Los cambios no mejoraron para nada el funcionamiento de la administración. Todo siguió funcionando igual de mal. La formación, el conocimiento y la capacidad eran todos deméritos de los posibles candidatos. El único criterio para ser nombrado cargo digital de confianza era la intensidad de la obediencia debida al líder, al partido y hacer declaraciones en los medios enalteciendo la difícil labor del presidente. En el Consejo de Ministros, Ministras, Deslenguados y Deslenguadas, estas últimas de reciente incorporación, tenían prioridad los chistes y las difamaciones sobre la mala gestión de Cacherolo y de su banda de aprovechados. Todo cambió para que todo siguiera igual.

            La creación del macro Ministerio de los Despropósitos levantó toda clase de expectativas hasta en los sectores más críticos de la oposición. El personal pensaba que todas las propuestas ministeriales pasarían por el filtro de este ministerio para desechar todas aquellas iniciativas que tuvieran tintes de insensateces, de disparates o animaladas. La sorpresa fue inmensa porque para aquel gobierno del cambio las buenas ideas se sustentaban en las locuras, burradas y en las barbaridades delirantes. Se alegaba que se había gobernado mucho tiempo basándose en la vulgaridad y que la ciudadanía, aburrida, necesitaba asuntos que generaran controversias, experiencias y emociones fuertes. La gente demandaba “ideas potentes”, terremotos mentales, ejercicios que removieran las conciencias y las ideas. En todos los terrenos, una creatividad necia sin límites, sería la norma de referencia cotidiana y algo esencial para presupuestar y aprobar cualquier proyecto.

            El premio nacional de Literatura, dotado con 50.000 peseuros, se lo dieron a un señor analfabeto que hizo una poesía solo con monosílabos y dos dibujos que nadie consiguió descifrar. Fue su única obra. Ya no volvió a escribir ni a pintar nada más. Todo el gobierno habló de la genialidad del escritor. El de Pintura correspondió a una abuelita de 97 años que a la pobre le temblaba tanto el pulso que no conseguía pintar una línea recta de dos milímetros. Su pulso no era el adecuado para robar panderetas. Sus cuadros eran todos iguales con trazos quebrados, muy cortos, que subían y bajaban sin orden ni concierto. El premio “Gran Gorgonia” de Música fue el más sonado y recayó en un famoso chef de cocina que con cazos, cucharas, cuchillos, tenedores, paletas y otros útiles de cocina golpeaba, al azar, bajo los efectos de la cocaína, ollas, sartenes, cazos, fuentes de cristal y metálicas, vajilla de cerámica, etc, etc…La disarmonía total y la falta de ritmo fue lo que determinó la difícil decisión del jurado. Atrás quedaron una concertista de violín de 17 años que tocaba el piano desde los cuatro y un compositor de zarzuelinas, triunfador por medio mundo que había vendido más de quince millones de discos reeditados en vinilo y se tapaba sus vergüenzas con vestidos elaborados con chapas de refrescos y cervezas.

            Una de las medidas más exitosas fue aquella de la inversión fiscal. En el programa electoral Epigenio llevaba una medida terriblemente populista: le rebajaría los impuestos a la clase media y a las personas con las rentas más bajas y subiría los impuestos progresivamente a los más ricos del país. Una vez obtenido el gobierno, su equipo le aconsejó que debería de hacer lo contrario porque subirle los impuestos a los ricos le traería muchos problemas y repercutiría muy negativamente en su imagen política-pública, aparte de la posible y masiva fuga de capitales y fiebres financieras varias. Epigenio se reunió con sus colaboradores más íntimos y diseñaron una campaña para explicarle a los más necesitados y a la clase media lo bien que les iba a venir una subida de impuestos a la vez que se los bajaban a los más pudientes. Era lo que el país necesitaba y él, costara lo que le costara, estaba dispuesto a cambiar de opinión, por beneficio de todos, claro. Así que dio una amnistía fiscal a todos los defraudadores de la Hacienda Pública, siempre que la cantidad desfalcada superara los 25.000 peseuros. Por debajo de esa cantidad, la justicia seguiría actuando con la rigidez necesaria. Multinacionales, grandes fortunas, bancos, clubes de fútbol, inversores en bolsa, jeques y emires, etc… se vieron beneficiados por estas innovadoras medidas de gracia. “Si ayudamos a los ricos, el PIB crecerá, disminuirá el paro y aumentaran las inversiones” decían. Un sector de asesores, algo crítico, con el gobierno insinuó que si disminuían los ingresos por impuestos, la educación y sanidad públicas, junto a obras públicas y ayudas a la emigración podrían resentirse sensiblemente y eso no sería bueno para el país. El ministro de Desinformaciones Autorizadas les recriminó el comentario y les amenazó con expulsarlos del Club de Asesores Predilectos. Les aconsejó que trabajaran en un fantasioso informe que expusiera las mejoras de la educación pública, de la sanidad y de las vías habituales de comunicación, carreteras y ferrocarril. “Si a los ricos les va bien, a Gorgonia le irá bien y al Gobierno, mejor”, aseguró. También se tomaron medidas para favorecer fiscalmente a las regiones más ricas. Había que aumentar las diferencias. Eso de la igualdad era algo muy antiguo. Los ricos estarían de acuerdo con Epigenio por puro balance económico a su favor y los pobres dependerían más de él y de sus ayudas, así que todos contentos. Se trataba de hacer pedagogía, “vender su moto” y tranquilizar al personal. El mensaje era que todo iría bien. Que Epigenio y su gobierno lo tenían todo controlado y trabajaban por el bien común.

