miércoles, 22 de noviembre de 2023

Una apuesta por la Concordia

 

Plaza de La Concordia (Sevilla) 

               Hubo un tiempo en el que a los comunistas, y a las comunistas también, los acusaban de tener rabo. Eran seres molestos, grotescos, anómalos. La Transición, con Adolfo Suárez a la cabeza, demostró que todos ellos, y ellas, eran personas tan normales y tan españoles como todos los demás. Es más, tenían hasta derechos. Por fortuna para todos, con la aprobación de la Ley de Reforma Política, las Cortes Españolas se autodisolvieron (18/11/1976); se promulgó una Ley de Amnistía (15/10/1977) acordada por una amplísima mayoría social y política que benefició a personas de toda clase y condición en todo el territorio nacional (amnistía precedida de dos amnistías parciales en julio 1976 y marzo 1977); la nueva Constitución entró en vigor el 29/12/1978 y por fin el 1 de marzo de 1979 se celebraron las primeras elecciones generales tras el final de los años de franquismo. Todo aquello lo vivimos con esperanza y alegría la inmensa mayoría de los españoles, a pesar de los numerosos asesinatos de ETA y de los atentados terroristas de la extrema derecha, como fue la horrorosa matanza en Atocha la noche del 24 de enero de 1977. En aquellos años se sortearon todas las dificultades políticas, económicas, sociales, militares, etc… Nuestros líderes estaban convencidos, y se emplearon a fondo, de que la única salida era implicar a todo el país en la reconciliación, en el encuentro, en conseguir en la calle y en las instituciones esa concordia nacional que haría de España una nación envidiable en todo el mundo, una nación de paz y de diálogo multidireccional, una democracia liberal, un Estado de Derecho. Todos renunciaron, todos hicieron cesiones.

               Desde entonces, han pasado más de cuarenta años. Somos millones de españoles los que pensamos que la sana convivencia entre personas, instituciones y territorios ha sido y es el mayor tesoro que tenemos. Lo hemos mamado en nuestras familias, lo hemos vivido y comprobado en las calles y en los viajes por todo el territorio nacional y lo hemos defendido en todas las ocasiones y lugares que se nos han presentado. La convivencia por encima de todo. ¿Qué somos diferentes? Pues claro, siempre lo hemos sido y lo seremos, pero ahí está el respeto, la lealtad, la solidaridad, la libertad y la igualdad, valores que nuestra Constitución del 78 rezuma por los cuatro costados. ¿En qué se parece Extremadura a Murcia? La pluralidad es un valor y una riqueza, qué duda cabe, pero no es un valor absoluto y menos un arma arrojadiza para quebrar la igualdad o la solidaridad. La pluralidad entendida como “somos los únicos, somos diferentes” es una aberración interesada y prepotente que solo busca separación y privilegios, porque todos somos diferentes, todos somos únicos. Baste como ejemplo observar a los miembros de la propia familia. Así que ¿Qué decir de una provincia, de una región o de una nación?

               Por todo lo anterior, no me gustó comprobar que en la sesión de investidura de Sánchez como Presidente, este hablara de división y de calificar de fachas a todos aquellos que no estén de acuerdo con él. Él sabe que eso no es cierto. Creo que nuestro Presidente tiene un grave problema cuando dice que va a gobernar para los suyos y que va a levantar un muro, palabra más que preocupante elegida a conciencia. Supongo que se refiere a un muro político-social, concepto bastante más sutil y peligroso que una barrera física. No puedo dejar de recordar a los muros que ETA levantó en el País Vasco –hoy atenuados-, o al racismo que sufrieron los negros en EE.UU. y Sudáfrica o al antisemitismo que Hitler defendió. Por supuesto Sánchez dejó muy claro que él decidirá quién pertenece a cada lado. Desafortunada metáfora esa del muro, creo.

               Tampoco me gustó que Feijóo dijera que cuando las cosas les vayan mal a Pedro Sánchez que no los busque, porque no los van a encontrar. Un partido con visión de Estado no debe decir eso. Dependiendo de la gravedad del tema debiera de prestarse a colaborar con el gobierno. Pero nada, todo el debate de investidura fue de enfrentamiento y crispación. Esa idea la alimenta el conjunto de ministros recién nombrados, donde predomina el perfil político sobre lo técnico. El Gobierno, que debiera ser para todos, parece prepararse más para una etapa de enfrentamiento que para gobernar. El colmo de los colmos lo ponen los independentistas con unos relatores desconocidos que revisarán la marcha de los acuerdos en Ginebra entre Junts y el PSOE, de tal forma que el Gobierno caerá cuando Junts quiera. La guinda del pastel son las comisiones de políticos que analizarán las actuaciones de jueces que estimen pertinentes. Demasiada política entrometida en la justicia con un ministro, Félix Bolaños, que concentra las carteras de Presidencia y Justicia. Con estas mimbres se inicia la legislatura. La meteorología política pronostica tormentas y nubarrones con tendencia a la inestabilidad. No podemos olvidar que el PP tiene mayoría absoluta en el Senado y gobierna en once Comunidades Autónomas.

