Coloque la foto de su lider o lideresa preferido-a. Si no podemos cambiar de política, cambiemos de políticos |
Hace tiempo que el discurrir político de España, a mi juicio, no lleva buen camino o al menos no es el camino que a mí me gustaría.
Demasiados han elegido la
polarización, hacer oposición a la oposición, no responder a lo que se
pregunta, mentir y ocultar hasta la saciedad, atacar a los jueces si no
defienden lo mío, disminuir y ofender a las fuerzas del orden, sustituir la
verdad por la mentira, el silencio o la postverdad como respuestas, tapar un
escándalo con otro escándalo mayor, acusarse mutuamente gobierno-oposición con
el y tú más, insultarse con vulgaridades, lanzar fakes y bulos increíbles,
comparar lo que se hace aquí con lo que se hace en otros países sabiendo que
son comparaciones imposibles, atacar a los medios de comunicación no afines con
nombres y apellidos, negar las evidencias, repetir una mentira,
descontextualizar, tergiversar, buscar hemerotecas de quince o treinta años,
exagerar, decir medias verdades, se divulgan secretos profesionales e
inviolables, negar la entrada a la prensa no afín, utilizar lo público estatal
como si fuera propiedad del político de turno, etc, etc...
Los gabinetes de los partidos,
los portavoces y los mismos políticos se han convertido en manantiales de
inmundicias que ensucian todo, sean empresarios, asociaciones, justicia,
agricultores, instituciones, cargos, familias, informes, historia, ética,
religión o economía. No hay límites y el “hoy te insulto más que ayer pero
menos que mañana compite con el hoy te miento más que ayer pero menos que
mañana”. La crispación y las continuadas faltas de respeto están alcanzando
cotas máximas y generan un ambiente absolutamente desagradable, profundamente
fétido e insoportable para la ciudadanía. Todo vale menos aceptar una crítica
del contrario. La autocrítica y la sensatez se califican como actitudes de
débiles mentales o de incapaces para la política. Estamos huyendo hacia delante
en el tremendo bosque de los despropósitos.
Se aprovechan todas las tribunas,
sean nacionales o internacionales, partidistas o institucionales, propias o
ajenas, para dar un repaso, muy malintencionado, a todo lo que se cruce en tu
camino y no vaya en la dirección de tus ambiciones políticas. El conmigo o
contra mí. Los buenos y los malos. Los dictadores y los demócratas. Los sucios
y los limpios. Cuanta mediocridad y cuanta sinvergonzonería destilan los
defensores de este mundo simplista vestido de blanco y negro. No nos cansaremos
de repetir la infinidad de matices, la multiplicidad de colores que adornan la
Naturaleza y la Vida.
La verborrea, la locuacidad, la
ocurrencia estúpida, el discurso vacuo, la oratoria ignorante, las frases
interminables en sánscrito o en cirílico, la excusa fácil, etc… se han
apoderado de unos políticos populistas y populacheros y han convertido los
medios y las instituciones en estercoleros que alimentan a diario para que
sigan desprendiendo olores nausebundos y provoquen cánceres incurables a la
convivencia entre los españoles.
La última ocurrencia que he
escuchado, repetida hasta la saciedad por los esclavos voceros de turno, es que
se trata de una polarización asimétrica: es decir, España se divide en dos –una
vez más: unos son los que insultan y otros los insultados, malos y buenos,
blancos y negros,… cuando todos sabemos que esa pureza de grupos jamás se dio y
nunca se dará. Aquellos que renuncian a expresar los matices, aquellos que
simplifican lo que socialmente es complicado sabemos que son unos embaucadores con
raíces totalitarias.
Las víctimas están claras. La
primera la sociedad española, la ciudadanía. Tanta marrullería impide conocer
el fondo de cualquier cuestión que es en el gran objetivo que se pretende: que
los votantes no nos aproximemos, ni de lejos, a la verdad y que el político de
turno, léase partido, imponga su versión, siempre benévola para él y sus socios
y perjudicial para el contrario. Una sociedad de idiotas que no se enteren de
nada.