            En el panorama internacional las cosas comenzaron a complicarse desde que unos científicos, por azar, encontraron el método de producir algodón radiactivo. En unos laboratorios de Benirak, Occidente Medio, se irradiaron semillas de Gossypium lo cual alteró su ADN a pesar de estar protegido en el núcleo de la fibra de algodón. El algodón es celulosa pura, un biopolímero compuesto por moléculas de glucosa en forma de motas blancas de tejido suave, esponjoso y permeable al aire. Es un gran absorbente de humedad. Estas semillas sembradas, estimuladas por la radiactividad natural y un proceso algo extraño del que no se conocían bien sus mecanismos, daban paso a unas plantas que emitían partículas alfa, beta y gamma y el algodón se transmutaba en una especie de uralgodonio, celulosa radiactiva, en dos palabras. Fotones y neutrinos solares actuaban como aceleradores del proceso emisor. La oscuridad nocturna ralentizaba la emisión aunque se hacían visibles unos diminutos destellos de luz solo captados por sensores TERA- CMOS de última generación.

            Este descubrimiento polarizó parte del mundo hasta alcanzar niveles insospechados. El algodón radiactivo era un nuevo material con aplicaciones, previsiblemente, de gran interés estratégico y comercial. Un tejido usado como arma era una revolución total y un colosal negocio. La TIA, agencia de información de los Estados Fundidos de América se puso manos a la obra: ese invento tenía que ser controlado y explotado por ellos.

            Las campañas de intoxicación contra el gobierno de Benirak comenzaron de la peor manera posible: por medio mundo se empezó a decir que Benirak con ese algodón radiactivo estaba construyendo armas secretas de destrucción masiva y su presidente Hansjuan  Juselim era un depravado dictador asesino y enemigo del pueblo benirakí. Hasta entonces los Estados Fundidos de América y Benirak habían sido cómplices en multitud de escenarios internacionales pero la negativa de su presidente a compartir el descubrimiento con las Sociedades Científicas privadas de EE.FF. marcaron un antes y un después.

            El camino estaba trazado y unos extraños manifestantes asaltaron la embajada de los Molten  States of América. El personal diplomático pudo escapar por los pelos pero el edificio fue totalmente destruido a causa de una oportuna cerilla y unos cuantos bidones de gasolina. Los agresores hicieron todas sus necesidades en las banderas que encontraron y en las fotografías del presidente americano. Las campañas anti Hansjuan arreciaron. A las armas de destrucción masiva les unieron arsenales de armas cuántico-químicas y virubacteriológicas capaces de destruir a toda la humanidad. Las fotos realizadas por agudísimos satélites espía no admitían dudas de ningún tipo. Misiles intercontinentales facilitados por Sursia, cargados de gases cardiopáticos, peligrosísimas bacterias y gigavirus  supercontagiosos apuntaban a todas las capitales de la OTRANP, Organización Transparente para la Paz. Hubo algunos intentos de diálogo pero todos ellos fueron abortados por los Estados Fundidos, que se erigieron en el Gendarme Mayor del mundo. La invasión del país se hizo desde países amigos y desde el mar por medio de enormes portaaviones gravitantes. Miles de drones dirigidos por satélites oscurecieron el sol. La misión fue directamente a por el presidente Hansjuan, sus cuatro ministros fieles y unos pocos miles de soldados bien pertrechados que lo protegían. En tres días el país quedó en manos de una élite de nativos, marionetas y amigos de los invasores. Al pueblo le vendieron aires de libertad, de progreso y de bienestar. Todo iba a cambiar para mejor.