               La respuesta inteligente que añoramos muchos es la colaboración recíproca PP-PSOE pero lamentablemente hay pocos puentes entre este PP y este PSOE. Los espacios de encuentro los han hecho volar por los aires y el encabronamiento identifica a casi todas las intervenciones, aparte de risas a destiempo, insultos, mentiras, exageraciones, abucheos, gritos, ofensivas ironías, etc. VOX, el máximo aliado de Sánchez por su extremismo, no ayuda nada o casi nada al entendimiento. Por cierto que me reafirmo en mi oposición a las manifestaciones ante sedes de partidos o instituciones y a la violencia que hemos podido ver hace unos días.

               La Concordia mantenida durante la Transición forma ya parte del Patrimonio Nacional inmaterial y no es de recibo que un gobierno basado en una mayoría de minorías dilapide en meses los beneficios que todos hemos acumulado, con tanto esfuerzo, a lo largo de décadas.

               Es evidente que esta amnistía no favorece la Concordia nacional porque está localizada en una sola región muy concreta y focalizada en un grupo de personas con nombre y apellidos. Sencillamente su aplicación desiguala y privilegia y esto se ha dicho por todo tipo de entidades y personas en todos los rincones de España. Si desiguala y privilegia no debiera ser constitucional. Pero lo elemental, lo básico, lo que rechazo de plano es que reconoce españoles de primera y de segunda y todo para satisfacer las ambiciones políticas de Puigdemont y los suyos y de Pedro Sánchez y los suyos. Los colectivos beneficiados están perfectamente delimitados y los beneficios políticos y territoriales, también. Se ha diseñado “un muñeco” con finísima cirugía jurídica y ahora se trata de vestirlo de dignidad, convivencia y bien común. Pues disiento: No se puede poner el Estado Español al servicio de unos pocos y menos hacerlo en mi nombre y con mi aprobación. Capitanear al mismo tiempo la igualdad, la solidaridad y esta amnistía es un acto inverecundo pues carece del consenso y la armonía necesarios. La impunidad que se deriva de la amnistía no concuerda con el sentir mayoritario de los españoles ni con la actitud manifestada por los previsibles amnistiados.

               Ahora bien, mi disconformidad es morigerada y democrática y quiero dejar claro que ni Pedro Sánchez ni su controvertida amnistía merecen que la convivencia con conocidos, familiares y amigos se vaya a pique. La amistad y las relaciones familiares son valores sublimes y su conservación nos obliga a todos a “no meter el dedo en el ojo de aquellos que no piensan como nosotros”. Se puede disentir con cordialidad. Mostrar nuestra orilla no implica bombardear puentes ni destrozar la otra. Es legítimo decir lo que uno piensa, si así lo considera. Las opiniones sobre asuntos públicos son puntos de partida y no debieran ser puntos de llegada. Es por esto que en asuntos de estado, el diálogo tiene que ser multidireccional y no dogmático, exclusivo ni partidista. Hablar solo con los afines no es diálogo, es sectarismo que te reafirma mientras niegas a los que no piensan como tú su sitio y sus aportaciones.

               En la Transición los infinitos puentes se iniciaron desde las dos orillas. Hoy, tengo la triste sensación de que un perverso lenguaje y unos hechos nefastos han hecho saltar por los aires cualquier posibilidad de entendimiento. España es un caleidoscopio de colores intensos y de formas diversas, pero un caleidoscopio. Apuesto porque los tres espejos que lo conforman mediante esta Monarquía Parlamentaria tengan por vértices la libertad, la igualdad y la fraternidad, aunque eso suene a la centralizada República Francesa. En ningún caso pongo en duda la legitimidad del Gobierno. Estoy hablando de otra cosa.

