Fue al inicio del mes de diciembre cuando redes sociales y calles comenzaron a llenarse de esa magia tan especial que asociamos con la Navidad. Ya teníamos fuertes indicios en el mes de noviembre, pero diciembre siempre lo supera en cantidad y calidad, aunque es cierto que cada año que pasa, el Adviento y su significado se alejan del ambiente de estas fechas. Entre todos –sería dificilísimo encontrar un culpable- lo hemos sustituido por compras, regalos, marketing, comidas, vacaciones y diversión. Algo muy propio de la terrible sociedad de consumo que nos consume y que nos amenaza con rebajar nuestra humanidad a unos niveles ínfimos por medio de –la muy mal llamada- inteligencia artificial. Mal llamada porque así dicha parece que es algo que va por libre, que ha crecido sola e independiente, cuando en realidad es un sistema que han creado y manipulan unos pocos para sus inconfesables intereses. La IA se adelanta a nuestro deseos, es más nos los crea, y dentro de muy poco serán las máquinas las que nos certifiquen aquello que está bien y lo que está mal. Serán los big-data los que separen lo justo de lo injusto. El hombre, la mujer, pasará a ocupar un puesto secundario. ¿Se imaginan a una máquina dictando sentencias o decidiendo cantidad y modelo de pensión que nos corresponde? Pues eso. Lo de diseñar un inmueble o lo de escribir un libro es, desde hace algún tiempo, pecata minuta.
Por
mi formación, edad y años vividos no puedo renunciar a los mensajes
tradicionales que lanza la Navidad, por cierto, semanas muy tristes para
bastantes por las inevitables ausencias y la calidez de los recuerdos. Pero la
Navidad es familia, se asocia con la Paz – estaría muy bien acordar estos días una
tregua indefinida en Ucrania y Palestina-, en ella se reúnen los amigos y están
muy presentes las personas de buena voluntad, personas pegamento en mi argot demasiado escasas en el mundo de hoy y en particular en la política nacional.
Sin
saber bien porqué, pero con mis certezas, uno la Navidad con la Democracia,
aunque cada palomo viva en su palomar. La democracia es consustancial al
respeto, escucha, convivencia, intercambio de pareceres, consenso, diálogo,
ausencia de muros, presencia de puentes, acuerdos, concordia … de alguna forma
los aspectos sociales y civiles del Espíritu Navideño se identifican con la sensata Actitud Democrática que debería presidir las redes, las calles y las instituciones. Estoy absolutamente convencido que esta coincidencia
repercutiría positivamente en innumerables ganancias generales. Espíritu navideño y actitud democrática serían dos aliados imparables.
En
este sentido, voy a incorporar aquí tres mensajes, a mi juicio espectaculares,
que espero no os aburran. Son mensajes diferentes, densos, pensados, con la
sana intención de ablandar corazones y orientar posiciones. Son mensajes de
gente que sabe más que yo y que han ocupado un lugar significativo en la
historia. Entiendo que les vendrían especialmente bien a los ambiciosos, a los egocéntricos narcisos, a los egoistas y mentirosos y a todo aquel/aquella que manipula la democracia en beneficio de sus propios intereses. También para los excluyentes y a los soberbios sordos. En general, son
reflexiones para la gente preocupada por un mundo mejor, para las personas que quieren respetar a los que les rodean, para todos aquellos que no tienen demasiada prisa y se paran a escuchar o buscan una
salida oxigenante y fresca en medio de un borreguismo oscuro, hedonista y egoista que aniquila esa positiva humanidad que tanto bien produce. Creo que en el fondo este texto, es una llamada de emergencia, un grito escrito para avivar rescoldos de buena voluntad.
La
primera es una impresionante reflexión de Carmen Martín Gaite expresada en las
redes por medio de Ada Torres. No necesita explicación ni comentario. Se
explica por sí sola.
La segunda es un enlace que corresponde con la escena final de la película “Esta tierra es mía”, de 1943. Protagonizada magistralmente por Charles Laughton, que interpreta al profesor Albert Lory; y, por la bellísima Maureen O’Hara, que interpreta a la profesora Louise Martin. Albert Lory, el maestro, lee a sus alumnos varios artículos de la Declaración de los Derechos Humanos.
Los tres mensajes elegidos, cada cual con su perspectiva, apuntan a la conjunción, al casamiento del espíritu de la Navidad con la actitud de la Democracia. No se dibuja un futuro ñoño y utópico relleno de regalos, pamplinas, hedonismo y superficialidad. En las palabras de los tres se habla de humanidad, de la intensidad de vivir, de la importancia de la unión, del respeto y de los puentes. En los tres se detecta la empatía, la presencia de los otros, del compromiso y de la Ética.
Si no creemos en el Adviento, fortalezcamos al menos la Sociedad Civil contagiando la Democracia de navidad y la navidad de democracia. Colaboremos en construir un mundo sensiblemente mejor, dándonos cuenta de que no formamos parte de su ombligo.
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