            A Epigenio le faltó tiempo para ponerse del lado de los ganadores. Ya previamente había enviado un viejo barco hospital para atender a las posibles víctimas de población civil, alimentos liofilizados, medicinas caducadas, ropas de mercadillos y algunas ambulancias escacharradas en desuso. También llegaron a Benirak 3.000 policías para formar a nuevos miembros de la Policía Democrática benirakí y varios miles de latas de aceitunas procedentes de fábricas amigas junto a un par de barcos llenitos de naranjas. Eso le valió una foto dedicada del presidente de EFA, que exhibía como una joya en su despacho de gobierno, y el rechazo de toda Gorgonia por haberse prestado a colaborar en una guerra entre un águila imperial frente a un mosquito mareado.

            En medio de tanto fervor guerrero se anunció la boda de su hijo, la cual impregnó el ambiente de cierto olor a podrido. El escandalazo resultó mayúsculo. Fue la típica boda de un nuevo rico con poder. La ceremonia se celebró en la iglesia del Monasterio de la Santa Pena porque la esposa de Epigenio, Jardala, era sobrina del jardinero que se ocupaba del mantenimiento de todos sus patios en aquella época. Aquello permitió inyectar algunos peseuros en los jardines y recuperar tres especies de setas en peligro de extinción, solo producidas en aquel monasterio.

            A la boda de su hijo, Adán –lo había llamado así por ser el primero- se invitó, como corresponde, a toda la familia, cercana y lejana, pero Epigenio, como hombre público tuvo que atender cientos de compromisos. Para él la boda de su primogénito formaba parte de su campaña electoral. Invitó a gente pop, gente in, gente guay y sobre todo, invitó a gente rica. Las pamelas, los modelitos de cachemir, seda de oro o shattoosh de famosos modistos fueron los predominantes en las señoras. Los hombres todos de frac con zapatos brillantes igual que el jaspe negro. De entrada los invitados no cabían en la pequeña capilla del monasterio por lo que hubo que habilitar pantallas gigantes en el Claustro de las Columnas Invisibles y en la Huerta de los pimientos atomatados, genuina especie conseguida por los monjes siguiendo las instrucciones de un manuscrito medieval. Hubo un orden preestablecido de importancia que los asistentes tuvieron a la fuerza que respetar: capilla, claustro y huerta. Cada silla era especial e iba pareja con el nombre asignado. Como curiosidad, Epigenio estaba orgulloso de haber pagado, a precio de oro, que no hubiera dos sillas iguales. Ni una persona estaría fuera de su sitio. Su hijo se merecía lo mejor y, desde luego, lo más extravagante. Comenzada la ceremonia se activaría un enorme campo antigravitatorio que haría levitar, según su peso, a todos los invitados que estuvieran sentados. Asistir a aquella boda sería una experiencia única.

            La boda se agendó por la mañana. El convite se celebró por la tarde noche pues todos, incluidos los novios, necesitaban cambiarse de indumentaria. Además entre el monasterio y el lugar reservado para comer había más de cincuenta kilómetros. Una empresa de seguridad se encargaría de mantener el orden y de controlar a los paparazzi más rebeldes. También de los móviles de los invitados. Se avisó de que ningún invitado podría pasar con su móvil al catering. A todos se les daría móviles de cartón sometidos a un potente perturbador de frecuencias para impedir llamadas y fotografías al exterior, por si a alguien se le ocurría atravesar lo permitido. Al terminar la ceremonia deberían de entregarlos para recuperar el suyo. A los dos meses, una vez publicados y cobrados los reportajes acordados, podrían pasar a recogerlos. Dos empresas asesoras de imagen personal ligadas a televisiones privadas tenían la exclusiva de todas las imágenes: una de la ceremonia religiosa, otra del catering. Los novios habían vendido su boda en dos paquetes para obtener mayores beneficios. En el catering todos deberían llevar vestidos fosforescentes pues era una comida a la luz de la luna. Los novios viajarían esa misma noche al espacio. Un enorme globo con los colores de la bandera de Gorgonia los trasladaría a un helicóptero blanco en forma de paloma. De allí pasarían a una base militar donde un super avión alquilado en los Estados Fundidos de América –casi una nave espacial- los pondría en órbita semigravitacional. Estarían dando vueltas toda la noche gorgonesa alrededor de la Tierra. Una experiencia galáctica para recién casados.

