Gráfico creado por Lucidchart elEconomista.es 18/05/2016 |
Cada
vez que se habla de la Transición en España concluyo que no concluyó. Nuestra
asignatura pendiente es ver un gobierno de coalición PSOE&PP y PP&PSOE.
Estos dos partidos, algún día no muy lejano tendrán que demostrar su madurez política, abandonar el y tú más y tendrán que sentarse. Mejor con discreción
y sin focos. Que yo recuerde ocurrió solamente una vez y fue en el País Vasco
cuando el PP y UPyD apoyaron al PSOE para
que su número uno, Patxi López, accediera a la lehendakaritza (7/05/09 –
15/12/2012).
En
aquella ocasión, los nacionalistas vascos, apeados del poder, lanzaron
durísimos ataques contra Patxi López, a los que se unieron los golpes políticos
del PP y el ninguneo de su propio partido capitaneado por un débil Presidente
Zapatero necesitado del apoyo del PNV en Madrid: Patxi no tuvo más remedio que
adelantar las elecciones autonómicas. La experiencia puso de manifiesto las
asfixiantes y ambiciosas garras de un poder superior: Zapatero siempre se
entendió, a veces de espaldas a López, con el PNV. Otra ocasión memorable, de colaboración PSOE-PP, ocurrió en
2016, cuando los socialistas se abstuvieron para investir a Rajoy como
Presidente del Gobierno. En el Comité Federal del PSOE salió adelante, sin
ningún otro tipo de compromisos, esa opción antes prohibida, al objeto de
evitar nuevas elecciones generales.
El
caso es que por razones de antagonismo entre sus líderes, circunstancias externas
poco o nada favorables, populismo, inconsciencia política, crispación interna,
soberbias y ambiciones, falta de visión o predominio de los intereses
personales frente al bien común, la coalición PP&PSOE o PSOE&PP nunca
ha gobernado. Tampoco el PP ni el PSOE han respetado que forme gobierno la
lista más votada, cuando sería un modelo a intentar, sobre todo para el
Gobierno de España.
Esa
falta de entendimiento, grave e irresponsable, entre los dos partidos que han
gobernado España en los últimos cuarenta años los condujo, en ausencia de
mayorías absolutas, a buscar el apoyo de los pedigüeños nacionalismos vasco y
catalán siempre solícitos a colaborar previo paso del Estado por caja, bien con
la chequera, bien con transferencias de competencias, bien con apoyos – más o
menos puntuales- a sus respectivos gobiernos regionales, lo cual generó y
genera más desigualdades de todo tipo entre ciudadanos y territorios. Cuando
les ha convenido, los socialistas han sabido entenderse con los nacionalistas,
tanto de derechas como de izquierdas (por cierto que nunca entendí un nacionalismo regionalista de
izquierdas); en cambio el margen del PP fue siempre más estrecho y solo acordó
con los nacionalismos de derechas, léase PNV, CyU, UPN y no recuerdo si con
alguno más. El PSOE, además de estos, siempre mostró cierta comprensión con
ERC, BNG, CUP, Herri Batasuna, Sortu o Bildu. IU y UPyD nunca tuvieron demasiado
peso en la balanza nacional debido a que la ley electoral privilegia la
concentración del voto y 35.000 papeletas en una provincia generan muchos más
diputados que 500.000 votos en media España. Algo de esto se debiera corregir,
democráticamente claro, sobre todo en el ámbito de las elecciones generales. La España de las Autonomías es moderna y constitucional pero la política de cesiones y concesiones a algunas de ellas, se concreta en cada vez mayor desigualdad, como p.e. la locura de diecisiete sistemas sanitarios. ¿Por qué nos emperramos en destruir lo común? ¿Es normal establecer diecisiete fiscalidades diferentes? Sinceramente no lo entiendo.
