A varios meses de formar un nuevo Gobierno nacional y después de más de un mes de las últimas elecciones generales, el panorama político de esta hidra policéfala con alientos insolidarios que es España se va esclareciendo en la dirección que apuntó la misma noche de la jornada electoral: el PP es nítido vencedor de las elecciones con 137 escaños (+48), pero el PSOE con 121 (+1) es el único que puede formar Gobierno con el apoyo de Sumar, 31 escaños (+31), ERC con 7 (-6), JUNTS con 7 (-1),EH Bildu con 6 (+1), EAJ-PNV con 5 (-1) y BNG con 1. Al PP, dadas las decisivas negativas respuestas de las derechas nacionalistas, solo le quedarían los insuficientes apoyos de VOX con 33 y (-19), CCa con 1 y (-1) y UPN con 1 escaño (+1).
Ante estos números la
felicitación es doble: al PP por su enorme crecimiento y ganar las elecciones y
al PSOE porque ha resistido y puede volver a formar Gobierno con la singular
colaboración de más de veinte partidos: los 16 de Sumar –hay quien habla de
veinte- más los cinco conocidos (ERC, JUNTS, PNV, Bildu y BNG). Es decir el
PSOE se apoyaría en la izquierda a su izquierda más los independentistas. Creo
que a estas alturas tenemos que dejar de hablar de nacionalistas ya que los
nacionalismos periféricos –regionalismos exaltados radicales- siempre fue un
eufemismo del independentismo.
Desde el principio existió y
existe la posibilidad matemática –por favor no nos llamen ilusos ni políticos ficción- de un entendimiento PP-PSOE. Entre ambos partidos suman el 64’75% de
votos y el 73’71 % de escaños, una mayoría democrática, legítima y estable,
pero Pedro Sánchez prefiere pactar con el independentismo y la izquierda más
drástica. Personalmente creo que es una mala decisión, pero la democracia es
elegir y Sánchez ha puesto su presidencia, y su posible Gobierno, en manos del prófugo Puigdemont que le exige a cambio una amnistía a la carta para él y todos los suyos, amnistía amplia
que los librará de las penas por delitos cometidos con premeditación y
alevosía. Aparte está el asunto del referéndum y concesiones territoriales por
concretar. Sus razones tendrá y a sus decisiones las apoyan los números del
Congreso, aunque algunas dificultades se va a encontrar en el Senado dada la
mayoría absoluta de la derecha.
Al parecer ya hay un equipo de
juristas ingenieros que están abriendo nuevos caminos –o mejor túneles- en la
Constitución por los que discurrirán los deseos y necesidades de los indepes.
Tanta cesión a favor de unos delincuentes consumados me parece excesiva. La
humillación y claudicación del Estado ante unas minorías elitistas que buscan
privilegios y desigualdad no me parecen de recibo. Que eso lo haga la izquierda
que proclama la igualdad y la solidaridad me hiela el corazón. Detecto que pesa
más el platillo y la ambición del individuo Sánchez que el del bien común de
todos los españoles. Interpretar los resultados de las urnas como alianza del
PSOE con los independentistas es una distorsión de la realidad. El mandato más
claro de los números es: Gobierno PP-PSOE. Las minorías independentistas no
serían determinantes y tendrían una legislatura –repleta de estabilidad- para
reflexionar. No es normal que unas minorías tan minoritarias y tan
geográficamente localizadas condicionen la marcha de todo el país: en unas
elecciones generales, la ley electoral debería preservar mejor los intereses
generales sobre los particulares.
El día 20 de enero de 1961, el presidente de los Estados Unidos
de América, John F. Kennedy, expresó en su discurso de investidura una de esas
frases que justifican por sí solas el sueldo del redactor de discursos de
presidentes. Dijo: “No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes
hacer tú por tu país”. Dos años después, en 1963, alguien,
quizás tomándose al pie de la letra la frase, debió de pensar que lo mejor que
podía hacer en su caso era dispararle varios tiros. Pero, ese es otro tema.
Eran tiempos en los que quienes gobernaban y dirigían, o
arengaban a las masas, tenían otro empaque, otro saber estar. Fue el año en el
que el reverendo Martin Luther King también dijo que tenía un sueño. Un sueño
de unión y de fortaleza. También acabó mal. Puede que la honestidad y la valía,
el empuje por querer mejorar las cosas para todos estuviera tan mal visto
entonces como ahora.[1]
Entiendo que, por desgracia, la
pregunta Kennedy -sanchificada- se ha reducido a que puede hacer mi país por mí y el sueño de Luther King -sanchificado también- es
atornillarse al sillón ridiculizando e infravalorando la posibilidad de acuerdo
entre los dos partidos más representativos del espectro político español. En mi
opinión se pierde una magnífica oportunidad de moderación y pragmatismo apoyada
por la gran mayoría del electorado. Al mismo tiempo, con votos, se le pararía el motor al
cansino e incómodo exprimidor independentista. Particularmente estoy cansado de
tanta extorsión democrática.
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