Puigemont sabe de sobra que lo
hizo mal. Pedro Sánchez también es consciente de esa situación. Es por eso que
quieren una ley de amnistía amplia, sólida, líquida y gaseosa: amplia, para
acoger al mayor número de personas y posibilidades; sólida, porque tiene que
tener unas buenas bases jurídicas, sociales y políticas; líquida, para que se
derrame por sus bordes y gaseosa para que ocupe todos los espacios
disponibles. Una ley que no permita ningún resquicio por el que pudiera penetrar
la balanza de la justicia, ni en España, ni, por supuesto, en Europa. De todas
formas, cocinar el guiso de la amnistía en España, no implica que se lo coman
los tribunales europeos. Lo sabemos de sobra.
En estos meses de contactos y
negociaciones, Junts y PSOE tienen que buscar un agujero en el Estado de
Derecho Español construido durante décadas. Le llaman ingeniería judicial, cirugía
fina utilizando como bisturí las palabras, nanomanipulación de los textos
legales. ¡Es el poder! ¡Idiota! Estamos en el campo de la política donde
prevalece aquella máxima “marxista”: <<Estos
son mis principios. Si no le gustan tengo otros>>.
Es en ese sistema de coordenadas tridimensional, poder, poder y poder, donde se encuadran todos los oscuros movimientos
semiclandestinos que están ocurriendo para que Sánchez y su entorno conserven
La Moncloa. Oportuna discreción le llaman algunos medios.
Puigdemont tiene a Sánchez y, de
rebote, a España donde siempre los quiso tener: arrodillados, humillados,
desprestigiados,… Todo se cede en nombre de una engañosa convivencia -los indepes solo ponen la mano- con tal de
conseguir el apoyo de los siete escaños de Junts en el Congreso de los
Diputados, con un 1’6 % del total de votos y un 2% del total de escaños, números
que indican que los partidos minoritarios disfrutan –han disfrutado desde la
Transición- de un exceso de representación. La Transición – esa magnífica etapa
de encuentros y reconciliaciones, salvo los de rencor máximo, no exenta de
dificultades- fue muy generosa y respetuosa con las minorías concentradas.
Generosidad escasamente reconocida y en demasiadas ocasiones maltratada con
deslealtades varias.
Una amnistía como la que se prevé
equivale a una impunidad total y eso necesita de un consenso y clima social que
hoy, en España, no se da. En caso de duda, sométase a referendum. Puigdemont además, consciente de la ocasión, de
la ambición sanchezca y de su buena predisposición con los republicanos que
boicotean por sistema todos los actos de una Monarquía Parlamentaria, Constitucional y
Democrática, ha puesto en marcha su gran exprimidor y aguantará hasta el último
segundo para obtener la última gota en forma de concesiones políticas, concierto
económico especial, ampliación perimetral de la amnistía para incluir a
posibles delincuentes comunes y misiles al Estado de Derecho Español para
conseguir, si no su abolición, sí su máxima destrucción y su ingreso prolongado
y silencioso en la UVI. De alguna manera trata de hacer “de lo catalán” una
isla donde la Justicia Española no pueda desembarcar. En resumidas cuentas se
trata de un chantaje de libro para conseguir “olvidos”, privilegios,
desigualdad, desprestigiar la Transición y deshuesar la Constitución. Con todos
mis respetos, Sánchez para Puigdemont es la Virgen de Montserrat, la de
Lourdes, la de Fátima y la del Pilar, todas juntas. El Estado admite que se equivocó y pide disculpas, algo "Más raro que los gatos de la tía Torrica, que cerraban los ojos para no ver los ratones" según un dicho popular de Los Pedroches.
Ante tales desmanes –hay una
letra de canción que manda copiar cien veces que esas cosas no se hacen- encontramos la
protesta legítima de la ciudadanía, muchos medios de comunicación, la calle, el
Senado y asociaciones de todo tipo. Por otra parte, dada la importancia de los hechos que estamos viviendo, es preocupante que el
Congreso de los Diputados permanezca extrañamente inactivo. Lo cierto es que las manifestaciones
del PP y Vox contra la amnistía inundan el país. En este sentido hay que
advertir que la oposición debe hacer las cosas bien, nada de caos, nada de
violencia ni de manifestaciones espontáneas. Hacer las cosas mal son bazas para
Sánchez. No soy de la opinión de protestar ante sedes o acordonar Parlamentos.
