domingo, 23 de marzo de 2025

III de III.- Esmeralda Diamantina: Algo de luz en las tinieblas

 

Exteriores de Oodi, o la biblioteca como oda al futuro (Helsinki, octubre 2024)

            Aunque tarde, este es el tercer relato que cierra el círculo con dos entradas anteriores: El I/III lo titulé “El dominio de Atricio Cacerolo” (4.09.2024). Continuó el II/III con el “Reinado de Epigenio Fostén” (16.09.2024). El de hoy, “Esmeralda Diamantina: Algo de luz en las tinieblas” es la final de tres visiones de presidencias de gobierno, tres modelos. La ficción y la realidad forman parte de la vida de la gente y, con frecuencia, cuesta trabajo diferenciarlas debido a su íntima unión. La visión de velar por el bien común y la seguridad de la ciudadanía parece ser una mirada trasnochada y antigua. Ahora funcionan otros modelos alejados de las genuinas necesidades de la gente y más centrados en líderes autoritarios disfrazados de demócratas; líderes que no rinden cuentas y que se centran en el desarrollo del poder y en el circo con pan. Cada cual debe quedarse con el modelo que más le guste o bien crear su propio modelo. Esa sería la mejor opción, la más saludable. Las tres miradas aquí expuestas es lo que pretenden, crear pensamiento crítico y que cada cual combine cualidades y comportamientos y elija. De todas formas no es casualidad que lo escrito a continuación continue con el color verde.

III de III. Esmeralda Diamantina: Algo de luz en las tinieblas.

Esmeralda Diamantina era una guapa joven de setenta y cinco años. Había ganado las elecciones que el calamitoso Epigenio tuvo que convocar, sin más remedio, por el maltrato dado a la libertad y a la igualdad; por permitir corrupciones variadas y por sus sueños de egocentrismo histérico-soberbio. La nación había sufrido la presidencia consecutiva de dos sectarios políticos, ineptos, mentirosos y narcisistas, que condujeron al país a la tristeza, a la melancolía y al enfrentamiento. Hasta los pájaros estaban tristes. Estos habían dejado de cantar. Las vacas, contagiadas del encabronamiento reinante, daban muy mala leche.

            Diamantina, esa joven mayor, escuchante de radio y de personas -lectora de cuentos desde su niñez- creía en la eficiencia del genuino diálogo, en los puentes mucho más que en los muros y en el meollo de la democracia: acuerdos abiertos a todo el espectro político para luchar por el bien común y no solamente por el de unos pocos. Estaba convencida de que, a pesar de las lógicas diferencias, todos los partidos tenían algo bueno que decir. Así que convocó a aquellos que disfrutaban de escaños en la Casa-Taller de la Democracia, máxima representación institucional de la nación, y agendaron una reunión trimestral con cada grupo, empezando por los que –a su juicio– tenían mayor número de pies en el suelo y menor número de pájaros en la cabeza, aunque su representación parlamentaria fuera menor.

—Tenemos que con versar, ya sabéis, armonizar y concordar versos juntos. El peso de gobernar la nación no puede caer solamente sobre mis frágiles hombros, decía. —Necesito escuchar vuestras propuestas, vuestras críticas, quejas y sugerencias. Los políticos debemos ser artistas de la convercanción, ya sabéis, cantar y conversar al mismo tiempo, lo cual libera al alma y alivia el espíritu. Ser de izquierdas o de derechas es una de las infinitas maneras que el hombre o la mujer, y ya puestos también les persones, pueden elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de una hemiplejia [1] moral grave que causa estragos. No es cuestión de derechas o izquierdas. Es cuestión de izquierdas y derechas. —“Las soluciones nacen de los análisis compartidos que dan lugar a síntesis”, repetía cada día. —“Por ética y moral cívica, no podemos defraudar a la gente que confió en nosotros. La clase política tiene que ser el conjunto de servidores de la ciudadanía y debería consumirse en ese empeño. “Los ciudadanos de izquierdas y derechas tienen las mismas necesidades”.

            Diamantina tenía claro que en política no debería haber vacaciones, aunque algunos se las tomen. Presentarse para representar al pueblo es un honor y una expresión máxima de la voluntad. Además, los horarios son flexibles y el trabajo muy satisfactorio. Decía que: 

—Siempre hay problemas por resolver y siempre hay ciudadanía trabajando que necesita nuestro ejemplo, presencia y esfuerzo cotidianoEl que no quiera, que no se presente. “Las vacaciones, y muchos viajes -algunos hay que hacer-, para el político, llevan implícito el abandono de la gente y, con frecuencia, suelen ser una excusa para no dar la cara y espantar los fantasmas que lo tienen cercado”. "Pura estrategia pensada y repensada. Reclaman un descanso que no necesitan o se refugian en exageradas necesidades familiares que usan como escudo. Evidentemente, los políticos no son de goma ni de acero inoxidable, pero manipulan lo inmanipulable siempre en beneficio propio con la intención de aumentar sus influencias, mejorar su imagen o elevar su poder. Ejercer la política debe ser vocación, un entregarse a tope, una especie de sacerdote laico, jamás un refugio de parados o aprovechados y menos un negocio".

