viernes, 18 de marzo de 2022

Rusia invade Ucrania: ¿Por qué?

Institute for the Study of War/BBC/liveuamap.com/
Ministerio de Defensa U K

               Todas las guerras muestran la fragilidad de la paz, la vulnerabilidad de la población civil y la impotencia de una mayoría de espectadores sensibles y empáticos que observan a distancia la catástrofe. Es por eso que se ha de trabajar por la paz todos los días y así no tener que lamentar el triste espectáculo de muertos inocentes, refugiados pálidos, desorientados y llorosos y multitud de hogares descarnados y humeantes a causa de los salvajes bombardeos.

               No soy, ni mucho menos, el único, pero lo terrible de la situación y la catástrofe humanitaria me impactó – y me impacta – profundamente y eso me condujo a escribir con vehemencia sobre los horrores de este trágico desastre que nos hace retroceder en progreso social, en humanidad y en paz.

               Equilibrados y difíciles acuerdos internacionales han saltado por los aires, literalmente se han evaporado. La guerra de Putin no tiene ninguna justificación pero detrás de todo este inmenso lio hay unas causas, una explicación, aunque la responsabilidad última es de Putin y su entorno. Los bombardeos indiscriminados sobre población civil indefensa son abominables, una monstruosidad. Los soldados rusos, obligados a invadir, también tienen que estar pasándolo mal. Estoy seguro. Aunque no los veamos, en miles de hogares rusos se llora e impera el luto.

               Como siempre “entre todos la mataron y ella sola se murió”. Alrededor de este conflicto hay muchos intereses y muchos actores. El foco es Rusia y Putin pero hoy todo el mundo reconoce que hay más protagonistas responsables merodeando por el escenario.

               Dos son los contendientes más visibles: la Rusia que golpea y la Ucrania que recibe y trata de defenderse, pero siempre ocurre – y hoy más con la globalización – que los contendientes principales tienen amigos, rencillas, intereses y deudas repartidos por todo el mundo. También acuerdos inconfesables. Es evidente que la guerra de Putin no es para nada ajena al mundo del dinero y al de la geopolítica: Economía e influencia – poder en roman paladino – son los grandes motores que siempre movieron al mundo. Es más que evidente que China y EE.UU. han tenido que ver, tienen y tendrán cosas que decir sobre el desarrollo de esta guerra y su solución final. En cierta manera es un enfrentamiento solapado. Espero que a la Unión Europea la dejen estar presente en la solución.

               Llegados a este punto, creo que conviene recordar un poco de historia:

               La OTAN, como alianza militar intergubernamental fundada en 1949 y que se rige por el Tratado de Washington, no es ajena a todo lo que está pasando. A sus doce socios iniciales[1] se han ido uniendo varios más: Grecia y Turquía (1952), Alemania – RFA (1955), España (1982) y Alemania – RDA (1990). Su principal objetivo era contener un posible ataque de la URSS. Para contrarrestar a la OTAN los soviéticos lideraron otra alianza militar: el Pacto de Varsovia[2], fundado en 1955.

               En julio de 1991 desapareció el Pacto de Varsovia y en diciembre Gorvachov anunció la disolución de la Unión Soviética debido a la proclamación de la independencia de varias de sus exrepúblicas y al colapso económico del gigante rojo. En agosto de ese año Ucrania renació – una vez más – como república independiente tras 70 años de rusificación no conseguida.

               El 5 de diciembre de 1994, el primer ministro ucranio, Leonid Kuchma, firmó el llamado Memorándum de Budapest por la ciudad que lo acogió. En el acuerdo se implicaron también Estados Unidos, Reino Unido y la Federación de Rusia. Se puede resumir en dos grandes ideas: (1) las diferentes partes se comprometían a respetar las fronteras y límites de Ucrania, reconociendo su soberanía sobre el territorio. (2) El ex satélite soviético asumía el compromiso de deshacerse de su armamento nuclear. Tras la firma, Ucrania lo envió a Rusia para que lo desmantelara.

               A partir de ahí, ante una Rusia en busca de nueva identidad, la OTAN se nutrió de exrepúblicas soviéticas. Así en 1999 se incorporaron a ella Hungría, Polonia y la República Checa y en el 2004 lo hicieron Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania. Aunque hubiera ciertas presiones y contrapartidas, las incorporaciones fueron por decisiones libres de los propios países. Sobre estas ampliaciones podemos citar que a finales de 1940, las publicaciones de George Kennan, diplomático americano muy buen conocedor del régimen soviético, inspiraron la política exterior estadounidense de la contención de la URSS, pero poco después comenzó a criticar las mismas políticas que había ayudado a implantar. Estaba convencido de que negociar con los soviéticos era la mejor salida pero no se le hizo caso y la Guerra Fría tomó una forma más firme y militarista. Kennan advirtió en los noventa que la expansión de la OTAN hasta la frontera rusa era un grave error y que Rusia podría hacer cosas terribles, algo que viene ocurriendo desde que Putin – evidentemente no está solo – asumió los cargos de primer ministro o de presidente de la Federación.

               Vladímir Putin pertenece al partido conservador ultranacionalista Rusia Unida que gobierna la Federación desde 1999 y es Presidente de la misma desde mayo del 2012. Reelegido en 2018 terminará su presente mandato en el 2024.

