martes, 24 de enero de 2023

Escuchar

 


Escuchar es prestar atención a lo que se oye. Dar oídos, atender a un aviso, consejo o sugerencia. Es un verbo que implica cierto esfuerzo, alguna dosis de predisposición interior. Mientas que oír es percibir un sonido por medio del oído. Es un acto inconsciente, pasivo e involuntario. Podríamos resumir diciendo que escuchar necesita el oído y una actitud activa, mientras que para oír nos basta con el oído.

Pues bien, que la posible madre escuchara los latidos del futuro bebé era lo que pretendía –o pretende- VOX. Por cierto que, aunque se tiene la certeza científica de que el feto no es parte del cuerpo que lo alberga porque sus adeenes son diferentes, desde hace tiempo, ya no me queda claro el concepto de madre ni la noción de hijo,. ¿A una mujer que aborta le puedo llamar madre? ¿Un aborto es un hijo? ¿Un feto de tres meses es un aborto y un feto a los siete meses es un hijo? ¿El concepto de hijo depende del tiempo? La calificación de madre o de hijo ¿la fija el diccionario, la religión, la ley, la biología o es una percepción interior de la mujer? Nunca voy a condenar a una mujer que aborte porque conecto esa realidad con un drama social cuyas razones se me escapan. Un aborto es una situación complicada que me resulta difícil valorar. Los condicionantes suelen ser múltiples y sus repercusiones infinitas Solamente quería llamar la atención sobre los términos madre, hijo y alrededores. Sí puedo afirmar que no me gustaría encontrarme con el dilema personal de aborto sí-aborto no.

Pero el asunto iba de escuchar, o más bien de obligar a escuchar a la posible madre, el tic – tac de un pequeño corazón en vivo y en directo. Del obligar a escuchar el debate pasó a proponer escuchar y del proponer escuchar a un “no hubo nada”. Fuera pregunta sonda, propuesta o intención, el caso es que algo hubo. En fin. La situación generada y las declaraciones de García Gallardo –Vicepresidente de la Junta de Castilla y León- me parecen más bien un esperpento de la política, incluida la exagerada reacción del gobierno de Pedro Sánchez con requerimientos oficiales desproporcionados solo entendibles en clave de campaña electoral y con el fin de desviar la atención de sus propios problemas. Por desgracia la mujer, y todo lo que la rodea, hasta los más nimios detalles, se ha convertido en arma política arrojadiza. En mi opinión sobra pasión y falta inteligencia. La medida del gobierno húngaro de obligar a las mujeres a escuchar el latido del corazón (Septiembre, 2022) del feto antes de abortar me parece torpe y coactiva.

Como había poco debate el Mundo Today publica un tweet en el que dice que el Gobierno [Sánchez] obligará a Ayuso a escuchar latidos de ancianos antes de recortar recursos públicos. Vamos que un despropósito se intenta atajar con otro despropósito, metiendo a Isabel Ayuso por el medio y no sé si intentando recordar la situación que se vivió en algunas residencias de ancianos durante los momentos álgidos de la pandemia, momentos y situaciones que debieron servir a nuestros líderes para escucharse y no para tirarse los trastos a la cabeza. Pero en este país somos bastante así, cuanto peor, mejor. La lucha política no tiene por qué ser torpe y barriobajera. Tanto los acuerdos como los desacuerdos debieran de ser elegantes y respetuosos. No vale todo.

Llegado este punto entiendo que, dándole la vuelta al tema de escuchar, lo quiero utilizar en positivo. España, nuestro país para algunos y nuestra nación para otros, tiene el problema de no escuchar, escuchar poco o no escuchar lo suficiente. También el de una escuchamiento selectivo. Como no, también incluyo, escuchar una cosa e interpretar otra. Todo esto me recuerda al juego infantil del teléfono escacharrado pero con premeditación y alevosía, vamos que no se entienden porque no quieren, y al dicho de que no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Es evidente que debemos escuchar a los ancianos y no solo el tic – tac del corazón, sino también sus pensamientos y sentimientos y también sus dolamas. La vida se pierde poco a poco, a veces de golpe, y los años conllevan la pérdida de casi todo y en particular la vista y el oído. El anciano queda así a merced de sus cuidadores y, con frecuencia, es un trabajo enorme el escucharlos. Sin poder leer un libro o una revista, sin poder ver la tele y sin facultades para escuchar la radio ni participar de una conversación, el aislamiento avanza y la soledad se hace infinita. Así que conversemos con nuestros ancianos, aunque sea a voces.

Escuchar es una sana actitud que nos hace más sabios, quizás por eso nuestros líderes políticos se escuchan tan poco, porque creen saberlo todo. O quizás por eso su escucha es selectiva: saben perfectamente a quienes tienen que escuchar porque les dicen lo que quieren oír. ¡Cuánta soberbia y cuánta vanidad! Escuchar incluye una inequívoca actitud humilde y una innegable gana de aprender. Escuchar concreta tu solidaridad y encierra el compartir el tiempo. Escuchar amplía las fronteras de nuestra humanidad y nos hace mejores. Es por todo esto que nuestros líderes, y lideresas, claro, debieran dedicar todos los días un tiempo a la escucha de los diferentes, porque esa es la verdadera escucha y de ahí nace el auténtico diálogo.

También hay que escuchar a los enfermos, algunos se curan solo con eso, a aquellos que están solos, a los que están buscando una salida en sus tormentas, a las embarazadas y a los embarazados, a los adolescentes y a los niños, a los abuelos en sus memorias, a las víctimas de la guerra y a las de todo tipo de violencia por su inmenso dolor, a los encarcelados, a los lugares despoblados, a tu pareja, a tus hijos, etc. Pero la escucha no puede ser una obligación porque así se denigra, salvo en el caso de los psicólogos o jueces que la utilizan como trabajo y profesión, pero eso es otra cosa. Mención aparte me merece la Madre Tierra a la que tenemos el deber de escuchar ante sus significativas señales de socorro.

La escucha, como valor social y comunicación activa es una chispa fresca de la vida que a todos enriquece. ¡Escuchémonos pues!

 

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