domingo, 5 de noviembre de 2017

Independentismo catalanista: un delirio paranoide

           Delirio, desafío, esperpento, ruptura, revolución, locura, golpe de estado, comportamiento sectáreo…¿Cómo calificar a lo que están haciendo los secesionistas en Cataluña?.
No soy experto en psicología y psiquiatría, sólo tengo cierta curiosidad, pero creo que el soberanismo independentista de Cataluña sufre un delirio paranoide que podemos definir como un "Síndrome[1] atenuado de la paranoia[2] caracterizado por la egolatría, manía persecutoria, suspicacia y agresividad”.
            Intentaré ponerlo en mi lenguaje: Hay un sentimentalismo exagerado, una perturbación mental causada por una idea central, absoluta y absorbente: separarse de España como sea. Este estado mental se deja ver por una serie de síntomas que se han venido alimentando y manifestando a lo largo de años y que en los últimos meses han llegado a su estado crítico:
1.      Una exaltación gigantesca de todo lo catalán (instituciones, lengua, cultura, historia, Diada… la democracia catalana es la más pura y perfecta,… la ética de los catalanes es superior a la de cualquiera…). La peor de todas estas exaltaciones ha sido que la legalidad catalanista está por encima de la española y de la europea, rompiendo compromisos y promesas solemnes y legales. El soberanismo catalán se califica a sí mismo como el manantial de la verdad. ¡Pura egolatría! Lo catalán tiene una expresión única, una lectura unívoca….¡¡ la suya!!
2.      Por supuesto España persigue a todos los catalanes – los soberanistas han usurpado todo el espacio social – y esta persecución convierte a todos los catalanes en víctimas, en mártires de la independencia. Con ese calculado y perverso victimismo pretenden que España aparezca como un país opresor, un país sin garantías jurídicas…cuando los logros de autogobierno conseguidos en Cataluña demuestran todo lo contrario.
3.      La suspicacia es fundamental: cualquier cosa que haga el gobierno español se toma como gran ofensa al pueblo catalán – pueblo que es mezcla de pueblos - y es motivo, por tanto, de grandes respuestas: declaraciones grandilocuentes, campañas en los medios – sobre todo extranjeros - , manifestaciones en la calle, muchas banderas, movilizaciones de la gente joven (escuelas y universidades esenciales)…
4.      Agresividad: desde hace años, para mí, la agresividad ha sido total hacia todo lo español: agresividad del lenguaje (aparte del España nos roba, campañas de desprestigio de instituciones, leyes y Gobierno), agresividad de los medios controlados por el Govern, agresividad en el lenguaje corporal de los manifestantes, señalamiento de los diferentes, agresividad en las conversaciones, desprecio constante de lo español (quemar banderas, pitar el himno, chillar contra el Rey y el Gobierno en la manifestación contra los atentados, scraches ante la Delegación del Gobierno, Guardia Civil y Policía Nacional…).
Creo que esas cuatro características se dan en el actual nacionalismo catalán. Si a todo lo anterior lo aliñamos de grandes mentiras y exageramos hasta lo indecible, el delirio paranoide llega a ser enorme. Al ser un delirio colectivo porque durante años se ha estado intoxicando a importantes sectores sociales (partidos políticos, alumnos, empresas, policía autonómica, asociaciones culturales, gastronómicas o deportivas etc…) el tratamiento es complicado y difícil porque, para ser eficaz, es precisa una individualización del mismo. De todas formas creo que muchas personas son conscientes de ese delirio, es un delirio voluntario, lo cual facilita la solución.
Ante el tremendo disparate de la proclamación de la república catalana, después de graves irregularidades legales y democráticas, no nos debe resultar extraño que el Jefe del Estado defienda al Estado y que partidos y sociedad civil defendamos la Constitución y el Estado de Derecho.
El 155 no trata, entiéndase bien, de acabar con el independentismo. Como idea, como proyecto político, como aspiración, sentimiento o lo que se quiera, el independentismo es legal y legítimo, y los partidos que defienden la independencia, también. Lo que no lo es, es utilizar el Govern, el Parlament, los Mossos, los medios públicos, los funcionarios y los impuestos de los catalanes para, ilegalmente, pegarle fuego al Estatut, a la Constitución y al mapa.
De todas formas creo que el nacionalismo, siendo una opción legítima, siempre me ha parecido una forma de pensar de poca profundidad intelectual, porque está basada en el orgullo de pertenencia a una comunidad y a una identidad de la que formas parte por puro azar. El nacionalismo independentista me parece también una ideología un poco arcaica, más propia de principios del siglo XX que del XXI. Yo en esto me identifico más con Sabina cuando dice que el mundo lo que necesita es que se supriman fronteras, no que se levanten.
Sé que la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo no solucionarán todo este embrollo: sólo están para aplicar la ley, que no es poco. Es por eso que espero y deseo que el problema político lo resuelvan las elecciones del 21 de diciembre, ajustadas a derecho y con toda clase de garantías, clarifiquen el panorama por aquello del bien común.



[1] Conjunto de síntomas que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado provocado, en ocasiones, por la concurrencia de más de una enfermedad.
[2] Perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas.

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