Estoy aterrorizado. Soy igual que los demás. Todos los fallos o faltas que critico los tengo yo en momentos concretos, durante algunos ratos o en modo permanente. Soy criticón, siento la sana envidia, hay gente que no trago, me cuesta perdonar, olvido recordando e, intencionadamente, busco mis ratos de puro egocentrismo. Sentirme igual me amenaza y me oprime. De continuar así, no voy a poder ni escribir ni hablar porque “consejos vendo y para mí no tengo”. Aunque, pensándolo mejor, sumar la incoherencia confirma mi igualdad con los otros. Cabalgar contradicciones es ganar posiciones, dicen por ahí.
Recientemente he descubierto que
soy de carne y hueso, como la gente. Esto hace que me sienta vulgar, uno de
tantos, hecho de carne que será pasto de los gusanos. Siempre rehuí formar
parte de la masa aunque, con el tiempo, me he dado cuenta que la masa refuerza con el peligro de aborregar.
Es muy curioso: me duele la
cabeza como a la gente y tengo que orinar varias veces al día para sobrevivir, como toda la gente. Aunque
nunca oriné colonia, siempre pensé que yo era un ser muy especial, un espécimen
único, pero no. Cada día que pasa me doy cuenta que hay muchos como yo, que
sienten como yo, que piensan como yo y que mal duermen como yo, o que quizás,
más bien, yo me parezco a ellos. Debo invertir el orden porque ellos tienen la mayoría absoluta.
¿Qué hacer ante tal decepción?
Soy mortal como todos, las dudas me atenazan como a todos, tengo hambre como
todos y miro a las estrellas preguntando el por qué. ¡¡¡ Como todos!!!
¿Puedo seguir viviendo ante tanta
igualdad? ¿Debo diferenciarme para existir mejor? ¿A dónde me conduce buscar la
diferencia? Aceptar la igualdad ¿Me humaniza o me pierde?
La muerte nos iguala, el nacer
nos iguala, el dolor nos iguala, el placer nos iguala, el pensar nos iguala, el
miedo nos iguala, las dudas nos igualan, preguntarnos por qué conduce a la
igualdad ya que varios millones de personas lo hicieron mucho antes y, otros muchos millones, lo seguirán haciendo.
¿Qué es pues lo que nos hace
únicos, diferentes? Entiendo que el entorno que nos rodea al nacer es la
primera causa de grandes diferencias. Luego la educación, sobre todo aquella
que ilumina, u oscurece, el hogar, y las necesidades, tanto las satisfechas
como las no cubiertas. Un marco más global como es el modelo de sociedad, en el
que vives, es una fuente enorme de grandes diferencias. No son humanos
comparables los nacidos en la estepa de la Rusia de Putin con aquellos que avistaron
la luz por primera vez a través de los cristales de Manhattan. Las
diferencias se disparan si hablamos de Nigeria o del sur de Mongolia. En una
misma gran ciudad están los arrabales y existen zonas VIP y eso, constato que distingue.
Es evidente que llegada una edad,
con cierta madurez, es el propio individuo el motor de sus cambios. Hay gente
que se dedica a acomodar su cuerpo al canon de la belleza griega y
otros lo ocupan intentando emular a Cervantes, a Arguiñano o a Messi. Como
decía el torero “hay gente pa tó”.
Entonces ¿En qué quedamos? ¿Somos
iguales o diferentes? Llegado este punto entiendo que hay que asumir la teoría
de la compatibilidad. Como humanos tenemos atributos y cualidades que nos hacen
iguales, pero el vivir nos hace únicos e irrepetibles. Creo. Es lo que hay. Y menos mal que ocurre así, porque ¿Se imaginan un mundo donde todos tuviéramos las mismas aficiones con la misma pasión? En cualquier caso el punto de encuentro de la humanidad estará siempre en atenuar las diferencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario