Fronteras en montaña. Cesión gratuita de Pixabay |
El título de estas líneas delata su contenido. Tengo la costumbre - ¿virtud o defecto?- de titular con palabras que avancen al lector alguna pista sobre la esencia de aquello que pretendo decir. Otro título, bastante más explícito, pudiera ser “las fronteras del Gobierno”. Entiendo que cualquier tipo de frontera – líneas rojas en política - nos define porque enmarca nuestras actuaciones. De todas formas no me deshago de la palabra filo porque lleva la connotación de que te puede herir y “est une ligne qui divise exactement en deux”.
Sirva también la inclusión del
filo como lugar de difícil equilibrio que soporta tu peso y que, en cualquier
momento, por su delgadez, ante un pequeño viento, te puede hacer caer hacia un
lado o al otro. Quizás por esta imagen tengo en la mente un Pedro Sánchez funambulista
al que rodean la suerte y el oficio.
Sin el colchón de Europa creo que
este Gobierno hubiera caído ya o estaríamos muchísimo peor de lo que estamos.
La lucha política sería aún más dura porque la realidad social y económica rozaría
niveles desastrosos, especialmente el índice de paro - sobre todo en los jóvenes
- y la abultadísima deuda pública. La ausencia de fondos europeos nos llevaría
directamente a una brutal subida de impuestos, a una economía bastante más
regulada, problemas graves para pagar las pensiones, dificultades para mantener
a demasiados funcionarios, complicaciones para subir el salario mínimo, etc…en
definitiva a un aumento mayor de la pobreza. Europa nos ayuda, pero a cambio
nos exige reformas estructurales (pensiones, materia laboral, liberalizar
sectores estratégicos,…), no tocar el precio de la luz ni castigar a las eléctricas,
evitar un exceso de politización en la Administración de Justicia, avanzar en
el Estado de Derecho, condenar fascismo y comunismo, presencia de los
empresarios en determinados acuerdos,…. España y su gobierno se tienen que dejar inspeccionar y aconsejar
por Bruxelas o no habrá fondos. Y es ahí donde Pedro Sánchez demuestra una
cintura política excepcional para contentar a sus socios de Gobierno,
especialmente Podemos y ERC, y seguir fiel a sus compromisos europeos. Y si no,
pues se cambia de socios, como parece que será la aprobación, por la mínima, de
la Reforma Laboral. Podemos y ERC hablan de no sumarse, pero posiblemente el
PNV se abstendrá – no gratis, claro – y Ciudadanos votará en positivo.
Otra navaja con filo lo define
todo lo relacionado con la Jefatura del Estado. La Monarquía Constitucional es
nuestra forma de gobierno. España es un Reino y tiene un Rey. Las peripecias
vividas por el rey emérito y las relaciones del Gobierno de coalición PSOE +UP
con la Casa Real no son tema menor y se han vivido momentos de alta tensión.
Pedro Sánchez está de Presidente por el apoyo de la creme de la creme del republicanismo español y no puede mostrar
ningún entusiasmo hacia la Monarquía: se arriesga a perder el Gobierno. Pero
por otro lado debe un respeto y una consideración a todo lo que rodea a la
Jefatura del Estado. El Rey reina, no gobierna, pero sigue ahí. Equilibrio
propio de artistas que ha rozado, creo, momentos muy críticos, próximos a la
explosión. Afortunadamente parece – solo parece – que se ha llegado a una
situación de cierta normalidad y tanto Felipe VI como Pedro han optado por
cierta moderación, particularmente en público. Recientemente el Gobierno,
aunque no sea del todo así, se ha desvinculado del regreso del rey Juan Carlos
y le cuelga ese marrón a la Casa Real, pone en valor el ejercicio de Felipe VI
para dotar a la monarquía de mayor transparencia y ejemplaridad y aparca una
posible ley sobre la modernización de la Corona alegando que está centrado en
la recuperación económica. Pues otro filo arreglado, otra frontera definida,
que parece estabilizarse. Veremos lo que dura si los republicanos catalanes y
vascos siguen con sus intentos de jibarizar la institución monárquica y Podemos
sigue con los intentos de derribar “el régimen del 78”.