            Todo resultó novedoso y bien pero periodistas especializados en investigación tuvieron un chivatazo de que todos los gastos de la boda habían sido pagados por dos o tres empresas que habían obtenido sabrosos contratos públicos dados por el gobierno. Siempre la misma cosa: el gobierno concedía ayudas, subvenciones y contratos de servicios públicos y las empresas pagaban en especie: bodas, bautizos, comuniones, viajes, gastos de publicidad del partido en campañas electorales, alquiler de locales o sastres de Paris o Nueva York. A veces estas operaciones se realizaban por medio de testaferros o empresas deslocalizadas en paraísos fiscales. Siempre la misma cosa. El lujo en la boda del hijo de Epigenio fue excesivo, un derroche, un despilfarro, una ostentación pagada con dinero manchado. Al dinero de festejos no se le pudo seguir la pista demasiado bien, pero a Epigenio le crecieron los enanos –con todo el respeto para ellos- y la caja B del partido fue denunciada por un vengativo tesorero venido a menos que anotó hasta los cinco euros de un café que un día se tomó el presidente a cargo del partido. Todos los altos cargos del gobierno epigénico recibían sobresueldos en sobres con dinero en metálico. La mayor parte de este dinero provenía de grandes empresas: compañías aéreas, venta de armas a terceros países, grandes operadores de turismo, implicados en energías renovables, constructoras de puertos, aeropuertos, autovías y nuevas tecnologías del ferrocarril, etc…. Rodaron algunas cabezas del partido pero la cosa se paró al llegar a cierto nivel. Los nombres camuflados de los más altos cargos y la prudencia y lealtad de los cargos intermedios fue una barrera infranqueable para la justicia que siempre tiene que demostrar, probar, hacer evidente la culpabilidad sin sombras de ningún tipo. El partido quedó manchado y la imagen de los líderes, nacionales y regionales, se deterioró. Personas y partido perdieron credibilidad. Epigenio se fue acercando a un Epi decadente.

            Epigenio fue perdiendo apoyos, incluso dentro de su propio partido, y llegó un momento en el que tuvo que pactar con las FUERZAS NEFASTAS, un conglomerado de partidos minoritarios ajenos al bien común que ansiaban ser privilegiados. Les horrorizaba la igualdad. Estaban allí por garrafales fallos de la ley electoral consentidos por la generosidad de los demás territorios de la nación. Disfrutaban de más representación de la que realmente deberían ostentar. Acorralado, Epigenio se aferró al poder y empezó a conceder a los NEFASTOS competencias importantes del Estado. Lo que dijo que nunca haría lo comenzó a hacer: vendía Trozos de Estado a cambio de apoyos puntuales de las ambiciosas, perversas y siniestras fuerzas que solo pretendían alimentar su ego y aumentar su poder. La antisolidaridad se apoderó de todos ellos. Epigenio perdió la vergüenza, la ética, la estética y todo lo que tenía que perder a cambio de permanecer en el Palacio Presidencial de San Suplicio Gozoso. Se convirtió en un sinvergüenza integral junto con sus ministros, asesores, legión de enchufados, amigos, militantes y simpatizantes en primer grado. Epigenio llegó a no poder asomarse a la puerta de la calle. En los actos públicos le tiraban medusas, enjambres de ciempiés y excrementos de oveja. Le llamaban de todo. Por consejo de los suyos acudía a los medios amigos para que le hicieran entrevistas masajes. La prensa escrita afín le publicaba reportajes fakes que nunca lograron ni un miserable lavado de cara ante el tamaño de sus fechorías políticas. Sus malos hechos hablaban por él. Llegó a entrevistar él a sus propios ministros y colaboradores en una serie que llamaron “El genio de Epigenio”, pero nada logró mejorar su imagen. Solamente su corte de babosos lo adulaban y lo protegían porque su pan dependía de ÉL. Su personaje político –todo en él era puro teatro- se asoció a un maltrecho felpudo que todo el mundo pisaba a su manera. Hasta sus más allegados. Era un cadáver político. Un ocupa del poder al que todos sacaban favores, dinero o privilegios. Eso lo mantenía en el sillón.