Las legítimas y democráticas protestas han de hacerse en avenidas, calles y
plazas. Ninguna provocación y nada de banderas preconstitucionales. Si alguien
hace las cosas mal eso no justifica que las puedas hacer tú.
Salidas diferentes a este
embrollo las hubo y aún hoy las hay: Si el partido socialista tuviera menos
tintes personalistas, debiera haber reconocido su derrota y –previa
negociación- ofrecer un número mínimo de diputados para investir a Feijoo como
Presidente. La actitud de respeto hacia el adversario político es básica en una
democracia que se precie. El PSOE no puede estar a merced de un universo de
micropartidos y convertirse en el caballo de Troya del independentismo, o en su
quinta columna como afirman algunos medios. Si el PSOE no dejó a Podemos la
presidencia en el 2019, por la misma razón –mayor número de diputados- la
presidencia ahora le correspondería al PP. De seguir el PSOE con esa deriva de
populismo, alguien debería de plantearse la fundación de un nuevo partido
socialdemócrata capaz de formar gobierno con el centro derecha –en países
europeos ocurre- e impedir así el eterno chantaje identitario de los
nacionalismos catalán y vasco.
La división del país –amnistía,
sí, amnistía no-, el elevado precio que el Gobierno en funciones y los
españoles estamos pagando y las graves repercusiones que se derivarían de una
perversa impunidad a la clase política, deberían conducir a Pedro Sánchez a una
nueva convocatoria de elecciones. Esta decisión sería sensata, razonable, legítima
y adecuada para dar salida al envenenado resultado que nació el pasado mes de
julio. Hay marcha atrás si el Presidente lo decide. Como decía el señor
Zapatero en Onda Cero no hace mucho, “si hay que cambiar de opinión, pues se
cambia”. De todas formas mi opción sigue siendo un gobierno de coalición
PP-PSOE, pero como eso es más que improbable porque algunos se han encargado de
dinamitar los puentes, me conformaría con un gobierno del PP –nítido ganador de
las elecciones- con apoyos puntuales y condicionados de un PSOE que defendió la
aplicación del 155 en Cataluña. Siempre podremos decir ¡Es la democracia, sin
chantajes ni peajes que generan mayor asimetría y mayor desigualdad!
Para terminar quiero explicar el
título de estas líneas: Las he denominado “Ley Puigdemont” porque la aún no
conocida ley, en su esencia, la ha hecho él – y sus asesores-, por supuesto
para los suyos y para él. Responde a sus necesidades y es fácil suponer que
contendrá sus medidas, diseñando sus contenidos y sus repercusiones. Solo le
faltaría firmar la ley, junto al Presidente de Gobierno, en lugar del Rey, lo
cual recordaría a Juan Palomo.
Consideraciones de última hora: Dada la velocidad a la que se
producen las noticias sobre “la amnistía y sus alrededores”, me resultan
significativas las numerosas y constantes manifestaciones ante las sedes
socialistas, la respuesta policial a estas “manis”, que el CGPJ apruebe una
declaración contra la amnistía sin conocer el texto que la declara y que
Puigdemont y Marta Rovira, exdiputada del Parlamento de Cataluña y Secretaria
General de ERC, sean imputados por terrorismo en el caso de Tsunami Democràtic. También es de destacar que la Fiscalía General del Estado, siempre bajo la supervisión del gobierno, debido a "un error", cambiara de criterio después de las elecciones de julio pasado: lo hecho por Tsunami Democràtic pasó de terrorismo a desordenes públicos. Y como guinda esperada, ahora resulta que Puigdemont enfría las negociaciones y rompe la agenda del PSOE. Espero que en días sucesivos tengamos algo más de luz sobre estos hechos,
acontecimientos que podrían ser determinantes. Es de desear que el bien común y la política
razón predominen sobre la política pasión, aunque creo que todo esto es un teatrillo con final anunciado: habrá acuerdo Junts-PSOE al ritmo Puigdemont, seguramente a ultimísima hora.
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