lunes, 17 de marzo de 2025

El hombre: ¿Animal o monstruo político?

 

La democracia: ¿es cosa de nostálgicos? ¿Es una casa en ruinas?

            Para Pedro todo, todo lo que puede ocurrir en el devenir de un día es objeto de ser politizado. Desde un consejo de ministros a la forma de abrocharse el botón de la chaqueta o salir del coche blindado. Debe entenderse que todo es para su bien. Llegado aquí, tengo que reconocer que la figura de Pedro, como político, me tiene impresionado. Nunca conocí a un monstruo semejante. Lo de animal político de Aristóteles se le queda pequeño.

            Antes de su llegada a la presidencia, tenía una imagen de la política. Ahora, al cabo de unos años viéndolo actuar, tengo otra. Porque Pedro es, fundamentalmente, un actor, un excelente vendedor. Hay que aclarar que le acompaña una gigantesca y bien orquestada campaña de marketing. Pedro me ha servido en bandeja unos aspectos de la política desconocidos para mí. Por desgracia, casi todos negativos.

            Sé que los políticos son ambiciosos, les gusta el poder, las influencias y les encanta eso de que les cedan el paso y estar rodeados de guardaespaldas con visibles audífonos e invisibles pistolas. También les gusta subir las escalinatas del Palacio del Elíseo, una foto a la entrada de la Casa Blanca, visitar la Casa Rosada, entrar en el número diez de Downing Street o deambular –dándose importancia- por los pasillos del Parlamento Europeo. Qué decir sobre que te lleven la carpetita con los cuatro folios del discurso que otros te han escrito para la ocasión, o te recojan el abrigo para que aparezcas jovial y desenfadado ante la élite política, ya sea europea o mundial. Bueno, y eso de estar rodeado de catorce micrófonos para no responder casi nunca a lo que se te pregunta, es un puro placer sin parangón. Divagar, hablar de generalidades y dar esquinazo a la prensa con unos ¡buenos días! es ya entrar en el olimpo del orgasmo infinito. ¡Qué se le va a hacer si hablamos de vanidad!

            En mi mente, creo que muy poco dimensionada para que en ella quepan ciertas actuaciones políticas, albergaba la idea de que un presidente podía mostrar durante unos instantes el cariño a sus hijos; un detalle de visible humanidad ante una catástrofe, aparte de un rostro serio y circunspecto; una declaración sobre sus hobbies o una entrevista en la radio o en la televisión en la que hablara de sus padres o se reuniera con unos amigos para celebrar un cumpleaños. No se trata de que sea una persona totalmente transparente. Tampoco de que se convierta en una estrella cotidiana de los medios y, mucho menos, de que la sociedad conozca determinados aspectos relativos a su vida privada o íntima. Comprendo que eso no puede, ni debe ser. Pero, siempre se ha dicho, y me gusta escucharlo porque me ayuda a comprender, que debajo de la sotana los curas llevan pantalones; pues bien, en el caso de la política me gustaría saber que debajo del rol de político hay una persona. ¿Se puede ser político sin ser persona? ¡Nunca olvidaré que Pedro evitó una foto con centenares de féretros de muertos por el Covid19! Tuvo que ir Margarita. Por cierto, que estuvo bien. Cuando la política—o cualquier otra actividad profesional—ahoga a la persona que está detrás, se produce un monstruoso desequilibrio que termina por destruirla. Supongo que Pedro cuida estos aspectos y –aunque no se conozca- debe tener detrás a un buen equipo de psicólogos.

            Mis percepciones con Pedro –al menos así me llega- es que debajo del rol de político solo hay política. Pero con un matiz, que para mí empeora al personaje: solo hay política que desarrolla en beneficio personal. Posiblemente ese sea su colchón emocional. Hace tiempo que se olvidó de lo común, salvo de aquello común que lo engrandece a él.

            Cuentan que tiene un equipo de varios cientos de asesores, muchos de los cuales cobran más que altos responsables del Estado. El volumen y la significatividad de la información que manejan estos tipos tienen que ser colosales. En mis deducciones, considero que Pedro es la persona mejor informada del país y posiblemente de Europa. Veo que todo le interesa porque todo lo utiliza y todo lo utiliza para ascender él. Fue capaz de utilizar a su entorno familiar más próximo para tomarse cinco mentirosos días de reflexión y así volver más fuerte al ser echado de menos. En Pedro, todo, todo lo que hace –por supuesto meditado, medido y asesorado- es para mejorar su imagen, confirmar su poder, demostrar que manda, manifestar sus influencias, ejercer el control, revelar su jerarquía, etc. Puente, persona de su cuerda, lo definió a la perfección: “Es el puto amo”. Es decir, Pedro es el mejor, el que más destaca, el que controla todo, es la suprema autoridad, el que más satisfecho está de sí mismo, el que detenta el PODER. Nos intenta convencer de que los logros son de todos, pero en el fondo piensa que se deben solo a él, el Conductor Máximo. Por supuesto, al estar bien asesorado, evita aparecer en los fracasos –p. ej., se ausenta de su sillón de diputado antes de perder una votación– y siempre tiene a mano un cabeza de turco –un chivo expiatorio– para eximir su responsabilidad.

