martes, 20 de mayo de 2025

Ciencia y política

 

Captura de pantalla, 2024.03.01

Es madrugada. No me puedo dormir. Escucho la radio con uno de los cascos por Bluetooth. Me gusta disponer de un oído libre para escuchar los crujidos de la noche que tanto me soliviantan y a veces no me explico. No soy masoquista. Entrevistan a un biocientífico nacido en Palestina; ha estudiado en Madrid y ahora da brillo a Cataluña. Dice tener 49. Su mujer es de Huelva. Un hijo nació en Francia y el otro en La Coruña. Me encanta su lúcida exposición, aunque camina lenta. Parece algo cansado. Será la hora. Son las cinco y media. Habla de pasión, de paciencia y silencios para llegar a conseguir algunas metas. No queda otra. ¡Dios no juega a los dados!, pero… “El Señor es sutil”, en palabras de Einstein. “Tras la Ciencia, en la Naturaleza, siempre hay una razón entre escondida y encriptada. Hay que trabajar duro y en equipo para descubrir algo, por insignificante que sea”. “Los científicos, de alguna forma, son como periodistas, tienen que hacer preguntas”.

               El locutor cambia de tercio y habla del ego de los científicos. Salvador contrarresta diciendo que los egos no van con los sectores, sino con las personas. Hay pintores ególatras, políticos narcisos, cantantes vanidosos,… “La cosa está muy repartida”. El locutor asiente y pregunta de nuevo: ¿El mayor reto para la medicina actual? El científico no duda y deja superclaro que el mayor desafío de la medicina es “lograr que los investigadores de los laboratorios trabajen codo a codo con los especialistas de los hospitales y centros de salud”. La investigación básica tiene que estar ligada a la clínica. Conectar ambos sectores resulta imprescindible.

               No puedo remediarlo y me paso al campo de la política: ” Hoy, los legisladores tienen que legislar en consonancia con los profesionales, ya sean taxistas, maestros, comerciantes o diplomáticos”. Esta perogrullada es, a día de hoy, pura utopía. Prepotentes políticos, en muchos casos jóvenes arribistas o retorcidos experimentados, desprecian a los profesionales que –día a día- se baten el cobre en la calle de la práctica y saben de qué van las soluciones y los problemas. Pero no. Sus desconectados despachos y su teórica experiencia son las fuentes de sabiduría de sus erráticas y soberbias decisiones. ¡Políticos de m…..! ¿Cómo podéis ganaros tanto desprecio y generar tanto desánimo? Por si la anterior desconexión fuera poca, son frecuentes las situaciones de la tergiversación divergente, de la perversidad argumental, del rebote acusatorio y de un incoherente victimismo. El eslogan: ¿Quieres naranjas? … ¡Pues botijos vendo! se ha convertido en el escudo infranqueable de su cinismo. ¡Una pena!

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