            Los pilares democráticos de Diamantina estaban calcados de una nación vecina, Franconia, donde todos los edificios públicos del Estado, y especialmente las escuelas, tenían grabados los valores de libertad, igualdad y concordia. En sus monedas, las tres palabras cierran un destacado círculo exterior. Durante las fiestas de los pueblos, con la intención de que echen raíces, se siembran globos en el aire con estas valiosas voces impresas. En las playas, los aviones sobrevuelan la costa tirando de una enorme bandera nacional y sobre ella, los tres inequívocos vocablos escritos con vapor de colores. La radiotelevisión pública abre los noticiarios con: “Ciudadanos y ciudadanas, que la libertad, la igualdad y la concordia habiten entre vosotros”.

            Ella, Diamantina, añadía un par de cosas más: Estaba convencida de que todo iría mucho mejor si se mantenía la ferromágica unidad de la nación. “La unión siempre nos hará más fuertes y, sobre todo, en un mundo egoísta, violento y globalizado”, comentaba. Concretaba esa unidad supermagnética en un sistema educativo público gratuito y equitativo hasta los 18 años. El 75 % del curriculum real tenía que ser común y consensuado para todos los niños de Gorgonia, basado en contenidos básicos y en competencias significativas. La otra columna era una sanidad pública universal cuántica y cogratuita. Cada ciudadano tendría que colaborar con un porcentaje de sus ingresos anuales para mantenerla, salvo aquellos que tuvieran unas retribuciones por debajo del salario ínfimo. Resultaba ridículo, absurdo y poco operativo catorce sistemas sanitarios diferentes y desiguales en un país como Gorgonia.

—Poner fronteras de cualquier tipo dentro del país es de una torpeza infinita y ,mucho más, si estas son sanitarias, educativas o económicas —afirmaba.

Para Esmeralda había otro valor fundamental: la lealtad, sublime y fértil. —"Desde la lealtad democrática y constitucional se puede discutir todo”. “Si no nos gusta esta Constitución, hagamos otra, pero entre todos". Mientras tanto, "tendremos que aplicar la que hay sin reventar sus costuras y sin exigirle lo que no consta o lo que conviene solamente a unos pocos”. La Constitución nunca será una vaca sagrada ni un becerro de oro, pero era el marco general de referencia que toda Gorgonia tiene que respetar, explicaba. Su fuerza está en la revisión cada veinte años. En esas reformas, aparte de representantes de todo el espectro político, colaboraban tres comisiones: 20 jóvenes de 20 años, 20 mujeres y 20 hombres entre los 40 y los 60 y 20 mayores con más de 80. De todos era sabido que el número veinte representaba la transformación, la renovación, el reinventarse, el cambio de paradigma, el despertar espiritual, la toma de conciencia, el resurgir de tus propias cenizas, la madurez, la comprensión, el resurgimiento a la vida, el entusiasmo y la claridad de ideas. Ponerse de acuerdo en bases importantes cada veinte años era un deber inexcusable para toda la nación.

            Otro aspecto que estaba claro para Diamantina era que se aceptaba la multiplicidad cultural y todas las diferencias habidas y por haber, pero el primer idioma, el idioma oficial de todo el país, era el gorgonés. Por lógica, inteligencia y eficacia, su uso fue consensuado en todas las Administraciones Públicas. Los siete idiomas que se hablaban en el país, inigualable tesoro cultural, estaban protegidos y reconocidos y se podían usar por toda la nación para cualquier tipo de trámite o ante cualquier empresa o administración, pero siempre con traducción al gorgonés. Por otra parte, aunque podía hacerlo, Esmeralda Diamantina nunca desarrollaría un Ministerio de Cultura. En su opinión, Cultura y Política eran incompatibles. Una nación y catorce culturas era el planteamiento, como dijo el filósofo Mariano Unbuendía. No había una cultura nacional. La nación era un ramo de catorce rosales diferentes y cada uno de ellos adornaba los jardines de todos los demás, floreciendo conjuntamente junto a jazmines, geranios, margaritas, gladiolos, azucenas, amapolas y orquídeas.

            En estas líneas estaba recogida, en síntesis, la filosofía política de Diamantina, aunque no tenemos más remedio que continuar con una exposición ampliada de su pensamiento político para no dejar fuera otras parcelas de interés.

            Diamantina hizo lo imposible para que en el Reino de Gorgonia se reinstaurara el mérito y la capacidad para ocupar tanto puestos de funcionarios como de responsabilidad política. Colocar a amigos, militantes de partidos y familiares, además de contar con el desprecio transparente de la sociedad, podía estar penado con la dimisión o el cese del responsable, aparte de multa o cárcel, según el caso. Lo mismo si se intentaban hacer negocios con dinero público. Quedarse con dinero común, malversarlo o cobrar comisiones por obras públicas o similares —compra de material escolar, material sanitario o informático, muebles para ministerios, etc.— te costaba el puesto y aparecías con tu foto en todos los medios oficiales durante una semana con un cartel acusatorio: “Expulsado/a de la Administración por ladrón/a: nos ha robado a todos”. Para compensar el daño, la Justicia obligaba al corrupto a devolver el doble de la cantidad “manoseada”, a trabajar en una residencia cuidando ancianos durante un año por el salario mínimo y a limpiar cunetas de carreteras durante otro año por el mismo salario. Se le llamaba “trabajo social compensatorio”. En caso de reincidencia, la condena era trabajar a diario para limpiar el odio del país entre los partidarios del Negro Extremo Oeste y el Gris Extremo Este. Además, los domingos por la mañana paseaban por los parques vestidos de palomas de la paz jugando con los niños.

