¡Qué poco me gustan los enfrentamientos!, ni verbales, ni bélicos, ni siquiera diplomáticos…tampoco los amorosos. En los debates políticos sufro cuando la gente se insulta y detesto profundamente las amenazas o las humillaciones que corren por las redes sociales. Tampoco me gusta ningún tipo de scrache porque tienen mucho de soberbia y poco de jarabe democrático. Aprecio el valor de la palabra, del diálogo, del debate sosegado y argumentado y de todo aquello que dignifique el comportamiento humano.
Hace tiempo que vengo coleccionando relatos que ensalzan la
dignidad, comportamientos dignos, historias que cuenten virtudes ajenas,
escritos que ayuden a unir, a querernos más,….ejemplos de vida que reconozcan a
los que practican hechos o creencias nobles contrarios a nosotros…. Reconocer
errores, admirar al adversario, homenajear a quién piensa diferente de mí,
logros conseguidos entre diferentes,…. El respeto al otro, la tolerancia,
pensar que no llevo razón, dejar el protagonismo a otros, reconocer la verdad
en las personas que me rodean….todo esto ocurre a nuestro alrededor….intentaré
ponerlo de manifiesto.
Ya sabemos todos que la Tierra es un enorme convento de
clausura habitado por civiles, de ahí la inevitable necesidad de comprendernos,
respetarnos y respetarla. El mayor tesoro de la humanidad es la sana y
respetuosa convivencia. Rota esta, la ira, el odio, la soberbia y la envidia nos
convertirán en salvajes endemoniados.
http://www.paolapasquali.com/flores-para-un-oficial-nazi/
FLORES PARA UN OFICIAL NAZI
13
febrero 2009 • Paola
PASQUALI
Josep Falcó, expiloto de caza republicano, en Garriguella, junto a la lápida del piloto alemán que derribó el 6/2/1939 |
La Vanguardia del día domingo 8 de febrero 2009 publicó un hermoso artículo a cargo de Josep Playá Maset titulado “Flores para un oficial nazi”. Es una historia de dignidad y humanidad donde los elementos políticos pasan a ser mera escenografía. El personaje, Josep Falcó, me recuerda un poco al soldado republicano de la novela de Javier Cercas, “Soldados de Salamina”, que pudiera haberle salvado la vida de Sánchez Mazas.
El último combate
JOSEP PLAYÀ MASET – Figueres
La Vanguardia, 8/2/2009
Durante años, muchos conductores que
circularon por la carretera entre La Jonquera y Roses, en el Alt Empordà,
observaban con sorpresa, tras pasar por Garriguella, que el monolito dedicado a
un piloto alemán muerto durante la Guerra Civil aparecía bien cuidado e incluso
con flores silvestres a sus pies. La pregunta sobre quién dejaba esas amapolas
rojas en la estela funeraria de un oficial de la Legión Cóndor intrigó durante
mucho tiempo. Se dijo incluso que los servicios secretos montaron un
dispositivo por temor a que detrás de la iniciativa estuviese un grupo de
extrema derecha. Recientemente, un colectivo situado en el otro extremo incluyó
esa lápida en una lista de símbolos fascistas por erradicar.
Muy pocas personas saben que quien
cuidaba desde la distancia esa estela era Josep Falcó, el piloto republicano
que en 1939 derribó a su homólogo F. Windemuth. “Nos encontramos frente a
frente, murió él, pero pude haber sido yo”, dice Falcó, que, con 92 años, vive
en Toulouse.
Falcó 2009 y 1939 |
"Aquí cayó el 6.2.1939 en la lucha por una España nacional Friederich Windemuth, nacido el 27.5.1915 en Leipzig“. El texto evoca la que se considera la última muerte sobre el cielo de Catalunya. Es también la última víctima de la Legión Cóndor, la potente y temible aviación alemana que Hitler envió para socorrer a Franco. Windemuth pilotaba uno de los seis Messerschmitt Bf 109 que el 6 de febrero atacaron el aeródromo de Vilajuïga/Garriguella, donde sabían que se había concentrado lo que quedaba de la aviación republicana, unos treinta aviones, con la intención de pasar a Francia. Más que un combate fue una masacre, ya que sólo cuatro aviones llegaron a despegar y el resto fueron destruidos. Uno de los pocos que escaparon fue el Polikarpov I-15, Chato, de Josep Falcó (Barcelona, 1916), teniente y jefe de la escuadrilla nocturna.