               Siendo Putin Primer Ministro, tuvo lugar la guerra ruso – georgiana, conflicto armado entre Georgia y Rusia que contó con el apoyo de las autoproclamadas repúblicas prorusas de Osetia del Sur y Abjasia (Agosto del 2008). Tras un acuerdo de paz auspiciado por la Unión Europea, Georgia perdió el control sobre el valle Kodori y otras partes de Abjasia y Osetia del Sur.  Ambas repúblicas fueron reconocidas oficialmente por Rusia. Occidente asumió esa realidad.

               En 2008 Ucrania inicia su proceso de adhesión a la OTAN que deben respaldar un referéndum de ámbito nacional y la totalidad de los países miembros de la Alianza. En 2013 se produjo la revolución ucraniana (Euromaidán) que terminó con la destitución de Viktor Yanukóvich [3], la cual fue calificada por Rusia como un golpe de estado. Este asunto generó un conflicto en el sureste de Ucrania, Crimea y Sebastopol, con mayoría rusohablante, que reclamó estrechar sus relaciones con la Federación Rusa. En 2014, ya con Putin de Presidente, la República de Crimea y la ciudad de Sebastopol fueron separadas de Ucrania por una serie de procesos políticos – militares y se las integró en la Federación Rusa como dos sujetos federales. La ocupación militar rusa se fusionó con un supuesto derecho de autodeterminación. Occidente terminó por aceptar.

               En febrero de 2015, con el ánimo de aliviar la guerra del Donbás se firmaron los acuerdos de Minsk entre los gobernantes de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania. Este territorio vive un conflicto armado desde abril de 2014 entre las milicias prorrusas separatistas de la República Popular de Donetsk (RPD), la República Popular de Lugansk (RPL) y el Ejército Ucraniano. Los acuerdos de Minsk, I y II, intentaron poner orden en el conflicto mediante la firma del alto el fuego y crear una franja de tierra de nadie y algunas medidas políticas del Paramento ucraniano que favorecieran la autonomía local de esos territorios. A día de hoy todo indica que no se ha conseguido ninguna de las dos cosas, es más se ha agravado, aunque alguna prensa internacional dice que lo firmado en Minsk, retocado, podría servir como base de un futuro acuerdo entre Rusia y Ucrania.

               En junio de 2017 el Parlamento de Ucrania acuerda que la prioridad de su política exterior es su integración en la OTAN, aspiración que la Alianza reconoce oficialmente en el 2018. En septiembre de ese año, el Parlamento ucraniano enmienda su Constitución para hacer de la adhesión a la OTAN y a la UE el principal objetivo de sus compromisos internacionales.

               El 24 de febrero de 2022 Rusia, tras anunciarlo en repetidas ocasiones la información estadounidense, invade Ucrania. Se inicia una guerra de imprevisibles consecuencias.

Mi relato no deja de ser una aproximación a una realidad compleja donde se está cociendo un nuevo orden internacional. Los intereses geoestratégicos, comerciales, financieros y políticos son gigantescos. Las medidas de Occidente para castigar la economía rusa pueden resultar letales incluso para el propio Occidente. A nadie le va a salir gratis esta guerra porque sus efectos colaterales van a ser gruesos e infinitos: nadie es una isla. Putin ha abierto un melón de consecuencias incalculables. Lo peor de todo los muertos, los refugiados – casi tres millones de personas huidas – y un sufrimiento atroz para cientos de miles. Ver ciudades ardiendo y devastadas en el corazón de Europa es apocalíptico y muy triste.

Las conclusiones tendrá que sacarlas cada lector pero todo apunta a que no se ha trabajado a diario para la paz. La paz tampoco es gratis. Es vergonzoso ver como conversan algunos líderes del mundo por videoconferencia, no tienen prisa, incluso se permiten algunas sonrisas de cara a la cámara por aquello del marketing…. Esta guerra, como todas, es un gran fracaso colectivo del que todos los gobernantes deberían aprender.

¿Calculó bien la OTAN sus sucesivas ampliaciones y sus previstas incorporaciones? ¿Guarda la Federación rusa los tics expansionistas de la antigua URSS? ¿Por qué China le deja hacer a Putin? ¿Quién o quienes ganan con esta guerra? De momento la PAZ parece que tendrá que esperar. Termino: Croacia ha sido advertida sobre su hipotético ingreso en la OTAN ¿Fake new o realidad?. La guerra de la desinformación forma parte de la guerra. Seguimos.

 



[1]OTAN en 1949: Bélgica, Canadá, Dinamarca, EE.UU., Francia, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Países Bajos, Portugal y Reino Unido.

[2] Pacto de Varsovia en 1955: Albania, Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumanía y la Unión Soviética. Como observadores estaban China, Corea del Norte y Mongolia.

[3] Víktor Fiódorovich Yanukóvich (Yenákiyevo, 9 de julio de 1950) político ucraniano, presidente de Ucrania entre 2010 y 2014. Fue el líder del Partido de las Regiones, uno de los principales partidos políticos de Ucrania, y jefe de Gobierno ucraniano en tres períodos. El congreso del Partido de las Regiones lo expulsó de sus filas el 29 de marzo de 2014. Fue destituido en un golpe de estado por la Rada Suprema el 22 de febrero de 2014 por supuesto «abandono de sus funciones», a raíz de su huida, primero a Jarkov y luego en dirección desconocida, reapareció a la semana en Rostov del Don (Rusia). Actualmente se encuentra buscado por Ucrania por motivos de alta traición.

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