            Como mujer, Esmeralda sabía mejor que nadie de lo que era capaz una mujer, así que se derogaron leyes que las favorecían por el mero hecho de serlo. Eran leyes ofensivas que denigraban a las mujeres, pues las consideraban como seres inferiores que tenían que ser protegidas. Estaba claro que tener un hijo no podía convertirse en un hándicap vital, así que el Estado pagaba el triple del salario mínimo a la reciente madre durante cinco años, tiempo y sueldo que podían disfrutar cualquiera de los dos cónyuges o bien repartirse ese periodo según las necesidades y la libertad de cada cual. Las guarderías públicas, gratuitas, ofrecían sus servicios desde las siete de la mañana a las once de la noche. Por cada hijo/a se recibía una ayuda mensual considerable hasta su mayoría de edad. Ser mujer o ser hombre, o cualquier distinción por sexo o género, era condición humana y no daba derecho a privilegio alguno. La igualdad de oportunidades estaba garantizada. A partir de ahí, formación, capacidad, méritos, esfuerzo, responsabilidad, mentalidad crítica, conocimientos, habilidades, seriedad, etc. eran los pilares básicos para encontrar trabajo o ascender en el correspondiente escalafón profesional. El sexo o las tendencias sexuales, por pura dignidad, tenían que salir fuera de la lucha política y de los privilegios laborales. Para las personas discapacitadas existían generosos planes estatales de integración llevados a cabo por personal técnico específico: nadie con necesidades educativas o laborales singulares se quedaría desatendido.

            Sobre la violencia de género, Esmeralda y su partido, “el LPD" (Libertad, Progreso y Democracia), aseguraban que ningún ser humano es un asesino por gozar de dicha condición. Nadie nace asesino; el asesino se hace. Necesita un tiempo y unas circunstancias; luego, toda la sociedad es corresponsable de cualquier maltrato social, sea a la mujer, a homosexuales, a los ancianos, a los niños, a los transexuales, etc., y de todas las demás violencias. Somos las personas, las familias, la escuela, los medios de comunicación, los gobiernos, las instituciones, las empresas, también los sindicatos, los que –voluntaria o involuntariamente- generamos el machismo, racismo o cualquier otra maldad, sea el “lo maté porque era mío”, los acosos a las niñas miopes, a los mestizos de la piel más oscura o a los que llevan plumas de colores. Era por todo eso por lo que Diamantina decía: “Si un hombre, una mujer, un joven o una anciana maltrata, todos y todas y todes estamos maltratando con ellos”. Por eso hemos de tomar medidas concretas en las familias, en las escuelas, en los medios de comunicación, en los gobiernos, en las empresas y en los sindicatos. Planes y acciones concretos coordinados. La estadística y los profesionales nos indican con claridad los focos prioritarios de actuación. Fundamentales son los puntos y centros de información y ayuda sobre maltrato. La actuación de las instituciones debe concentrarse en los sectores sociales o focos donde radiquen las víctimas. Ante un problema, Esmeralda Diamantina estaba convencida de que el mejor ataque era delimitar las causas. Paliar los efectos era necesario, pero implícitamente lo reconocía como un fracaso. Prevenir es mejor que curar. Para ella ese era el principal desenfoque de las políticas desarrolladas por los gobiernos anteriores. Echaba de menos la colaboración social para sentar las bases de un pacto de Estado. Atajar las violencias, sean de la naturaleza que fueran, no puede depender –como algunos políticuchos y políticuchas promovían- del gobierno de turno. La única salida razonable era un acuerdo de Estado continuado en el tiempo. La democracia debe educar contra cualquier violencia y penalizar proporcionalmente a la persona que comete o promociona hechos violentos contra personas, animales o cualquier tipo de patrimonio, sea natural, artístico o científico.

            El derecho a la vivienda estaba recogido en la Constitución. Para Diamantina y su gobierno, la vivienda era inviolable, pues es el recinto más íntimo que tenemos las personas. La ocupación era un delito muy grave por lo que supone de violencia y de total atropello a la intimidad personal y a la propiedad privada. El Estado construía cada año 100.000 viviendas de protección solidaria porque era prioridad nacional concretar el derecho constitucional, bajar el precio de los alquileres y atender a miles de familias. La campaña “Casitas con encanto” fue muy bien acogida. Por riguroso orden, y con unos requisitos mínimos, se asignaban a las familias de menores rentas demostradas y a los jóvenes. Los beneficiados tenían que abonar el 10 % de su sueldo mensual, luz, agua, contribución y el normal mantenimiento. A los 25 años tenían opción de compra en unas condiciones muy ventajosas. Si los interesados certificaban ingresos insuficientes por medio de la Agencia de Tributos y Tasas, el Estado disponía de un dinero para créditos casi sin interés. Este gobierno tenía claro que nada era gratis total y que los interesados siempre deberían aportar alguna cantidad, por pequeña que fuera, cantidad que no podía quebrantar la economía familiar. Se trataba de, durante un tiempo, dar algo de pescado y de que los interesados se comprometieran a aprender a pescar. Eran copartícipes de su propio destino. Las familias que regresaban a pueblos semivacíos para vivir en casas ya hechas, dignas y habitables, recibirían una importante ayuda mensual durante cinco años para adaptarse a la nueva vida.