Cuando a las seis de la mañana apareció
en el horizonte un grupo de aviones, se pensó erróneamente que eran refuerzos:
– ¡No, son alemanes, messers!
El primero en despegar fue García
Lacalle, jefe de los cazas republicanos, seguido por Bastida, que enfilaron
hacia Francia. Detrás, Falcó ya se topó con los messers .Tras un intenso
intercambio de disparos, tuvo la certeza de haber dado a uno de los pilotos.
Cuando ya había virado para tomar la dirección de la frontera vio que otro
avión alemán perseguía y remataba a un Grumman, casi a ras de suelo.
“Me
puse a la cola del messer y no paré de dispararle hasta que le di, aunque a mí
me obligó a una fuerte maniobra para no chocar, y el giro obstruyó la llegada
de combustible al motor. Tuve que aterrizar en una viña”.
Falcó
aún regresó al aeródromo, que ya había sido abandonado, y sólo vio los restos
humeantes de los aviones incendiados. Como el resto de los pilotos
republicanos, se encaminó a la frontera. Fue detenido y llevado al campo de
concentración de Argelers.
“Estábamos en la playa, entre las alambrada
y el mar. Pasamos frío, y lo peor era cuando tenías que hacer tus necesidades,
a la vista de todo el mundo”.
Unas semanas más tarde fue enviado al
campo de Gurs. Estuvo hasta el mes de septiembre, cuando la llamada de un
familiar desde Argelia le permitió embarcarse. Y allí vivió entre 1939 y 1964,
hasta que forzado por la revuelta en la kasba tuvo que huir. Entonces se
instaló en Toulouse y, por fin, se atrevió a volver a España. Buscó el rastro
de aquel combate, pero apenas si pudo encontrar el viejo aeródromo escondido
entre las viñas replantadas.
“Localicé la estela de Windemuth gracias
a un payés, porque yo no sabía de su existencia. Vi la edad de aquel piloto,
casi como la mía. Quizás su familia ni tan siquiera sabe que sigue en pie”.
Desde entonces Falcó vuelve
periódicamente para cuidar la lápida. Un día descubrió que a su lado habían
plantado un ciprés “que le hace compañía”. El ciprés lo plantó el propietario
de la viña, Xavier Casellas, Patxè, pintor, hijo de comisario político rojo y capitán
de infantería.
“Mi padre, que pasó un año en un campo
de concentración en Málaga y cuatro en la cárcel de Figueres, hubiera querido
derribarlo, pero se lo impedí. No es un monumento fascista sino la lápida de un
soldado muerto en la guerra. Los rojos hemos dado muestras de no ser
revanchistas, queremos la reconciliación”.
Josep Falcó ya casi no sale de su casita
de Toulouse porque la vista le falla. Hace apenas tres años aún saludó al rey
Juan Carlos como miembro de la Asociación de Aviadores Republicanos en Francia,
que ha presidido varios años. Y en uno de sus últimos viajes a Catalunya, el
teniente coronel de la base aérea del Paní, Robert Pla, le invitó a la fiesta
patronal de Loreto.
“Le tengo un gran respeto, es un as de
guerra, y a su edad ser jefe de caza nocturno tenía mérito. Volaban a oscuras,
sin ningún instrumento, sin radar. Para aterrizar encendían hogueras para
orientarse, e identificaban un avión enemigo por el fuego de los tubos de
escape”.
En el libro de visitas del Paní, Falcó
dejó escrito en el 2002: “He tenido el honor de asistir a esta ceremonia con
toda mi humildad, recordando que en estos tiempos la Virgen pueda reinar para
siempre bendiciendo a todos los del Ejército del Aire. J. Falcó, aviador de la
República”.
Este episodio de Vilajuïga apasiona a
los aficionados a la aeronáutica porque presenta varios enigmas. Falcó recogió
aquel 6 de febrero de los restos de un Me-109 caído un carnet de paracaidismo a
nombre de Hans Nirminger, que pudo ser el piloto del segundo avión con el que
luchó. La Legión Cóndor asegura que Nirminger estuvo en ese combate, pero
falleció en León en mayo. Lo raro es que para entonces la guerra ya había
terminado. “Los alemanes – dice Falcó-no podían aceptar que un mosca tumbara
dos messers”.
En León hubo también otra lápida para
Nirminger, pero desapareció. Hoy las estelas son sólo la memoria de aquella
guerra.
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