El sistema educativo en España siempre ha estado
demasiado pendiente de los contenidos aptitudinales y no tanto de los aspectos relacionados
con la actitud. Sinónimos de actitud son carácter, talante, conducta, condición,
manera etc. No cabe duda que resulta mucho más sencillo aprender a sumar quebrados
que ejercitarse en el respeto y en la responsabilidad. Los alumnos pueden acosar
a una compañera o reírse del gordito de la clase al mismo tiempo que sobresalen
en Sociales o Conocimiento del Medio. En las disciplinas académicas solemos ser
bastante más exigentes que en los perfiles educativos. Así una alumna puede ser
considerada como muy buena si su nota media es sobresaliente aunque sea egoísta
e intolerante.
A los
docentes el equilibrio nos resulta difícil y solemos decir que no tenemos
tiempo para instruir y educar. Es cierto que los padres, tutores o progenitores
(no es este el tema aquí y ahora) deben tener el mayor espacio y
responsabilidad en la educación de los hijos, pero la escuela tiene su cuota y ha
de asumirla. Digamos que el reto de familia + escuela (*) está en formar personas con
conocimientos y habilidades, personas que sean capaces de enfrentar con cierto
éxito las dificultades que se vayan encontrando. Estas capacidades deben
permitirles ser felices compartiendo esa felicidad, integrarse como ciudadanos
en la sociedad y progresar en su campo profesional.
La inteligencia emocional debe reconocer y analizar las emociones propias y
las de los demás, moderar estas emociones y el tipo de respuestas que da en
tiempo y forma. Nadie duda que las emociones son esenciales en nuestra vida y
que nos ayudan a responder a lo que nos sucede y a tomar decisiones, mejoran el
recuerdo de sucesos importantes y facilitan nuestras relaciones con los demás.
No obstante, también pueden hacernos daño cuando suceden de repente o con la
intensidad inapropiada o cuando desaparecen o se mantienen sin un mínimo
control por nuestra parte. Pero es importante recordar que la inteligencia emocional es una habilidad y se puede aprender.
Por
todo esto sería importante, sin caer en exageraciones ni dogmas, que la escuela
trabajara actitudes con cierta sistematización y, sobre todo, en casos de
cierta gravedad. Y como lo que no se evalúa se devalúa habría que poner tareas
de recuperación y evaluación.
Trabajar
actitudes o mejorar la inteligencia emocional está directamente relacionado con
casi todos los modos de acoso. De alguna forma acosa el alumno impertinente que
no deja dar una clase. También es acoso reírse de los gorditos de la clase o de
los que llevan gafas. Menospreciar a alguien por un defecto físico o psíquico
es una crueldad incalificable pero frecuente. Los hay listos o guapos que
desprecian a los más esforzados o feos. Niños y adolescentes tienen que aprender
que nada de esto está bien. La mejor manera es haciendo actividades para que
reflexionen sobre esas situaciones. Los padres deben de hablar de estas cosas
con sus hijos y más si maestros y profesores facilitan algunas pistas.
Un
alumno insolidario debería realizar actividades para controlar y moderar esa
negatividad y aumentar su empatía. Un alumno tímido podría realizar un trabajo
en la calle preguntando a personas diferentes sobre un tema de su interés. Aquel
que no deja de interrumpir en clase podría redactar unos folios sobre la
necesidad del saber estar en los sitios y la inoportunidad de un protagonismo
excesivo. Aquellos que les molesta el bien ajeno tenemos que hacerles ver lo
que se pierden al no disfrutar de ello. La familia y la escuela deben dejar
claro – con hechos - que compartir es mejor que no hacerlo.
En la
sociedad hay ejemplos – para mí – muy claros de la bondad de la inteligencia
emocional. En el deporte, se puede disfrutar muchísimo la victoria de tu equipo
sin necesidad de humillar o despreciar al rival. En el campo de la política
siempre preferiré a quién se dedica a hablar de lo suyo que aquellos que
invierten su tiempo en despotricar e insultar a los demás. ¡Eso también es
inteligencia emocional en positivo!. Los insultos y procacidades que se hacen
por medio de las redes sociales son para mí, también, un claro suspenso en
inteligencia emocional.
Se
trata de educar la impulsividad, no de racionalizarla. Niños y jóvenes tienen
que interiorizar que no están solos en el mundo. ¡Hay mucha gente como tú, como
yo….y todos merecemos respeto!. También esto se nos puede aplicar a muchos
adultos (me he tropezado con jóvenes más maduros que sus padres). Sé lo
complicado que es y que no es tarea de un día, pero hemos de intentar que los
jóvenes comprendan que las penas compartidas se dividen y las alegrías
compartidas se multiplican, al mismo tiempo que no podemos dejarnos arrastrar
por lo penoso de una situación ni por lo supermaravilloso de otra. Tender al
equilibrio – aunque a veces fallemos – nos vendrá bien.
Convierte tu muro en un peldaño. No es magia, es inteligencia emocional.
(*) Principales agentes educativos
siempre ya que el resto de la sociedad (medios de comunicación, colectivos y
asociaciones, partidos políticos, entidades financieras….) tienen una labor
bastante desdibujada y a veces des-educan.
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