viernes, 5 de enero de 2024

¿Disciplina de voto?

 


El asunto de la investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno de todos los españoles presenta múltiples recovecos y variados matices. Ser presidente constitucional con el apoyo de las fuerzas políticas que pretenden cargarse la Constitución, no deja de ser una tremenda paradoja, solo entendible por el catálogo de concesiones y vaselinas que nacionalistas e independentistas reciben de su parte. Cada vez que haya una votación en el Congreso somos muchos los que pensamos que “la disciplina de voto” no es una postura digna, si el diputado-a piensa lo contrario.

En Normas / Reglamento del Congreso Cap IV – Art 79.2 podemos leer: “El voto de los Diputados es personal e indelegable”. Está más que claro que el dueño, el responsable último del voto, es la persona que directamente ha elegido la ciudadanía de Cuenca, Sevilla, o Barcelona. La relación que un-a diputado-a tenga con el partido por el que se presenta es también de su exclusiva responsabilidad. De hecho, los partidos, por su interés, admiten entre paréntesis aquello de “independiente”. Lo que resulta transparente y de fácil entendimiento es que ni el diputado ni su voto pueden ser “secuestrados” por los aparatos de los partidos ni por sus líderes. Nuestro Estado de Derecho ampara la libertad de voto, la libertad de votar en conciencia y a veces ocurre que la conciencia del diputado no coincide con la que su líder o el partido le quieren imponer.

Hay que recordar que en unas elecciones generales, un diputado es elegido por un territorio, en concreto por una provincia, lo cual implica una correlación directa entre voto y defensa de los derechos e intereses de esa circunscripción electoral, consideración que muchos diputados subastan en el Rastro de la política, con todos mis respetos para ese mercadillo madrileño. No creo que nadie vote en Pamplona pensando en defender los intereses de Valladolid, ni viceversa.

Yendo a lo concreto, y con la ley por delante, un diputado del PP podría haber votado a favor de la investidura de Pedro Sánchez aunque su partido hubiera ordenado lo contrario. También hubiera podido ocurrir que algún diputado del PSOE votara contra esa investidura. Ambas posturas las ampara la legalidad.

Con seguridad podemos afirmar que a los diputados rebeldes, del PSOE o del PP, o de cualquier otro partido, les caería un aluvión de insultos, apertura de expedientes y presiones de todo tipo … porque la partitocracia no perdona … pero conviene recordar que esa rebeldía forma parte de nuestro sistema democrático. Otra posibilidad, cuando no se está de acuerdo con las directrices del partido es renunciar al acta. Lo único que un diputado no puede hacer es defraudar a sus electores y optar por posiciones que nunca se dijeron en campaña electoral o incluso se recomendó lo contrario. Eso es un engaño imperdonable, una sinvergonzonería total y una bomba de hidrógeno contra la Ética y contra la democracia.

Entiendo que en la investidura de Pedro Sánchez todos los diputados socialistas votaran que sí, por cierta coherencia y responsabilidad –aunque eso ya no se lleve en el ámbito político- a pesar de que a algunos-as los pactos comprometidos con los independentistas no les agrade para nada, pero su militancia socialista les llevó a elegir, por lógica, un presidente idem. La elección entre política pasión frente a política razón se repite a diario.

Considero que “la cosa” se puede complicar en cualquier votación de la legislatura, sobre todo cuando a un socialista de Extremadura, Castillas o Andalucía, el partido o el efímero líder le pida su voto para perjudicar a su región a cambio de beneficiar a otras más ricas y privilegiadas –léase Vascongadas y Cataluña. Si un elegido vota contra sus propios votantes, la esquizofrenia se instalará en las cámaras y acabaremos todos contagiados con los ojos cruzados mirando la nariz en su punta. Esta locura parece ya afectar al señor Sánchez pues según se ha publicado –a bombo y platillo- se aprobarán leyes que solo beneficiaran al País Vasco y a Cataluña, lo que aumentará la desigualdad y quebrará el equilibrio social de la solidaridad. Esperemos que cambie de opinión y opte por el mayor bien común posible.

Es que un diputado no se puede reducir a un muñeco mecánico que aprieta el botón que su jefe le indica. Sabemos que la obediencia cotiza en el ascensor de la política, pero el límite de perjudicar a la ciudadanía que lo votó es una línea que la digna conciencia no debe  transgredir.

Si los independentistas van a analizar con lupa todas las leyes que pasen por el Congreso para beneficiar a su tierra y a los suyos en detrimento de todos los demás, diputados socialistas y populares haciendo uso de su libertad de conciencia y sus promesas, deben de procurar el bienestar del resto del mapa, evidente mayoría social, claramente en desventaja al no contar con fuerzas políticas nacionalistas. En el PSOE se ha cambiado de potenciar lo común a potenciar las diferencias y eso, en mi opinión, es nefasto y nada ético.

Un diputado no es marioneta ni esclavo de su líder y mucho menos prisionero de su partido. Aquí tenemos mucho que aprender. Mantener el poder, a toda costa, el poder por el poder, es un suicidio moral para la dignidad de las personas y un mal ejemplo para todos. Es bochornoso el espectáculo de las votaciones en bloque por sistema. Eso solo ocurre en las democracias de baja calidad. Cobrar por apretar el botón que te digan e irte luego de copas o a tu casa es humillante. Ay lo de la democracia interna de los partidos. Los partidos tienen que modificar esos aberrantes comportamientos que asocian al diputado-a con un encefalograma plano haciéndolos invisiblemente necesarios.

Es que lo de los partidos manda hue ….! Si un diputado vota en conciencia y decide con arreglo a su ética, rápidamente es acusado de transfuguismo y le cae un diluvio de insultos, acoso, vacío, expedientes, amenazas de dejar al pariente en el paro, etc… A veces me pregunto ¿por qué vence casi siempre la versión más nefasta de la política, los acuerdos infames, puestos inmerecidos, favores incorrectos, enchufes, privilegios, etc, etc…? Mientras tanto la ciudadanía que paga el festín permanece impotente y olvidada y los diputados, en su mayoría, pensando en el pesebre. ¿Es eso la política?

 

 

 

 

 

 

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