            Ser el puto amo se consigue a base de tiempo y de favorecer al personal hasta límites insospechados. Además, no se puede tener piedad ni ética. Solo interesa el PODER. Si hay que defenestrar a algún compañero-compañera, se defenestra y punto; si hay que utilizar a la monarquía, a la Carta Magna, al partido, a la desigualdad y a la igualdad, a los jueces, a los periodistas, a los tribunales –sea el Supremo, el Constitucional o el de Cuentas- a los sinvergüenzas, a los terroristas, a las Autonomías, a la Policía y a la Guardia Civil, a la historia, a las catástrofes naturales, a Europa, a la causa Palestina, a la Guerra de Ucrania, a los defraudadores, a todos sus colaboradores, a la propia familia, a los emigrantes, a presidentes y gobernantes de otros países, a los cambios radicales de opinión, a la difamación, a los muertos del COVID, a la sanidad, a la escuela, a los delincuentes, etc pues se utiliza y punto pelota. Todo se utiliza para que el puto amo lo siga siendo. Si hay que humillar a los adversarios políticos, se humilla; si para conseguir sus propósitos el absoluto amo tiene que arruinar a empresas públicas de prestigio colocando a incompetentes en puestos clave, pues se hace y se acabó. El dinero y las influencias están para lo que están: para mantenerlo en el poder. Aún retumba por los pasillos de la legalidad la frase: ¿De quién depende la Fiscalía? ¡Pues eso! Así piensan todos los putos amos de todos los tiempos. No hay límites: todo está en función de sus intereses personales y, en segundo lugar, de los intereses creados. Creo que Pedro se está equivocando mucho.

            Cuestión clave es que todo lo anterior ocurre bajo el paraguas de la democracia. Los putos amos hacen lo que más les interesa y te quieren convencer de que lo hacen en nombre de la democracia. Para ello, son fundamentales los machacantes medios de comunicación públicos utilizados como prolongación del poder del puto amo; las redes sociales donde militantes y simpatizantes del puto amo vierten todas sus virtudes y lo mala, malísima que es la oposición, y los medios privados afines, donde periodistas de la cuerda opinan hábilmente sin informar. En honor a la verdad, hay que decir que también existe prensa y medios públicos y privados que se dedican justo a lo mismo, pero en sentido contrario. Hoy la lucha política se ha convertido en batalla de unos medios contra otros: el objetivo es el mismo, captar la atención y el voto de la ciudadanía y convencerla de que ellos son los buenos y los otros, los malos. ¡Una perversidad total!

            Un detalle reciente: En 2014, la OTAN acordó aumentar el gasto en defensa hasta el 2% del PIB en 10 años. En el 2024, según datos de ese organismo, España se quedó en el 1,28 del PIB. Viene Trump –otro que tal baila- y decide dejar a Europa desnuda ante Rusia. Resultado: con urgencia hay que aumentar los presupuestos en gastos militares de todos los países occidentales para cubrir el hueco que han dejado los chicos de América first. El tema va de seguridad nacional: ninguna broma. Pedro se ha comprometido en Europa a llegar al 2% este año.

            Pues bien, ahí tenemos a Pedro que, en lugar de llevar el asunto al Congreso de los Diputados —sabedor de que su mayoría depende del partido mayoritario de la oposición— se dedica a recibir a los grupos políticos en el Palacio de la Moncloa. En lugar de utilizar el lugar de residencia de la soberanía nacional, llama a los partidos representados en el Parlamento para que lo visiten donde él es soberano: su palacio presidencial. Además, curiosamente, a todos les da media hora de audiencia: da igual que tengas un diputado que ciento treinta y siete. Una burla total a la democracia y a la ciudadanía que los votó. Abochornante forma de humillar al mayor partido de la oposición. Y para colmo, solo les dice que van a aumentar el presupuesto dedicado a defensa. Nada acerca de cuánto, ni cómo, ni cuándo. No contento con eso se va a Finlandia –gobierno de derechas con miembros de la ultraderecha- para intentar que los 800.000 millones de euros necesarios se financien con deuda asumida por toda la UE y no con deuda de cada estado. A los finlandeses les cuenta que España acude en su ayuda porque ellos están muy cerca de Rusia. La prensa indica que el gobierno finés no le hizo el menor caso. Todo porque sabe que sus socios de gobierno progresistas lo han dejado solo en este asunto y no quiere los votos del PP. Al final parece que unos miles de millones de euros saldrán de la ingeniería financiera que el Ministerio de Hacienda haga, ya que es un gobierno sin presupuestos. De esa forma hurtará al Congreso un debate esencial para la seguridad nacional. La imagen de aprobar algo de la mano de PP le aterra.

            Lo de informar a la ciudadanía ya se queda para la otra vida. Cosas de los putos amos. El despotismo sin ilustrar se ha instalado en nuestras sociedades. Es como si la nación fuera patrimonio exclusivo de él. Sabe que el lugar y el puesto son prestados, pero su comportamiento recuerda al de un reyezuelo de una república bananera. ¡Será el poder!

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