Con
el devenir político, el bipartidismo entró en declive: aparecieron C’s (2006 en
Cataluña; 2015 ámbito nacional, derecha liberal), VOX (finales de 2013, radical
de derechas) y Podemos (2014, movimiento a la izquierda del PSOE, con tintes
nacionalistas en algunas regiones). Al aumentar las opciones se evaporaron las
mayorías absolutas y son necesarias coaliciones o acuerdos para formar
gobiernos o para mantener una legislatura. Tanta fragmentación del espectro
político no la considero útil porque dificulta los acuerdos, pero es la
decisión de la ciudadanía.
El caso es que Podemos, VOX o
Bildu, nos pueden gustar más o nos pueden gustar menos, pero están ahí porque
los han votado los españoles y el Estado de Derecho Español los considera
partidos constitucionales. ¡Así que con estos bueyes hay que arar!, que decían los antiguos. Que el PSOE
se cobije en Podemos o Bildu y el PP haga lo mismo con VOX, entra dentro del
marco constitucional y todo eso es legal y legítimo. Y si alguno roza la inconstitucionalidad,
para eso están los tribunales. En el ambiente político actual echo en
falta pedagogía y ejemplo, argumentos y razones realistas que motiven el voto hacia la
propia opción. Hacia los otros, sobran insultos, pasión, descalificaciones y sectarismos que van
directamente al estómago. Falta racionalidad y sobran eslóganes ideológicos y
simplificaciones: abogo por unos acuerdos que recuperen la centralidad y
faciliten integrar los extremos, cueste lo que cueste. Todo esto no quita que,
como estado democrático, es normal que cualquier acuerdo sea objeto de críticas
o parabienes por parte de los medios de comunicación y de los líderes de turno.
Opinar y comentar forman parte del incuestionable derecho de expresión. Un apunte más: la participación de partidos extremos en gobiernos podría considerarse como buena ocasión pues el pragmatismo de la gobernanza lima su radicalidad. También existe el riesgo de que la radicalidad arrastre a su terreno y es justamente por eso que las opciones moderadas deben de estar atentas, muy atentas.
A día de hoy ya lo sabemos y no es buena noticia que VOX entre en el gobierno de Castilla León, como tampoco gustó en amplios sectores de la sociedad española que Podemos participara en el gobierno de España ni que Pedro Sánchez se apoyara y se apoye en partidos como Bildu, PNV, ERC o PdCat. No es recomendable que el Gobierno de España pivote en unos nacionalismos excluyentes, de uno u otro signo, ni en los herederos políticos de un terrorismo atroz que tanto daño hizo y tan reciente está, ni en partidos que tienen en sus filas militantes condenados por sedición por el Tribunal Supremo y posteriormente indultados. Para qué hablar del apoyo de partidos que tienen en sus filas prófugos de la justicia. Por supuesto que tampoco me van aquellos que consagran nuestro pasado más triste, radicalizan temas o intentan ver el presente bajo la lupa de las dos Españas. Necesitamos claridad de ideas, moderación, ejemplaridad y solucionar los problemas concretos como el eterno paro, la cesta de la compra, el precio de la luz o de los combustibles: nos sobra marketing y demagogia. Necesitamos instituciones con prestigio y no políticos que las corrompan y las denigren usándolas como algo propio.
La coalición natural, la de la mayoría de la ciudadanía, sería recuperar la
centralidad y que gobiernen todos aquellos partidos que se pongan de
acuerdo para sumarla. Creo que de esa centralidad de ideas podría tirar el nunca visto,
pacto PSOE&PP o PP&PSOE donde los nacionalistas y radicales tendrían la
oportunidad de demostrar su preocupación por el bien común, desde La Coruña a Almería, desde Huelva a Barcelona, desde Málaga a Bilbao y desde Valencia a Cáceres. Cerrar el paso a VOX está en manos del PSOE...si es que eso le interesa porque a lo mejor le viene bien.
Es hora de que PSOE y PP abandonen sus muletillas frentistas y crispadas y velen, de una vez por todas, por nuestra democracia y el futuro bienestar de todos los españoles. La inflacción, el paro, el modelo energético, la deuda externa, la guerra de Ucrania, la reforma de la Constitución, un modelo educativo estable, los impuestos, la política exterior, las pensiones,... llevan años esperándolos.
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