            Llamó a la crispación. Y volvió la crispación como elemento cotidiano. Nos conviene crispar, decía Epigenio sin rubor en sus medios amigos. O conmigo o contra mí. Los malos y los buenos. La verdad contra la mentira. Los blancos y los negros, etc, etc……La separación, el continuo recuerdo a la guerra incivil, la división, el “y tú más”, el importa quién lo diga y no lo que se diga, los despropósitos, la envidia nacional, …, ya se sabe “a mar revuelta, ganancias de pescadores” “cuanto peor, mejor”, etc, etc.

            El asunto de utilizar a la Policía Ciudadana para investigar a gente de su propio partido y de la oposición le reventó los esquemas en una sesión parlamentaria. Era tal su ambición por el poder que desconfiaba de sus colaboradores más próximos. Las alcantarillas del Estado por donde circulaba demasiada agua turbia, hartas de tantas mentiras, soberbia y ambición –y un desafortunado no a una subida de sueldos-destaparon los depósitos de mierda y vapores purulentos con escritos firmados por Epigenio en los que ordenaba indagar en la vida privada de dos de sus ministros y en varios líderes de la oposición, así como empresarios, directores bancos y de periódicos. Aquello fue un misil certero a su estado de ánimo. Acorralado, enfurecido y en trance de una fuerte depresión convocó elecciones generales argumentando problemas de salud.

            Durante las semanas de campaña electoral, un grupo de periodistas críticos a Epigenio, con gran olfato político, agrupados bajo el slogan de “LA LUZ: Aquí y ahora”, dieron publicidad, todos los días, por tierra, mar y aire el siguiente artículo que, por su interés y trascendencia, reproducimos íntegramente:

            ¿Crisis? ¿Progreso? ¿Locura? ¿Realidad?  “A la luz de la luz: aquí y ahora”

Entendemos que vivir es un mix de conocimientos, desdicha, felicidad, súplicas, trabajo, preocupaciones, sentimientos, viajes, política, salud, experiencias, contradicciones, lo malo, lo bueno, etc. La mezcla es la esencia de lo cotidiano y a veces nos resulta difícil identificar lo fundamental porque, normalmente, se nos muestra contaminado y lo importante se confunde con lo urgente. Todo aparece formando parte de todo. Las conexiones dominan los espacios. Si son interesadas más. Mientras, las mentiras forman parte de cualquier verdad, lo blanco se combina con lo negro y las sombras se confunden con la luz tejiendo zonas de penumbra. Lo que, con toda claridad, es bueno para la Naturaleza y para la vida, por intereses de unos pocos, se convierte en un problema a la hora de intentar solventar las dificultades sociales o políticas. Ante la concentración de opiniones, ambiciones y desinformaciones, estos escenarios cristalizan en ilusiones mentales difuminadas, en desvanecidas nubes sin perfiles: existen pero nos resulta muy difícil interpretarlos y llegan momentos en los que ¡Ya no sabes a quién creer ni lo que creer! Lo sencillamente complejo ha sido sustituido por lo complicado de la sencillez. La perversa simplificación se vende para explicar lo complicado. Entendemos que tanta tergiversación, tanto retorcimiento, intenta que no lleguemos a comprender, y en ese maremagnun de falsedades no encontremos elementos de juicio claros para pensar por nosotros mismos. Casi todos nos mienten. Son unos embaucadores que pretenden que aceptemos sus mentiras como nuestra verdad, y sobre todo que seamos obedientes y sigamos sus consignas. Todos trabajan para convencernos, no de su bondad sino de la maldad del otro. La política ha pasado de ser el arte de lo posible al arte de la mentira marketinizada. A nuestro entender esto explicaría el éxito de los horribles populismos: mensajes directos al corazón o al estómago, concretos y políticamente correctos. La ciudadanía así siente experiencias, lo que en el fondo es más de lo mismo o incluso peor. Entienden una falsa verdad que sienten pero no son capaces de defenderla con argumentos. Política y pasión son malos compañeros de viaje.