            En el asunto de la emigración, Esmeralda pidió, trabajó, soñó, tejió… un pacto de Estado porque “ningún partido puede solventar solo un problema de tal magnitud”. Volvemos a los ineludibles consensos colectivos continuados para ser eficaces. Ante un asunto de la gravedad de este, no se puede estar empezando cada vez que el Gobierno cambie de color. La emigración es un fenómeno continuo en el tiempo y en lugares concretos, por lo que no se puede solventar con una política de punto y final. Tampoco con oportunismo ni improvisación. Ni siquiera con un punto y aparte. Tenemos que trabajar juntos con acciones concretas de punto y seguido. Los emigrantes nos necesitan y nosotros los necesitamos. Ahora bien, como aquí nada es gratis, ellos tendrán que poner parte de su parte. Quiero decir que les atenderemos en la sanidad pública, niños y adolescentes tendrán una plaza escolar, les daremos comida y alojamiento, pero ellos tienen que saber que “los dioses ayudan a los que se ayudan a sí mismos” y que nuestros recursos no son ilimitados. Necesitamos su colaboración, su ayuda y su respeto. En todo sistema, para que funcione, hay un input y un feedback. Y respecto a sus culturas, ningún problema. Gorgonia, en su definición y en su vida cotidiana, es multicultural en sí misma. —Lo que no puede hacerse, afirmó Diamantina, es machacar o mutilar nuestra cultura para imponer la de los emigrantes que llegan porque eso es antinatural, antisocial y antimulticultural y, además, resultaría imposible. Las personas que lleguen tienen que respetar nuestras costumbres y tradiciones, deberán de adaptarse y comprender la tierra que los acoge. Nosotros debemos respetarlos y permitir las suyas, siempre dentro del marco legal que nos hemos dado. Ni más ni menos. Como medidas claras están la leal colaboración y contacto permanente con los Gobiernos Regionales; potenciar a tope la emigración legal; luchar por tierra, mar y aire contra las mafias que transportan personas como animales o botellines y contra los gobiernos corruptos; potenciar la formación en los países de origen (escuelas, guarderías, centros de formación profesional, universidades, centros de secundaria, etc...); favorecer la emigración circular (se viene, se trabaja y vuelven a su país hasta que haya otro trabajo,…); instalar y asentar empresas y fábricas en los países de origen; ayudas a ONGs y Asociaciones de Interés Social que se establezcan en dichos países para cuidar y potenciar lo autóctono; conceder préstamos controlados a empresarios nativos del país para hacer viviendas, carreteras, hospitales, plantas potabilizadoras, centros de recuperación de residuos, etc… Es vital potenciar el desarrollo local y evitar así que las personas tengan que salir de su entorno geográfico. Los países receptores de emigrantes tienen que mutar a seguros motores del desarrollo del país que los envía. Todo ello debe de hacerse evitando los problemas que nuestro salvaje desarrollo ha generado aquí, especialmente la concentración de personas alrededor de grandes ciudades, la contaminación de aguas, tierra y aire y la desastrosa acumulación y gestión de residuos. No podemos repetir allí los errores que nosotros hemos cometido.

            Tema de especial sensibilidad para Esmeralda Diamantina era la despoblación. La acumulación de millones de personas alrededor de las grandes urbes la consideraba una enorme desgracia y la sacaba de quicio. Otro gran pacto de Estado era necesario, sobre todo de Gobiernos (central, autonómico, provincial y local), empresas y la UEPHN (Unión Estratégica de Países del Hemisferio Norte). En opinión de Diamantina y de su equipo de gobierno, es ridículo que un trabajador se pase una hora en metro para ir a trabajar y otra para volver. Las ciudades dormitorio que rodean a Matrix, Nabar, Ciava o Yasé suponen enormes problemas por la acumulación de miles de personas en espacios muy reducidos: suministro de agua, recogida de basura, luz, transporte público, atención sanitaria, escuelas, servicios varios (tiendas, bancos, bibliotecas, supermercados,…). Aparte de un deterioro progresivo de la salud mental debido al enorme estrés que se acumula y a dosis elevadas de incomunicación. A todo ello hay que unirle el problema de la vivienda, ya que son escasas, caras y pequeñas… Salvo excepciones, la calidad de vida es cero. Jornadas interminables de trabajo y escasa convivencia familiar, etc., etc… Mientras tanto, miles de pueblos se quedan vacíos, casas espaciosas y bellas se hunden por falta de mantenimiento, no hay niños ni jóvenes ni servicios… La tristeza y un progresivo deterioro se adueñan del ambiente del pueblo… Cierre de sucursales bancarias, cierre de cuarteles de la Guardia Nacional, cierre del centro médico tres días a la semana, cierre de la iglesia del pueblo excepto los domingos, cierre de pequeños negocios familiares que no tienen relevo generacional, cierre de la escuela unitaria… Ya no hay tiendas donde comprar ni bares donde alternar o jugar a la brisca, al tute o al dominó… La quietud se apodera de las calles y casas; carteles de "se vende" se ven por todos lados… En algunas viviendas solo vive el cartel “SE REGALA, la llave está debajo de la piedra, a la izquierda, teléfono de contacto… o bien razón en la casa de enfrente”. El silencio deambula por las calles, dueño y señor de todo, porque los viejos no hacen ruido… Las personas se mueren en sus casas y allí permanecen por semanas o meses porque no hay nadie que pueda trasladarlas ni sepultarlas en el cementerio, también cada día más solo y despoblado. El viudo, o la viuda, no tiene fuerzas ni ganas… Se limita a sellar la habitación y no volver a entrar. Viene muy bien la cinta americana para evitar que salga el mal olor… Diamantina sabe lo que es eso y no está dispuesta a que tanto desastre aumente cada día.