Plaza de La Concordia (París)


martes, 7 de noviembre de 2023

Ley Puigdemont: ley impunidad

 

Puigemont sabe de sobra que lo hizo mal. Pedro Sánchez también es consciente de esa situación. Es por eso que quieren una ley de amnistía amplia, sólida, líquida y gaseosa: amplia, para acoger al mayor número de personas y posibilidades; sólida, porque tiene que tener unas buenas bases jurídicas, sociales y políticas; líquida, para que se derrame por sus bordes y gaseosa para que ocupe todos los espacios disponibles. Una ley que no permita ningún resquicio por el que pudiera penetrar la balanza de la justicia, ni en España, ni, por supuesto, en Europa. De todas formas, cocinar el guiso de la amnistía en España, no implica que se lo coman los tribunales europeos. Lo sabemos de sobra.

En estos meses de contactos y negociaciones, Junts y PSOE tienen que buscar un agujero en el Estado de Derecho Español construido durante décadas. Le llaman ingeniería judicial, cirugía fina utilizando como bisturí las palabras, nanomanipulación de los textos legales. ¡Es el poder! ¡Idiota! Estamos en el campo de la política donde prevalece aquella máxima “marxista”: <<Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros>>.

Es en ese sistema de coordenadas tridimensional, poder, poder y poder, donde se encuadran todos los oscuros movimientos semiclandestinos que están ocurriendo para que Sánchez y su entorno conserven La Moncloa. Oportuna discreción le llaman algunos medios.

Puigdemont tiene a Sánchez y, de rebote, a España donde siempre los quiso tener: arrodillados, humillados, desprestigiados,… Todo se cede en nombre de una engañosa convivencia -los indepes solo ponen la mano- con tal de conseguir el apoyo de los siete escaños de Junts en el Congreso de los Diputados, con un 1’6 % del total de votos y un 2% del total de escaños, números que indican que los partidos minoritarios disfrutan –han disfrutado desde la Transición- de un exceso de representación. La Transición – esa magnífica etapa de encuentros y reconciliaciones, salvo los de rencor máximo, no exenta de dificultades- fue muy generosa y respetuosa con las minorías concentradas. Generosidad escasamente reconocida y en demasiadas ocasiones maltratada con deslealtades varias.

Una amnistía como la que se prevé equivale a una impunidad total y eso necesita de un consenso y clima social que hoy, en España, no se da. En caso de duda, sométase a referendum. Puigdemont además, consciente de la ocasión, de la ambición sanchezca y de su buena predisposición con los republicanos que boicotean por sistema todos los actos de una Monarquía Parlamentaria, Constitucional y Democrática, ha puesto en marcha su gran exprimidor y aguantará hasta el último segundo para obtener la última gota en forma de concesiones políticas, concierto económico especial, ampliación perimetral de la amnistía para incluir a posibles delincuentes comunes y misiles al Estado de Derecho Español para conseguir, si no su abolición, sí su máxima destrucción y su ingreso prolongado y silencioso en la UVI. De alguna manera trata de hacer “de lo catalán” una isla donde la Justicia Española no pueda desembarcar. En resumidas cuentas se trata de un chantaje de libro para conseguir “olvidos”, privilegios, desigualdad, desprestigiar la Transición y deshuesar la Constitución. Con todos mis respetos, Sánchez para Puigdemont es la Virgen de Montserrat, la de Lourdes, la de Fátima y la del Pilar, todas juntas. El Estado admite que se equivocó y pide disculpas, algo "Más raro que los gatos de la tía Torrica, que cerraban los ojos para no ver los ratones" según un dicho popular de Los Pedroches.

Ante tales desmanes –hay una letra de canción que manda copiar cien veces que esas cosas no se hacen- encontramos la protesta legítima de la ciudadanía, muchos medios de comunicación, la calle, el Senado y asociaciones de todo tipo. Por otra parte, dada la importancia de los hechos que estamos viviendo, es preocupante que el Congreso de los Diputados permanezca extrañamente inactivo. Lo cierto es que las manifestaciones del PP y Vox contra la amnistía inundan el país. En este sentido hay que advertir que la oposición debe hacer las cosas bien, nada de caos, nada de violencia ni de manifestaciones espontáneas. Hacer las cosas mal son bazas para Sánchez. No soy de la opinión de protestar ante sedes o acordonar Parlamentos. Las legítimas y democráticas protestas han de hacerse en avenidas, calles y plazas. Ninguna provocación y nada de banderas preconstitucionales. Si alguien hace las cosas mal eso no justifica que las puedas hacer tú.

