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"Corazón" de tomate actual: blanco y duro. |
Con cierta desesperación escribo estas líneas. El asunto no es
menor pues se trata nada más y nada menos que de hablar sobre el tomate, producto por excelencia de las huertas españolas e icono tradicional de comidas [1], pueblos[2] y
fiestas[3]. El tomate, como tantos
otros productos americanos, llegó a España a mediados del siglo XVI, y siguió
la misma ruta que todos ellos: de España pasó a Italia, y de ésta a Francia. En
el siglo XVIII se popularizó la salsa de tomate y es el rey de la cocina
mediterránea. Botánicamente hablando el tomate es una fruta porque
contiene las semillas, a pesar de que no se suela servir de postre. Ni es
hortaliza ni es verdura. Al parecer “La
confusión viene de que en el siglo XIX esta controversia popular llegó a la Corte Suprema de Estados Unidos. En 1887, se aprobó una ley que asignaba impuestos a las
hortalizas importadas, pero no a las frutas. Las compañías que importaban
tomates argumentaron que estaban exentas del impuesto ya que el tomate es una
fruta. Para dar rigor a su argumento, citaron diccionarios y testimonios de biólogos que
evidentemente, demostraron que el tomate, al ser producto del ovario de una
flor, es una fruta. El gobierno alegó que al servirse en ensalada o como parte
de las comidas y no como postre, era una hortaliza. Ergo, los importadores
tenían que pagar. El debate estaría servido hasta nuestros días”[4]. En muchas zonas del mundo el tomate se ha convertido en oro rojo siendo un motor económico de primer orden.
Mi desánimo no va por aquí, pero me ha parecido interesante
introducir algo de historia a modo de prólogo. Mis consideraciones inciden en que muchos
tomates no son tomate: son sucedáneos.
Cuando yo era niño los tomates olían a tomate, sabían a
tomate, eran carnosos, piel suave (masticable), sus “pepitas” (semillas)
permanecían unidas al cuerpo y tenían el corazón rojo. Llevo años buscando
tomates. Lo que me venden ni huelen si saben a tomate, la piel es basta y
difícil de masticar, sus semillas se desprenden a la primera de cambio (como si
fueran piezas mecánicas), su estructura es casi plástica y en su corazón todos
tienen una especie de extraño tronco / tallo blanquecino y duro. ¡Ah! Y antes
todos los tomates eran diferentes del vecino, cada tomate tenía su imagen, su
propia personalidad y en unos días se echaban a perder. Ahora no. ¡ Que va!.
Todos los tomates son ¡idénticos al vecino! Y tranquilamente puedes comprarlos
en agosto y comértelos en Navidad. Les basta un poquito de frío para mantenerlos
en la eterna juventud. ¡Qué cosas!.
Mi pregunta es ¿Cuándo compramos tomates que nos están vendiendo?
¿Tomates tecnológicos? ¿Tomates de otro planeta? ¿Tomates gemelos? ¿Tomates
injertados en pepinos o patatas?. La mayor parte de los tomates de ahora sólo
tienen de tomates la forma y el color.
No estoy en contra del progreso ni de los cambios, pero
claro si son a mejor para la gente. Desconozco si lo que cuento de los tomates
tiene que ver con la globalización, con técnicas de invernadero o con los
transgénicos pero si puedo asegurar que, tomando como referencia los tomates de
mi juventud, el cambio ha sido radical y a peor. Tampoco quiero caer en el
tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor…..pero desconfío profundamente
de un tomate con el corazón blanco y duro que no huele ni sabe a tomate. Es
curioso como a veces el progreso consiste en el regreso.
Si sólo fueran los tomates.
ResponderEliminarY qué me dices de la fruta.
Llevas razón...a la mayor parte de la fruta le pasa lo mismo: no huele, no sabe, no se pudre, idénticas las del mismo tipo....Lo extraño es la ausencia de movimientos sociales o políticos ante tanta pérdida. Supongo que en el aspecto nutricional no habrá tanta diferencia...no lo sé.
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