            Tardarán generaciones, pero ella se lo ha tomado en serio y así lo contagia a los demás partidos. Se crea el Ministerio de la Despoblación. Se eligen catorce comarcas de Gorgonia distribuidas por todo el territorio. Lo que se hace en una se hará en las otras trece. Lo primero será arreglar la mejor carretera que comunique la comarca con la capital. Lo segundo es sembrar la zona con antenas 7G para que internet tenga la mejor autopista. La red debe funcionar a todo trapo. La tercera será invertir unos cuantos millones de peseuros en repoblar los desnutridos bosques y dehesas de la zona. El equipo de gobierno está convencido de que la presencia vegetal traerá vibraciones positivas y población a toda el área. Desde el principio de la campaña se estableció una línea de trabajo con los empresarios. Se prefiere a las pequeñas y medianas empresas. Las multinacionales se dominan peor, aunque si alguna viene, se le recibirá y se hablará con ella. Las empresas tendrán grandes ventajas laborales y fiscales. Estas ventajas estarán en proporción con el número de puestos de trabajo creados y el dinero total que se está dispuesto a invertir en las zonas de silencio. Se cuenta con el apoyo de los ayuntamientos afectados y la Asamblea Provincial. Se creó una Agencia Rural de Trabajo contra la Despoblación donde se registraban todos los puestos que las empresas ofrecían y los trabajadores que estaban buscando salir de las salvajes aglomeraciones urbanas de las ciudades dormitorio.

            Se controlaría escrupulosamente la concesión de licencias en las grandes urbes, tanto para construir viviendas como para abrir negocios. El criterio predominante será el interés social de la inversión y se intentará desviar todas las iniciativas no autorizadas a las comarcas elegidas como lugares experimentales de repoblación de esperanza e ilusiones. Habrá dinero y subvenciones para restaurar viviendas abandonadas en los pueblos despoblados y se rebajará el IBI al 50 % durante veinticinco años. Se asegurará el transporte y comedor escolar y se establecerán futuras ayudas en caso de tener que trasladarse a la capital para estudios universitarios. También se garantiza la atención sanitaria en el pueblo los cinco días de la semana con un centro comarcal de referencia en un radio de 20 kilómetros para fines de semana y urgencias. La videoasistencia sanitaria sería de 24 horas al día. Un tráiler con doble remolque, a modo de farmacia ambulante en la comarca, garantizaba la medicación diaria. A él se unirán dos furgonetas-ambulancias y dos motos para servicios urgentes.

            Paralelamente, se organizó una fantástica campaña en los medios de comunicación para concienciar a la población sobre las ventajas de vivir en un pueblo. La campaña se concentró en las ciudades dormitorio. Aparte de vallas publicitarias, la radio y la televisión reproducían imágenes de lugares con encanto, aire puro, paisajes multicolores y entrevistas con personas que vivían en los pueblos. Se recomendaba, con insistencia, no lanzarse a la ventura. Quien se trasladara debería contar con un puesto de trabajo suficiente para mantener a la familia, aunque la vida en el pueblo siempre sería algo más barata que en la ciudad.

            Para Diamantina era fundamental mantener un contacto fluido con la prensa; para ello daba una rueda informativa abierta cada quince días. Los periodistas tenían que acreditarse en la Casa-Taller de la Democracia. No había preguntas concertadas de ningún tipo ni censura, previa ni posterior, de nada. El asesor jefe de las Palabras Transparentes acompañaba siempre a diamantina. A veces ella, ante la duda, respondía que no podía responder y pedía disculpas. En otras ocasiones guardaba silencio, pero quincenalmente daba la cara y, como buena estudiante que era, procuraba no dejar muchas preguntas en blanco. Algún periodista se sorprendió cuando Diamantina le pidió su número de móvil y su email para enviarle documentos o respuestas más completas a las escuchadas. Esmeralda Diamantina también concedía entrevistas a las televisiones de derechas, de izquierdas y a las mediopensionistas. Decía que no solamente hay que ser sincera y transparente, sino también parecerlo. Toda la prensa agradecía esas buenas formas con elogiosos comentarios hacia su persona, aunque un buen sector de ella no coincidiera con sus opiniones. Dar su tiempo a todo el espectro de los medios le parecía una buena práctica democrática.