Salidas diferentes a este embrollo las hubo y aún hoy las hay: Si el partido socialista tuviera menos tintes personalistas, debiera haber reconocido su derrota y –previa negociación- ofrecer un número mínimo de diputados para investir a Feijoo como Presidente. La actitud de respeto hacia el adversario político es básica en una democracia que se precie. El PSOE no puede estar a merced de un universo de micropartidos y convertirse en el caballo de Troya del independentismo, o en su quinta columna como afirman algunos medios. Si el PSOE no dejó a Podemos la presidencia en el 2019, por la misma razón –mayor número de diputados- la presidencia ahora le correspondería al PP. De seguir el PSOE con esa deriva de populismo, alguien debería de plantearse la fundación de un nuevo partido socialdemócrata capaz de formar gobierno con el centro derecha –en países europeos ocurre- e impedir así el eterno chantaje identitario de los nacionalismos catalán y vasco.

La división del país –amnistía, sí, amnistía no-, el elevado precio que el Gobierno en funciones y los españoles estamos pagando y las graves repercusiones que se derivarían de una perversa impunidad a la clase política, deberían conducir a Pedro Sánchez a una nueva convocatoria de elecciones. Esta decisión sería sensata, razonable, legítima y adecuada para dar salida al envenenado resultado que nació el pasado mes de julio. Hay marcha atrás si el Presidente lo decide. Como decía el señor Zapatero en Onda Cero no hace mucho, “si hay que cambiar de opinión, pues se cambia”. De todas formas mi opción sigue siendo un gobierno de coalición PP-PSOE, pero como eso es más que improbable porque algunos se han encargado de dinamitar los puentes, me conformaría con un gobierno del PP –nítido ganador de las elecciones- con apoyos puntuales y condicionados de un PSOE que defendió la aplicación del 155 en Cataluña. Siempre podremos decir ¡Es la democracia, sin chantajes ni peajes que generan mayor asimetría y mayor desigualdad!

Para terminar quiero explicar el título de estas líneas: Las he denominado “Ley Puigdemont” porque la aún no conocida ley, en su esencia, la ha hecho él – y sus asesores-, por supuesto para los suyos y para él. Responde a sus necesidades y es fácil suponer que contendrá sus medidas, diseñando sus contenidos y sus repercusiones. Solo le faltaría firmar la ley, junto al Presidente de Gobierno, en lugar del Rey, lo cual recordaría a Juan Palomo.

Consideraciones de última hora: Dada la velocidad a la que se producen las noticias sobre “la amnistía y sus alrededores”, me resultan significativas las numerosas y constantes manifestaciones ante las sedes socialistas, la respuesta policial a estas “manis”, que el CGPJ apruebe una declaración contra la amnistía sin conocer el texto que la declara y que Puigdemont y Marta Rovira, exdiputada del Parlamento de Cataluña y Secretaria General de ERC, sean imputados por terrorismo en el caso de Tsunami Democràtic. También es de destacar que la Fiscalía General del Estado, siempre bajo la supervisión del gobierno, debido a "un error", cambiara de criterio después de las elecciones de julio pasado: lo hecho por Tsunami Democràtic pasó de terrorismo a desordenes públicos. Y como guinda esperada, ahora resulta que Puigdemont enfría las negociaciones y rompe la agenda del PSOE. Espero que en días sucesivos tengamos algo más de luz sobre estos hechos, acontecimientos que podrían ser determinantes. Es de desear que el bien común y la política razón predominen sobre la política pasión, aunque creo que todo esto es un teatrillo con final anunciado: habrá acuerdo Junts-PSOE al ritmo Puigdemont, seguramente a ultimísima hora.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Amnistía: de entrada, no

 


Ante la amnistía que, al parecer, están decididos a aprobar PSOE, Sumar, PNV (aún negocia), ERC, Bildu y JUNTS  hay algunos detalles que llaman fuertemente la atención. Más de medio pais está en contra de una medida de esta naturaleza. Es la libertad de expresión que se recoge en la Constitución la que sustenta estas líneas. Líneas que en su conjunto conforman una opinión, subjetiva, legítima y democrática, compartida por multitud de sectores de la sociedad española.

a)    Me sorprenden las enormes ganas de amnistiar de los amnistiadores, pero … solo después de conocer los resultados de las elecciones generales del pasado Julio, cuando nada de esto llevaban en su programa electoral e incluso –en público- se habían mostrado contrarios a esta medida (Marlaska 4/11/2019; Carmen Calvo 27/05/2021; Juan Carlos Campo 23/06/2021; Pedro Sánchez 20/07/2023; Salvador Illa 24/07/2023).

b)   Llama la atención la actitud de desagradecidos de los previsibles amnistiados. Es desolador no tener constancia del más mínimo acto de contrición. Se muestran prepotentes y hacen gala de los delitos cometidos pavoneándose de sus innumerables incumplimientos y de su falta de lealtad.