El tema / asunto religioso es
otro factor que delimita y obliga a Pedro Sánchez a caminar sobre otro afilado precipicio.
Al anticlericalismo tradicional de la izquierda, mitigado en parte por sectores
cristianos socialistas – quizás ya en la reserva – hay que unir el matrimonio
homosexual, el tema del aborto – siempre presente - , la ley de la eutanasia,
las políticas de género cristalizadas en el todos, todas, todes y la madre del
cordero – a mi entender – que es el asunto de la enseñanza concertada. No voy a
entrar en los funerales por Franco, ni en la beatificación de los innumerables
mártires que perdieron la vida en la guerra civil, ni tampoco en la propiedad
de la Mezquita – Catedral de Córdoba ni en el pago del IBI de las propiedades
de la Iglesia. Tampoco vamos a hablar de los acuerdos – fueron cuatro – entre
el Estado Español y la Santa Sede firmados el 3 de enero de 1979 que reformaron
el Concordato de 1953 para adecuarlo a la aconfesionalidad del Estado que
proclamó la Constitución de 1978. Es decir temas hay y de gran calado. La
Iglesia, con sus 2000 años de historia, ha echado raíces en multitud de
jardines y no está por perder ni terreno ni flores. Eso obliga a Sánchez a
tener sumo cuidado pues sabe que hay un considerable número de católicos –
aunque sean no practicantes – que votan socialismo. Una afilada decisión, para
mí, ha sido nombrar a Isabel Celá, exministra de educación que quitó la
religión para la nota media y – en opinión de la Conferencia Episcopal –
persiguió a la enseñanza concertada, como embajadora en la Santa Sede. Antes de
ese nombramiento, la diplomacia católica había lanzado un torpedo a la línea de
flotación del sanchismo: se había concertado – a bombo y platillo – una
entrevista entre Yolanda Díaz y nuestro Santo Padre, comenzando así la lucha
por el voto de los cristianos en el actual gobierno de coalición. Todos los
medios hacen constar el malestar de Moncloa ante la celebración de una
entrevista de la que Sánchez y sus asesores se enteraron casi, casi, por la
prensa. Tarde o temprano, la Iglesia, que sabe esperar, devolverá los golpes a
Sánchez con política. En este terreno no se puede poner la otra mejilla. Así
que el Presidente no debe de hacer demasiadas piruetas sobre el filo de la
religión. Le puede salir caro. La historia nos remite a Gonzalo Puente Ojea,
embajador que puso Fernando Morán y que por una serie de desconsideraciones al
Vaticano cesó Felipe González. De los errores de Celá, la Iglesia le pasará
factura a Pedro y aprovechará algún momento delicado que siempre se presenta.
Sobre el coronavirus y Sánchez se
ha escrito tanto que no me atrevo ni a hacer un recuento pormenorizado de su
actuación ni a dejarlo a un lado. En la retina de mis neuronas conservo los
flecos de la manifestación del 8 de marzo de 2020; un Fernando Simón diciendo
que las mascarillas no eran necesarias; unos ancianos que morían como chinches;
un estado de alarma y una prolongación que el Supremo declaró
inconstitucionales en varios de sus preceptos; una cogobernanza que al final
colocó el marrón de la responsabilidad sanitaria Sanidad a las Comunidades
Autónomas; un Gobierno Central que se colgó el mérito de comprar vacunas por
medio de la Unión Europea; un lio enorme en la Administración de Justicia en el
que era casi imposible encontrar dos regiones que siguieran los mismos
criterios: 17 regiones, 17 modelos de lucha contra el mismo virus; un encabronamiento
exagerado y fuera de tono entre Isabel Ayuso y Pedro Sánchez; unas ayudas
económicas teóricas que algunas empresas todavía están esperando después de
meses y meses; una Guardia Civil[1]
utilizada para controlar y monitorizar las críticas / bulos que circulaban en
las redes sociales sobre la gestión que hacía el Gobierno de la pandemia, etc,
etc…. y por encima de todo, unos muertos que no se pudieron contar con nitidez