            Un tema importante para Diamantina eran los jóvenes y sus escasas posibilidades de independizarse de los padres. Era un problema real, real. El gobierno sabía que solamente el 19 % de los jóvenes de Gorgonia vivían emancipados de sus padres y que el porcentaje de hogares con propietarios jóvenes había caído 37 puntos desde 2011, pasando del 69,3 % al 31,8 %. Los jóvenes, al no encontrar trabajo, hacían cursos de formación de todo, aprendían idiomas, se titulaban en varios másteres, etc. La vida de estudiante se prolongaba de forma increíble. Para llegar a los 1.000 peseuros mensuales, había jóvenes que trabajaban en dos o tres sitios, lo que implicaba un cero en tiempo libre. Todo un disparate. Los gobiernos anteriores se habían limitado a regalar a los jóvenes bonos de 300 peseuros en periodos preelectorales. Le llamaban el bono cultural o el bono viajero, aunque la mayor parte del país hablaba del “bonocompravoto”. El último gobierno, el de Epigenio, se inventó el bono bicicleta de 500 peseuros: tenían derecho a él todos los menores de 30 años, previa presentación de una factura que confirmara la compra de una bici. El gobierno vistió aquella iniciativa como una medida ecológica que ayudaba al mantenimiento de la salud. Toda una vergüenza publicitada a tope dos meses antes de la campaña electoral.

Hueco de la escalera.Biblioteca Central Oodi. Helsinki

    Diamantina atacó el corazón del problema. Detrás del desempleo juvenil hay causas múltiples y complejas. Estaba convencida de que la base de todo era la calidad de la educación, la formación de los docentes y una deficiente formación profesional. A la docencia deben dedicarse los mejores, el personal más preparado. Es por eso que entre sus ministros y la oposición se consiguió un pacto por la educación que se sacaría del campo de la batalla política. Una educación politizada es la ruina de un país, es tergiversar fines y finalidades, es limitar las oportunidades, es desmotivar al profesorado. Ningún niño, adolescente o joven se quedaría atrás, pero tampoco se trataba de frenar a aquellos que podrían “correr más deprisa”. La igualdad de oportunidades no es darle a todo el mundo lo mismo. Se trataba de establecer un sistema en el que cada cual pueda desarrollar sus potencialidades. Lo mismo que cada cual tiene una cara y un perfil psicológico, cada alumno tiene distintas herramientas para afrontar su futuro. El Estado tiene el deber de darle a cada cual las herramientas que necesita. Diamantina se esmeró en las necesidades de los niños poco después de nacer. Los niños son el mayor tesoro de un país y hay que darles lo mejor. Se reunió con Asociaciones de Jóvenes de todo el país y les pidió que llevaran soluciones, propuestas concretas.

    Las causas claves que conducen a los jóvenes a un estado lamentable de precarización laboral son las prácticas extracurriculares, la concatenación de becas y unos salarios muy bajos. Todo eso impide desarrollar un proyecto de vida y conduce al desánimo. El Gobierno se reunió con el Ateneo Empresarial, institución más representativa del país, y les pidió medidas concretas para emplear a jóvenes. Llegaron a un acuerdo básico: potenciar las guarderías como primeros centros de aprendizaje, fortalecer la enseñanza primaria y secundaria y desarrollar un prestigioso Plan de Acción y Mejora Profesional con carácter urgente. El gobierno venía constatando la carencia de fontaneros, albañiles, electricistas, carpinteros, jardineros, zapateros, personal cualificado para arreglo de electrodomésticos, mecánicos de motos y automóviles, cuidadores de ancianos, camareros, cocineros, pintores, técnicos de medio ambiente, conductores de buses y de camiones, etc. Democratizar los estudios universitarios estableciendo varios centros en todas las provincias del país estuvo bien, pero bajó la calidad de enseñanza y los títulos universitarios proliferaron como setas. Gorgonia no pudo suministrar tanto profesorado de calidad, así que los graduados se devaluaron, aparte de que el mercado laboral no podía absorber a tanto graduado. Nos encontramos con abogados haciendo de malos contables o de maestros desempeñando el rol de camareros sin saber trasladar una bandeja. Como malos profesionales del trabajo encontrado, daban malos servicios y los sueldos eran bajos sencillamente porque no sabían y eran millones los desempleados. A los que no echaban, se iban ellos mismos por pura frustración. Puestos de trabajo básicos —y necesarios toda la vida— quedaron desiertos, lo cual condujo al país a echar mano de emigrantes. Los títulos universitarios se devaluaron hasta tal punto que los jóvenes tenían que hacer dos o tres carreras y un par de másteres para destacar, aparte de un par de idiomas. Esmeralda y su gobierno optaron por aristocratizar esas profesiones intermedias y poner en su justa medida a la formación profesional, auténtica columna vertebral laboral en todos los países. En todas las regiones fue una buena idea y en todas se recuperó la figura del aprendiz, joven entre los 16 y los 22 años que solo iba a clase un trimestre al año. Los otros nueve meses los pasaba aprendiendo un oficio bajo la dirección de un oficial, persona experta que con su ejemplo y autoridad le enseñaba ––bajo un contrato controlado y remunerado–– todos los secretos de su profesión durante siete horas diarias. En paralelo, había otro sector de jóvenes que aprendían mediante estancias en empresas registradas en un censo oficial. Esmeralda y su gobierno generaron conciencia de nación entre los expertos oficiales, empresas y aprendices y les hicieron comprender a todos la tremenda importancia de esas profesiones, mal definidas, como “no universitarias”, pero esenciales para el funcionamiento del país.