c)    La actitud del Presidente de Gobierno diciendo que él va a amnistiar en nombre de España es, como mínimo, bochornosa y delirante. Se entiende que da a entender que España y él son la misma cosa. No puedo dejar de recordar la frase apócrifa que Luis XIV habría pronunciado el 13 de abril de 1655 ante el Parlamento de París: “El Estado soy yo”. Lo de Sánchez recuerda a un puro e inadecuado absolutismo, pues el Presidente sabe que más de medio país está en contra de la amnistía que proyecta.

d)    Esté o no esté en la Constitución, la amnistía, en caso de darse, debiera ser el culmen de un consenso político y social generalizado y nunca el acuerdo entre unos pocos; menos si dentro de estos pocos están los beneficiados.

e)     No conocemos aún el texto de la ley amnistiadora, pero ojo porque se corre el riesgo de desautorizar y desprestigiar por completo al Jefe del Estado, al anterior Gobierno, a las máximas instituciones judiciales del país y al actual Presidente del Gobierno, en funciones, -en este caso se trataría de una autodesautorización- y eso, en un Estado de Derecho, es muy grave.

f)     No es el Estado el que debe pedir perdón. Los juicios a los ejecutores, encubridores, malversadores del levantamiento catalán, de aquel pulso al Estado de Derecho, el llamado “procés”, no fueron procesos políticos. Los Tribunales de Justicia, con total independencia y garantía, se limitaron a aplicar las leyes vigentes que los sucesivos poderes legislativos habían aprobado democráticamente. Leyes legítimas dadas por poderes legítimos y con reconocimiento internacional.

g)  Esta amnistía, en caso de llegar a producirse, rompe el principio de igualdad que la Constitución establece entre todos los españoles, pues reconocería la impunidad de todos aquellos que se levantaron contra el legítimo Estado de Derecho español.

h)   Además, viendo lo que vemos, la amnistía es una condición necesaria pero no suficiente para que JUNTS vote en la sesión de investidura a Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno. La amnistía va unida a multitud de gestos que humillan a España como país, al PSOE como partido y al Gobierno en funciones como representante de todos los españoles. Baste citar las visitas de altos cargos del Gobierno y del PSOE a Bélgica y a Francia al prófugo Puigdemont, el tratarlo como Presidente y la foto de un Santos Cerdán incómodo –tercero del PSOE- con Puigdemont bajo la foto-cuadro de una urna de la consulta ilegal del 1-O de 2017.

i)       Es opinión compartida que resulta escandaloso e inmoral que la amnistía a los implicados en el procés sea moneda de cambio para elevar a la Presidencia de España al máximo amnistiador. Es decir cambiamos la cárcel  y multas de unos pocos por los votos necesarios para satisfacer la ambición de poder de otros pocos.

j)      Si se diera la amnistía, debe conocerse el contenido de esa ley con antelación, las letras mayúsculas y minúsculas y desde luego, algo de tanta importancia debería de contar con el apoyo de una mayoría importante de españoles. Un referéndum sería la única salida digna en este asunto.

k)     Es falso que se diga que la amnistía es necesaria porque la única alternativa al “gobierno procesista” de Sánchez sería un gobierno PP + Vox. Mentira total. Hay alternativas. La primera: Desde hace meses hay voces que apuestan por un gobierno PP+PSOE, legítimo, mayoritario y democrático pero “ otras voces malidicentes, mentes perversas y malvados egoísmos” llevan años cercenando puentes y espacios de encuentro. Es una pena, pero el vacío es considerable y lo han llenado de enfrentamiento y de crispación. La segunda salida que evita el elevado precio de la amnistía, concesiones y humillaciones es la convocatoria de elecciones, pero eso solo está en la mano del actual Presidente.

Y desde luego, el enorme despliegue informativo del episodio del cumpleaños de la princesa Leonor para ocultar el embarazo de la entrevista en Waterloo, el día anterior, entre Santos Cerdán y el prófugo del maletero, supera no solo las rayas rojas, sino todas las rayas del arco iris habidas y por haber. La certeza del sandwich se pudo comprobar anoche mismo cuando se anunció -todo bajo los aromas de la jura de la Constitución - el acuerdo de Sánchez con ERC de cara a la amnistía.

Todo este enorme lio de la amnistía, enmarcado en unos más que obscenos intereses, podrá calificarse de legal pero es terriblemente injusto y humillante, y en la gente sensata de la calle provoca una perturbadora irritación.

Ambiciones infinitas, marcan estos calculados comportamientos. ¡Vivir para ver! como decía mi abuela.