Existe una España vacía y también
una España acomplejada. La despoblación, algo cuantitativo, se detecta con
facilidad. Para ver los complejos tenemos que esforzarnos un poco más. Dos
Españas más: mucho trabajo por delante y con remedios difíciles de aplicar.
Asuntos que reflejan esa España
acomplejada son nuestro sistema constitucional y la calidad de nuestra
democracia. Parece que una Monarquía Parlamentaria y con Desarrollo Autonómico
estuviera por debajo de una República Centralista como la francesa, cuando las
dos son legítimos sistemas democráticos dados por sus respectivas ciudadanías y
confirmados por el tiempo. Pero claro, para algunos la democracia francesa o
americana (USA) es de mayor calidad. Conviene recordar que la Transición de la
dictadura a la democracia fue un proceso ejemplar que admiró a medio mundo y
que algunos copiaron. Fueron muchas las naciones que nos felicitaron y tuvimos
tanto éxito que España entró pronto en la Unión Europea, simbólica Casa de la
Democracia, sin duda mejorable. Recientemente, un informe de Freedom House nos
coloca en el selecto grupo de democracias avanzadas, por delante de Francia,
EE.UU. o Japón. Sin embargo, a veces, nos manifestamos como una democracia
acomplejada pues aplicar la legalidad o activar mecanismos de defensa de la
propia democracia es calificado por colectivos de españoles como un abuso de
autoridad.
Los españoles no valoramos bien
nuestra Administración de Justicia: se le achaca falta de independencia por
influencias políticas y económicas. Sin embargo son cientos de casos los
políticos investigados, enjuiciados y condenados. También son miles los
ciudadanos anónimos que han recuperado sus inversiones por falta de información
o las condenas a bancos por cláusulas abusivas en sus contratos. Por otra parte
este apagado concepto de la justicia española convive con un lamentable
complejo de inferioridad frente “a lo europeo”, dando la sensación de que en
España todo es de segunda división. Aceptamos un modelo de excelencias,
imaginario, que vive en la Europa Europa. Nosotros somos casi África. Entre
catastrofistas y fatalistas somos incapaces de engrandecer lo nuestro.
Seguramente con más medios y menos intromisiones de la política el mundo de la
justicia española mejoraría sensiblemente.
Tenemos uno de los mejores sistemas
de Salud del mundo y aún le ponemos defectos: que son lentos, que no te prestan
la atención necesaria…Seguramente hemos viajado poco y no conocemos cómo
funcionan los centros sanitarios de países que aquí calificamos de
desarrollados. ¡Hasta nos atrevemos a pegar a médicos y enfermeras!
Con la Educación debe de ocurrir
algo raro pues, a pesar de nuestro calamitoso sistema, el trabajo y formación
de nuestros universitarios son muy bien valorados fuera de aquí. Sí echo en
falta un Pacto Educativo en el Congreso y la necesidad de aristocratizar la Formación Profesional pivotando sobre Educación –
Empresas y Empleo, las tres Es.
También estamos acomplejados por
nuestra Historia. Nos pesan mucho nuestros errores y no nos alivian nuestros
aciertos. La Inquisición, el Franquismo, la Leyenda Negra alimentada por medio
mundo, Guerras Coloniales…Entiendo que nuestra Historia no es ni mejor ni peor
que la de los demás países, de ahí que no entienda – ni a la izquierda ni a la
derecha ni a nacionalistas – cuando se ensañan con nuestro pasado. ¡Todos los
países tienen pasajes por los que avergonzarse! Traer a colación episodios de
la Reconquista, el Descubrimiento de América, la Guerra de la Independencia o
el Desastre de Annual teniendo a la vista el Brexit, el futuro de las
pensiones, el paro, la reforma de la Constitución o lo ocurrido en Cataluña me
parecen disparates infinitos de políticos irresponsables.
No nos podía faltar el complejo
autonómico: hoy somos un estado descentralizado que ha concretado
administrativamente su diversidad, pero alguien se olvidó de definir lo común y
la desigualdad inter – territorial es manifiesta. Poner límites a las
autonomías es cuestión central aunque eso signifique que algunos,
equivocadamente, lo tilden de fascista. Digamos que las Autonomías tienen
Derechos y Deberes, lo mismo que el Estado.
Somos una nación que, de los cinco
continentes, recibe más de 82 millones de turistas. Viajeros que admiran
paisajes y culturas, que disfrutan con la cordialidad de la gente, que puntúan
gastronomía e instalaciones con notas elevadas, que hablan de unos cuerpos de
seguridad afables y que aseguran ser tratados con corrección y eficacia ante
incidencias de su salud…pero, a pesar de esto, necesitamos masajes de
autoestima y gimnasia anti complejos.
Los complejos se reparten por todo
el mapa y afectan a individuos y a colectivos. Hay regiones donde de forma
especial se concentran claros complejos de superioridad; conocemos partidos que
no ocultan su ADN de superioridad moral mientras que otros muestran su complejo
de honradez y otros de españolidad. Por otra parte, la hipersensibilidad y la
hiperactividad en las redes las identifican como síntomas del complejo de
inferioridad. Hay de todo.
Pero el mayor complejo que tenemos
algunos españoles es calificar, continuamente, nuestras acciones y nuestras
ideas de democráticas y de antidemocráticas las de los demás. ¡Qué facilidad
para denigrar al prójimo! ¡Hay demasiados repartidores de carnés de todo tipo!
Evidentemente los españoles somos
muy diversos – yo diría que como cualquier otro país – pero deberíamos llevar a
la práctica el orgullo democrático de que siendo diferentes, convivimos en paz,
no hacemos trampas en el solitario y progresamos juntos.
21
de mayo 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario