La emigración ha existido siempre y se produce desde los
países más pobres o subdesarrollados hacia los países más ricos, con un mejor
nivel de vida y con una considerable legislación sobre los derechos humanos.
Cuando yo era niño, en la década de los 60, los españoles se iban a buscar
trabajo a Alemania, Suiza, Francia etc….En Galicia está muy arraigada la
emigración a Sudamérica. Los mejicanos se afanan por entrar en USA y los
africanos lo intentan en Europa. Los chinos se han establecido por medio mundo.
Los pakistaníes se buscan la vida en los países del Golfo Pérsico, los países anglosajones
en general, y el Reino Unido en particular mientras que los indios – India - lo
hacen por los países del Sureste asiático y Golfo Pérsico.
España ha sido y es un país de
emigrantes. Hoy, España, recibe y aporta emigrantes. Por un lado emigramos
hacia Francia, Alemania y Reino Unido en Europa. También buscamos trabajo en
USA y Sudamérica. Por otro España recibe emigrantes subsaharianos y
sudamericanos para realizar tareas que los españoles no queremos realizar. Los
españoles que salen suelen tener titulación universitaria y buscan ocupaciones
más cualificadas y mejor pagadas.
Si nos centramos en los
africanos que llegan a Europa (España, Italia….) mi primera valoración personal
es un tremendo sentimiento de impotencia. Impotencia porque poco puedo hacer
para remediar una situación que afecta a miles y miles de personas. Hablo
de los africanos pero igual se podría decir de los mejicanos o de los
pakistaníes. Los problemas y las dificultades son muy similares.
En primer lugar, creo que los
emigrantes son víctimas inocentes de las políticas aplicadas por los gobernantes
de su propio país. Asumo que cada país tiene unas peculiaridades pero en
general se han aplicado políticas con escaso contenido social, con precaria preocupación
por la personas. Políticas que mantenidas en el tiempo han generado excesivas
desigualdades entre la población: cada vez hay más gente que vive muy bien y más gente
que vive muy mal. Gobernantes ególatras y mal formados – en muchos casos
apoyados por los militares – caricaturizan los Derechos y la Democracia. A esto
hay que añadir – casi siempre – presiones de multinacionales y gobiernos
extranjeros que nunca o casi nunca han tenido en cuenta a los de más abajo. La
incultura, la lucha política interna, la desorganización y algunas fricciones
bélicas con países vecinos ayudan a generar una situación extrema de miseria,
fracaso y abandono. La gente quiere mejorar y se lanza a la aventura con
desesperación, aún a riesgo de perder su vida. La inmigración tiene mucho que
ver con la existencia de estados fallidos.
Es
por esto que considero esencial tomar medidas en los países de origen. Las
acciones de ayuda de ONGs, organizaciones religiosas o activistas sociales
palían necesidades pero son claramente insuficientes. Se necesitan acciones
coordinadas de gobiernos e instituciones internacionales con el Gobierno Local.
Es esencial generar estructuras de Estado de derecho que disminuyan las
inseguridades de todo tipo. Es prioritario potenciar lo autóctono, mantener las
familias unidas, abrir escuelas y talleres in situ, potenciar la pequeña y
mediana empresa, desarrollar comunicaciones, administrar justicia y sanidad,
crear país…..no se trata tanto de darles pescado como de enseñarles a pescar.
Como esto es lento, necesitarán ayudas durante un tiempo, pero cada vez menos.
Ayudas supervisadas para que lleguen a paliar las verdaderas necesidades de la
gente y no a engrosar las arcas de los corruptos del país.
La
lucha contra las mafias que trafican con personas es absolutamente
imprescindible. Su actividad es de lo peor. Aparte del dinero que cobran a los
emigrantes, no dudan en abandonarlos a su suerte a la primera de cambio.
Embarcaciones en mal estado, sin el combustible necesario, empaquetadas de
personas se convierten en trampas mortales y hacen del Mediterráneo un colosal
cementerio. Si Europa tiene una identidad económica, necesitamos que se
equilibre con una identidad política (cosa tampoco fácil). Y esta identidad
política debe reflejarse en acciones conjuntas contra estas mafias que cubren
nuestras fronteras de indignidad.
A los
que lleguen habrá que atenderlos. La manifiesta insolidaridad de países del
norte de esta Europa virtualmente unida es inadmisible. Suponemos que es
necesario más salvamento, más medios y menos policías. Abandonar a su suerte a
los miles y miles de seres humanos es indigno, injusto y vergonzoso. Con una
población envejecida y una natalidad bajo mínimos, Europa necesita gente
integrada, gente que la respete y la asuma como su segunda patria. Lumbre y vino en palabras de Serrat.
Hay
que trabajar para fomentar la inmigración legal, hay que trabajar contra
cualquier brote de xenofobia, hay que mejorar las condiciones de acogida y no
permitir que el Mediterráneo se convierta en coto de caza de piratas y
mafiosos.
Cada
vez que se ahoga un emigrante en el mar todos nos ahogamos un poco más. Las
personas que desesperadamente tratan de alcanzar nuestras fronteras son gente
inocente. Es posible que no tengan papeles pero tienen proyectos, familia,
sentimientos, esperanza, ilusiones, ganas de trabajar y de vivir. Europa no
puede darle la espalda y dilatar soluciones en el tiempo. Es un reto que merece la pena afrontar ya.
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