La
fiesta nacional tiene unas fuertes raíces, una profunda trayectoria, una
increíble historia y muchos intereses económicos, pero también conlleva grandes
contradicciones. En los tiempos que corren parece que estas últimas, a medio
plazo, pueden conducir a unas corridas más light donde la sangre brille por su
ausencia o a una paulatina desaparición. Mi impresión es que los fabricantes de
puyas, banderillas, estoques y rejones a corto o medio plazo estarán en fase de
extinción. Igual tenemos que redefinir el modelo de torero ideal y al prototipo
de toro de lidia.
Mi
percepción es que en la España del siglo XXI la gente hemos optado por los derechos
de los animales y conforme pasan los años el maltrato va desapareciendo y donde
se produce genera sonoras e interminables broncas, polémicas y denuncias.
Si
analizamos escenarios concretos podemos afirmar que los zoológicos están en el
punto de mira de gobiernos, asociaciones y sociedades que amparan a los animales y las
condiciones de vida en cautividad han mejorado ostensiblemente en los últimos veinticinco
años. La sensibilidad por los animales ha crecido de forma espectacular. El
diario El País informaba, el pasado mes de junio, que en España hay más hogares
con mascotas que habitados por menores de quince años y que en 2018 contábamos
con trece millones de mascotas entre perros, gatos, conejos etc…”
En el asunto de los festejos las cosas están cambiando mucho en favor de los animales: así por ejemplo en Manganeses de la Polvorosa (Zamora) se prohibió en 2002 que una cabra saltara desde el campanario sobre una lona tensada: ahora la cabra que salta es de mentira. En el futuro será un holograma, en tres dimensiones, de la cabra el que brinque. Algo similar ha ocurrido en Tordesillas con el toro de la Vega: desde tiempo inmemorial este festejo, consistente en alanzar un toro, desde caballos, hasta su muerte, tuvo defensores y detractores que en ocasiones llegaron a enfrentarse con violencia, aparte de múltiples iniciativas judiciales. En mayo del 2016, la Junta de Castilla y León prohibió por decreto la celebración del Toro de la Vega en sus términos actuales: no se permitía ni la muerte ni el alanceamiento del animal. Con objeto de salvaguardar la fiesta y el turismo, en la actualidad se estudia colocar una divisa “en determinada zona del cuerpo del toro” como sustitución de tan medieval práctica y determinar así el jinete ganador.
Estamos asistiendo por tanto a un cambio de paradigma tanto en el mundo rural como en el urbano como en el industrial: cada vez somos más los convencidos de que los animales no solo experimentan sensaciones de hambre, dolor, calor o frío sino que pueden sentir algo más complejo como es el miedo, la alegría, el duelo, la tristeza o la melancolía. Eso nos conduce irremisiblemente a cambiar nuestros comportamientos con ellos. En lo rural, aparte del concepto de animal como negocio ha aumentado el cuidado y la protección; en lo urbano las mascotas – que cuestan un dinero y un tiempo - dan compañía y mejoran la salud mental de sus dueños y en la industria son muchos los mataderos que han cambiado drásticamente los métodos del sacrificio animal, caracterizándose por rapidez y ausencia de crueldad (sacrificio cero). Un detalle más: hay establos pre – sacrificio que disponen de hilo musical. Tampoco es casual el aumento de dietas vegetarianas y veganas. En
el mundo taurino hay espectáculos no sangrientos (el toro ensogado, los encierros,
el toro embolado, concurso de recortes, quiebros y saltos, los famosos "correbous" –
de gran implantación en Cataluña -….) que nada tienen que ver con las corridas,
pero a pesar de ello son cada vez más las voces que se alzan contra la
utilización / humillación del toro bravo y colocan estas fiestas en entredicho
o en dependencias de los juzgados.
En
España las peleas de gallos son competencia de las comunidades autónomas y
están prohibidas en la mayor parte del territorio nacional. Con fuertes restricciones
(no se puede apostar, ni que se catalogue como una tortura, ni que menores de
dieciséis años puedan ver los combates, ni que asista público en general….) es
una práctica legal en Canarias y en Andalucía y son frecuentes en el Levante y
las Islas Baleares. De todas formas las corrientes que soplan estrecharán los
márgenes de supervivencia de estas prácticas llevando al límite su existencia.
En mi infancia, donde los niños jugábamos a los apedreos, apedrear a un perro era una escena frecuente. Afortunadamente eso ha desaparecido de nuestra vida social. Las clínicas de animales han proliferado por todos lados y no hay supermercado que se precie que no tenga varias estanterías de piensos, columpios para pájaros o huesos de juguete….por supuesto colchones para perros y gatos, botes de vitaminas y paquetes de chuches animales….
Detalle
de gran sensibilidad es que el Colegio de Veterinarios de Sta Cruz de Tenerife
recuerde que los ciudadanos afectados por la erupción del volcán de La Palma
cuentan con un protocolo de atención a los animales de compañía de las
personas. El sistema de atención cuenta con cinco puntos: veterinarios visitan a
diario los centros de evacuación, asistencia diaria a instalaciones de algunas
entidades protectoras de animales, acreditación a veterinarios que acompañan a
técnicos para la búsqueda y rescate de animales en la zona afectada, envio de
material sanitario y coordinación de urgencias veterinarias.
La
pena de todo esto es que muchos de nuestros políticos quedan en evidencia ya que no tienen con su
adversario la misma sensibilidad que demuestran hacia su mascota o hacia el mundo
animal …. si se tratarán con ese mismo espíritu seguro que a todos nos iría mejor.
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