porque nuestras autoridades, para facilitar la transparencia, cambiaron de
criterio en varias ocasiones y casi siempre dando un número por debajo de la
realidad, números desmentidos, aumentándolos, por el Registro Civil y por el
Instituto Nacional de Estadística. No. En mi memoria no quedan buenos recuerdos
del enfoque dado a la lucha contra el coronavirus. Cada oleada del virus fue un
auténtico suplicio, en medio de dimes y diretes de políticos que se hincharon
de faltarnos el respeto. Tampoco la oposición ayudó mucho a paliar la
situación. Si tengo buen recuerdo del esfuerzo de los camioneros, de las
cajeras de los supermercados, de bomberos, policía, guardia civil, ejército, de
todo el personal sanitario, de los repartidores de comida a domicilio, de
bares, restaurantes y empresas, de farmacias y de las tiendas de barrio,… entre
todos hicieron que me sintiera protegido: sentí lo que es la protección civil,
aparte de mis propias medidas para defenderme del virus. Del Gobierno Central
me queda la impresión de un lavarse las manos, de un quitarse del medio tan
pronto como pudo. Sabiendo que las competencias sanitarias están transferidas a
las Autonomías tendría que haberse volcado en la coordinación solidaria como
nación que somos con unas fronteras definidas. Por desgracia los nubarrones me
impiden ver rayos de sol en el Gobierno de Sánchez por su difusa estrategia
para atajar al virus.
Las relaciones con los
empresarios es un tira y afloja, un toma y daca que genera demasiadas
incertidumbres al sector. El juego ahí es recíproco: a los empresarios no les
interesa la enemistad del Gobierno y al Gobierno le viene muy mal el
enfrentamiento con los empresarios. Europa les obliga a los dos y ahí andan,
condenados a entenderse pero con un gran margen de desconfianza y con acuerdos
límites en el límite de plazo. Filo cortante e incisivo esta relación Gobierno
Central – Empresarios.
El engranaje de Pedro Sánchez con
la Administración de Justicia ha chirriado demasiado. En teoría el Poder
Ejecutivo y el Judicial deben ser independientes en un estado de derecho, pero
el caso es que en España existen demasiados canales comunicantes, también
cuando gobernaba el PP. De todas formas el nombramiento de Dolores Delgado,
exministra de Justicia con Pedro Sánchez, como Fiscal General del Estado
despierta demasiados fantasmas de connivencia entre la Presidencia del Gobierno
y la Fiscalía. El enfrentamiento entre el Gobierno y el Tribunal Supremo por
los indultos a los condenados por el proceso soberanista de Cataluña puso a
prueba el sistema y la pugna y falta de acuerdo entre PSOE – PP por la
renovación del Consejo General del Poder Judicial es un lastre para todos que lógicamente
repercute negativamente en la Administración de Justicia.
La cotidianidad demuestra que no
hay filo pequeño ya que cualquier episodio con Marruecos, cualquier naufragio de
emigrantes, cualquier ascenso o cese en la Guardia Civil, Ejército o Policía
Nacional o cualquier declaración de un ministro en este gobierno de coalición,
léase Garzón y las macrogranjas, puede desencadenar una tormenta infinita. Curiosamente no hay filos con la banca, al menos que se vean.
De todas formas hemos de
reconocer que Sánchez tiene oficio al navegar por aguas turbulentas. También
está bien protegido y tiene una buena colección de socorristas y flotadores, a
pesar de que en muchas ocasiones se salva él solo ya que actúa como un rey –
bis, un Poncio Pilato o un Secretario General de las Regiones Unidas de España,
un árbitro y olvida – creo que con premeditación – que ocupa el escalón más
alto del Poder Ejecutivo en el Reino de España.
[1] General
José Manuel Santiago, abril de 2020. Ascendido en junio a Jefe del Estado Mayor
de la Guardia Civil y cesado el 17/07/2021 – BOE.
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