            En la escuela pública, el gobierno implementó enseñanzas de buena educación sin caer en normas cursis ni ofensivas para nadie. A lo largo de toda la etapa obligatoria se impartieron conocimientos de higiene personal, educación urbana y familiar, algo de sanidad y ética social. No vamos a citar aquí todas esas normas, pero, p. e., se insistía mucho en la higiene bucal, el aseo diario, el respeto a las personas mayores y a los padres, el cuidado de todo lo público (parques, jardines, mobiliario, museos, escuelas, hospitales,…). Se analizaban casos de corrupción y de actitud honrada ante lo público. Los deberes acompañaban a los derechos y se resaltaba la importancia de compartir las tareas cotidianas del hogar (planchar, coser, llevar las cuentas, limpiar, cocinar, papeleo de la luz, el agua o internet, barrer, fregar, comprar lo necesario, ahorro de energía, gestión de residuos, etc.). Las tareas domésticas eran responsabilidad de todos los habitantes de la casa y todos tenían que aportar su grano de arena. También se daban clases de primeros auxilios, cura de pequeñas heridas y cómo hacer frente a enfermedades/padecimientos frecuentes leves tales como resfriados, gripe, estreñimiento, indigestiones, alergias, intolerancias, etc. La dieta equilibrada mediterránea de Gorgonia era un tesoro antiguo que la familia y la escuela deberían de cuidar. Nada de comidas rápidas ni demasiados fritos. Ojito con la sal y con el azúcar. Mucho mejor los guisos y comer de cuchara. Y ojito también con el peso.

            Para potenciar la salud personal se echó mano del deporte. Desde la Escuela Infantil, todos los niños y niñas tenían que registrarse en un deporte y practicarlo, como mínimo, hasta los veinte años. Era una manera de contribuir al ahorro del Ministerio de Sanidad Universal. Todos los pueblos gozaban de unas instalaciones mínimas, aparte de las infraestructuras deportivas escolares. Esta perspectiva de la conveniencia del ejercicio físico se complementaba con orientaciones muy prácticas sobre los perjuicios que podrían generar el alcohol, el tabaco y las drogas.

            Dentro de toda esa socialización, una psicóloga destacaba la importancia de la amistad como bien nacional. Tener amigos y amigas era crucial en la vida para mantener el equilibrio emocional interior y exterior. En Gorgonia el 30 de julio era Fiesta Nacional: cada año se celebraba el Día Internacional de la Amistad. Como ejemplo para la nación, los líderes de todos los partidos políticos se reunían en la Pradera del Sol, en la capital, alrededor de un olivo milenario y, cogidos de la mano, cantaban el Himno de la Amistad, compuesto por un músico local. Mientras soltaban palomas blancas. A continuación se celebraba una comida de hermandad acompañados de cuatro de sus familiares más íntimos. Otra fiesta vertebral de Gorgonia era el Día de la Alegría, celebrada el 20 de marzo en el Orfanato de la Primavera, por ser uno de los lugares más alegres de Gorgonia, según evaluación hecha por el SIC, Servicio de Información Ciudadana, durante varios años. La tercera fiesta nacional era el Día del Árbol. Se eligió el 21 de septiembre por ser la entrada del otoño y de previsibles lluvias. Ese día se plantaban, al menos, 100.000 árboles en diferentes puntos del país y el lugar se elegía dentro de los de mayor aridez de la nación. El gobierno regional de la zona tenía la obligación de sembrar y mantener en el área elegida 5.000 árboles autóctonos. La zona señalada se decidía el año anterior.

            El calendario reflejaba con esos singulares días la preocupación política de Diamantina. En el Día de la Lealtad, todos los parlamentarios con escaño en el Palacio de la Democracia se reunían alrededor de la Fuente de la Constitución y renovaban la promesa de ser leales con sus adversarios políticos y con la Carta Magna, documento refrendado por toda la nación. Era un acto solemne que presidía una representación de familias de víctimas habidas a causa de las guerras y de los terrorismos que un día asolaron al país. Curiosa era la celebración del Día de las Pompas de Jabón en la que se recordaba la fragilidad de la vida y el paso del tiempo. De especial importancia era la acción de meter en botellas el tiempo sobrante. Ese tiempo embotellado era el regalo que algunas personas les hacían a otras que no disponían de tiempo para desarrollar sus tareas. Cada año se superaba el número de horas embotelladas en la fecha anterior. A la semana de los Trinos de Pájaros, conmemorada en mayo, para refrescar la enorme importancia de las aves y la música, le seguía el Día del Agua y el Aire, elementos vitales para la existencia. Documentales de mares, ríos, lagos, nubes, lluvia, pantanos, pozos, glaciares, nevadas, etc. inundaban los medios de comunicación. Básicamente, se intentaba concienciar a la ciudadanía de que el agua es un recurso escaso que debe ser reutilizado. Evitar su contaminación, por todos los medios, es una obligación moral. Respecto al aire, la campaña estaba dirigida hacia las empresas que por sus instalaciones pudieran poner en peligro la pureza del mismo.