Las segundas grandes víctimas son
los valores de la convivencia, el respeto por el contrario, el amor a la ética
y a la verdad. Unos políticos con tan bajo perfil ciudadano provocan, como
mínimo, la abstención y el hastío y canalizan hacia la sociedad la crispación y
el enfrentamiento. Es curioso como la polarización que el proceso
independentista generó y genera aún en Cataluña, se ha trasladado al resto de
España. Hablar de política en el seno familiar o con un grupo de amigos se ha
convertido en “rara avis” porque se termina discutiendo. La gente preferimos no
hablar de ciertos temas a perder una amistad. Prueba de todo esto es el
lenguaje y las formas que se utilizan en las redes sociales para desprestigiar
o insultar a alguien que te lleva la contraria. El salvajismo dialéctico se ha
impuesto.
Echo de menos lo que me cuentan
de Finlandia donde los partidos están todos juntos en la misma sala la noche
del recuento y cuando los datos son casi definitivos el perdedor se levanta,
aunque sea por un estrecho margen, y le da la enhorabuena al ganador. El que
gana le dice que será un honor contar con él para compartir, sino tareas de
gobierno, si al menos la mesa de un despacho, un cambio de impresiones o un
café en algún parque al aire libre.
Echo de menos que los puestos y
cargos se les dé al personal, sea para aquellos-as que tienen mayor capacidad y
mejores méritos y no al más obediente al líder. No se puede sustituir a
funcionarios por políticos aborregados. Entiendo que eso es una aberración
social, una injusticia, un empobrecimiento y una bomba de relojería en las
entrañas del Estado.
Echo en falta ese primer ministro
que vive en un pisito de 60 metros cuadrados y va al despacho en bicicleta y
compra en el supermercado y conoce a sus vecinos y los problemas de su barrio.
Si necesita un Falcon o una limusina, los va a tener, pero en su vida diaria
predominan comportamientos de seres mortales, no de personajes endiosados.
Echo en falta esas dimisiones
decididas ante la sombra de la corrupción o frente a los pérfidos aromas del
tráfico de influencias o como solución a las mentiras contrastadas en un
inflado curriculum diseñado para cubrir las apariencias.
Echo en falta que los adversarios
políticos sean cómplices en asuntos de estado que están por encima de ellos y
de sus resultados en las urnas. Temas como la política exterior, el ejército,
los compromisos internacionales (OTAN, CEE, acuerdos bilaterales con otros
países,…), el asunto del agua o las pensiones, la inmigración, la independencia
judicial, la Jefatura del Estado, la Constitución, etc… nada de eso, creo, puede
depender de un solo partido. Es imprescindible contar con los otros … porque
nadie se puede atribuir la propiedad de España ni de su futuro.
Sí, estoy convencido de que
existen otras maneras y otros resultados acordados. La palabrería barata de los
líderes no puede convertirse en marco de confrontación y de pensadas
provocaciones. Estoy harto de escuchar “Todo no vale” para que a la hora de la
verdad, “Valga todo”.
No pido equidistancia, ni soy
equidistante. Pudiera resumir, con brevedad, que mis pensamientos comparten
puntos de la derecha y de la izquierda, depende del asunto. Eso para mí es
sensatez y entra de lleno en lo que sería el bien común. No creo en ningún
“paraíso” y menos terrenal, pero sí creo en los hombres y en las mujeres de
buena voluntad que trabajan por la convivencia y el interés general. Las
utopías no pueden alcanzarse pero sí se puede tender hacia ellas. Lo que no
puede hacerse es arrastrar a la gente hacia una distopía que nos enfrenta y nos
destruye y que ese jodido ambiente encima esté alimentado por las élites
políticas por puras ansias de poder. Sí, otras políticas y otros políticos son
posibles. Las espirales de soberbias, ambiciones, narcisismos y provocaciones
terminarán por reventarnos.
En efecto, en España necesitamos
una regeneración política que vaya refrendada –fundamentalmente- por los hechos
de quienes nos gobiernan y de la oposición.
¿Es posible otro tipo de política? Si.
No hay comentarios:
Publicar un comentario