            Armas tradicionales son y han sido: El poder, lo pícaro, lo válido, el implacable tesón, lo práctico, el brillo, la confusión, lo útil, nuestros peseuros, lo manejable, las imposibles promesas, lo reutilizable, la vivienda necesaria, las trampas, la agresividad disfrazada de pacifismo, el pisotón, la discriminación, el bofetón, la exagerada adjetivación, la envidia, el engaño, la intolerancia, el enfrentamiento, la frialdad, el sentimentalismo, el futuro bienestar, la insensibilidad, el avasallamiento, el aislamiento, la soberbia, el quítate tú que me pongo yo, el engreimiento, lo vacío, la imagen, el marketing, la psicología social, los terabig – data, el doble rasero, la falta de compromiso, la falsa solidaridad, el falso tusproblemassonmisproblemas, la tergiversación, el puro interés, el chantaje, el ocultamiento, el insulto vestido de alabanza, etc.

            Resultaría difícil, muy difícil, establecer una priorización y mucho menos una clarificación de estos componentes en una situación cotidiana o ante un problema social. Se encargan de que esto sea imposible. Pero es terriblemente fácil darse cuenta de que lo que nos rodea contiene significativos porcentajes de todo lo anterior. Siempre lo hubo en el mundo. Siempre existió. Pero hoy parece estar más presente que nunca. Así nos hablan de: Tigres disfrazados de payasos que inauguran cementerios. Reuniones de focas ordenadas y sentadas que se dan la palabra cuando el semáforo se pone verde. Fábrica de ideas enlatadas con precinto de garantía y con fecha de caducidad. Iglesias llenas de pájaros sentados con botellas de butano amarradas a la espalda. Cuerpos acostados en catres sin somier y sin colchón, sólo con sábanas. Pensamiento único. Escuelas llenas de paja esperando que lleguen los burros. Farmacias que venden menús de cócteles venenosos. Barcos con patas de avestruz que sustituyen al metro y al centímetro. Bolígrafos en estado de catalepsia. Uñas que crecen hacia dentro. Ballenas que incendian montes. Partidos de fútbol jugados entre serpientes con pelotas de granito… ¡No os preocupéis, todo va bien, todo es normal¡

            Elefantes que caminan por los hilos del teléfono llevando cada uno una palabra. Enamorados condenados a desenamorarse por tribunales de águilas. Latas de comida para el 3.500 donde los conservantes totalizan el 95 % de su contenido. Inútiles que legislan, gobiernan y dicen todo lo que se les ocurre a través de una cebolla cableada. Robots vestidos con corbatas y papel higiénico haciendo el amor a un bidón de gasolina. Traficantes de droga repartiendo cuadros de Picasso y Goya entre buitres con pajarita y frac. Arquitectos que construyen hormigueros y panales para abejas de plástico. Presidentes y ministros vendiendo hamburguesas metálicas caramelizadas. Guitarras que tocan solas cuando se les sopla por una clavija. Manzano repleto de jeringas colgantes. Palabras sin letras. Cielo sólido. Políticos reptiles que quieren escribir la Historia.

            No os preocupéis, todo va bien. Todo es normal. El tiempo camina a nuestro favor.

            Hospitales convertidos en supermercados de enfermedades, banqueros transformados en hortelanos ladrones que trafican con miles y miles de patatas en metálico, periódicos con hojas de cemento, luz oscura, sol frio, nieve negra. Mares como sepulcros líquidos, ministros terroristas, llaves de azúcar. Granjas de tijeras medianas y pequeñas que hablan solo en inglés. Mesas sin patas. Ojos sin cara. No temáis. Todo va bien. Todo es normal. El tiempo avanza a nuestro favor. No hay problema. Estamos trabajando. Lo tenemos todo controlado. No pienses, vive la vida. Yo me ocupo.

             Epigenio montó el circo electoral y le crecieron los enanos, con el mayor respeto para estas personas. Lo que le parecía imposible sucedió: perdió las elecciones porque consideró que el pueblo era un perfecto idiota que podría dominar a su antojo. Por fortuna la gente aprecia y diferencia la verdad de la mentira. Su comportamiento como gobernante fue el de un capullo integral, un genuino e imbécil matón del tres al cuarto. Y tuvo que dar paso a Diamantina.

 


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