            La lista de celebraciones era interminable: había un fin de semana dedicado a la magia que hacía las delicias de niños y mayores. Se traían magos y magas de todos los lugares del mundo. No había problema con el idioma, pues la magia es un lenguaje universal que todos entendían. El Día del Pan era una enorme fiesta en el ámbito rural. Todos los pequeños pueblos que disponían de hornos artesanales concentraban a los políticos y a la ciudadanía. Los hornos empezaban a funcionar una semana antes de dicho día. Ese pan de pueblo tenía la virtud de no ponerse duro. La gente llevaba comida de todo tipo menos el pan. Era tradición comer con pan de pueblo. En Ventolera de Abajo, aldea de trescientos habitantes, Fabián, experimentado panadero, se especializó en hacer un pan de treinta kilos, en lugar de hacer treinta panes de a kilo. Entrar la masa en el horno no era demasiado complicado, pero para sacarlo, una vez cocido, tenían que trocearlo dentro del horno con herramientas especiales hechas por un herrero de un pueblo próximo. El caso es que comer de ese único pan se puso de moda y Fabián lo vendía troceado a precio de oro. Aderezado con algo de canela y de matalahúva, se convirtió en un manjar.

            Día sin par era el que estaba dedicado a la Palabra. Ventanas, paredes y balcones de toda la nación se llenaban de palabras inventadas, deformadas, anticuadas, retorcidas, unidas o mutiladas. El mayor burlador de palabras de Gorgonia, Premio Nacional de Diccionarios Mentales, era Blas Cochaves. Su portentosa imaginación, su rigor lingüístico, la precisión de sus definiciones y su infinito sentido del humor le hicieron acreedor de tan alto galardón. Entre los hallazgos de este prestidigitador gramatical, por citar algunos, estaban, por ejemplo, perroviario (“el chucho de un empleado de Renfe”) o espermatozudo para referirse al (“gameto masculino obstinado en la fecundación del óvulo”). Nos consta que una de sus palabras preferidas, quizás la más, era thumor, que definía como “disposición buena de ánimo para afrontar una enfermedad cancerosa”. La Palabra era la reina por un día en el Reino de Gorgonia. Nadie le disputaba el trono. Niños y mayores aprendieron a amarla y a considerar sus pros y sus contras, como arma y como extraordinario vehículo para la convivencia. Todos preparaban para ese día un pequeño relato, una poesía, una micronovela o un novelón. La palabra habitaba en el aire y en los corazones de todos los gorgoneses. Era aliento vital y andamio de ilusiones. Circulaba por ramas y raíces, por senderos y ríos, modelando historias increíbles que los pájaros traducían con sus trinos.

            El Día de los Sueños, el Día de la Paz y el Día de las Flores completaban un ramillete de fiestas que hacían de Gorgonia un país de leyenda y fantasías en colores. Diamantina estaba orgullosa de poder construir una Gorgonia mejor y de ser la primera sirvienta de la ciudadanía.

    Esmeralda Diamantina adornaba la mesa de su despacho con un pequeño marco. Junto a él, un arca de Noé llena de animalitos y un pequeño coléo rojo con bordes verdes. En el cuadrito constaba un texto, parte del testamento de su madre. Aparte de una humilde herencia, le dejó una carta en la que decía: "Esmeralda, nunca pierdas la categoría de alumna. Mantén despierta tu capacidad de aprender de los demás, de los maestros y de los libros. Nunca te consideres sabia ni entendida. Observa, imprégnate de lo bueno de la gente buena. Evita protagonismos y vanidades. Nunca te creas la mejor: eso te hará crecer por dentro y por fuera. Además, hay gente mejor que tú. Respeta y aprende de la naturaleza. Conoce el comportamiento de los vegetales y de los animales: te ilustrarás con sus secretos. No olvides que estás aquí de paso y que eres usuaria de la Tierra, no su propietaria. Cultiva tu espíritu y aprende a ver aquello que no se ve. No quieras para nadie lo que no quieres para ti. Haz el bien siempre que puedas. Si te equivocas, corrige y discúlpate, pero nunca pidas perdón por ser como eres ni por tus sentimientos. Por último, acuérdate de leer esto todos los días. Será una bonita forma de estar conmigo. Te quiere, tu madre."

    Y hasta aquí lo esencial del pensamiento esmeraldino-diamantino. De todas formas, como Esmeralda Diamantina era una defensora acérrima de los viajes y estaba abierta a todas las culturas del mundo, cada año viajaba con su familia a un país diferente durante quince días. Explicaba que ejercer la política era un magnífico viaje que te permitía conocer personas y lugares extraordinarios. Se sentía privilegiada por las enormes oportunidades de aprender, ayudar, escuchar e impregnarse de vibraciones positivas de personas y lugares. En sus movimientos diarios siempre iba acompañada de dos personas, aparte de su escolta. Eran dos mujeres que formaban parte del Club de las Mejores Escuchadoras del Mundo. Estaba convencida de que necesitaba ayuda y a veces, lo mejor, era invisible y mudo para ella, pero no para sus escuchadores. Cada noche esa entrañable pareja le pasaba un par de folios de ideas cribadas escuchadas. Dirigir un país necesitaba escuchar mucho y no hablar demasiado; es por eso que tenemos dos orejas y una sola boca.


 

 

 

 

 



[1] Parálisis de todo un lado del cuerpo.

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