domingo, 8 de junio de 2025

Pinganillos políticos

 


Recientemente se ha celebrado en Barcelona, no por casualidad, la Conferencia de Presidentes Autonómicos de España. El ruido generado por la socialista Leire Díaz —buscando junto a ciertos empresarios trapos sucios de determinados jueces, fiscales, jefes y oficiales de la Guardia Civil, y por los bulos lanzados por varios ministros acerca de bombas lapa contra el presidente— precedió a una reunión ya complicada en sí misma. El Gobierno estaba emperrado en no disponer de un orden del día. El PP, apoyado en su apabullante mayoría territorial y en el Reglamento, insistía en meter temas de financiación autonómica, modelo energético, plan migratorio, infraestructuras, etc. Al final, el Gobierno accedió y junto a estos se abordaron temas relacionados con la vivienda.

          El Gobierno informó que durante el desarrollo de la Conferencia se hablaría –en momentos concretos– en gallego, vasco y catalán, por lo que los asistentes dispondrían de traducción simultánea por medio de los correspondientes pinganillos. Isabel Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, siempre ella tan protagonista y tan intensa, avisó que, de producirse tal cosa, se saldría de la reunión. Y ya tenemos el pollo montado y enturbiando –más aún si cabe– un ambiente enrarecido, intoxicado y envenenado adrede por todos lados, porque aquí lo que interesa es crispación, tensión que divida, como dijo Zapatero a Iñaki allá por el 2008. Los nuestros por un lado y los otros por el otro. Nada de caminar juntos. Tesis que por desgracia también avala el PP.

          En mi opinión, si vascos y catalanes no hubieran pasado tantos años defendiendo de mala manera sus respectivas nobles lenguas con soberbia lingüística, Andalucía, Murcia, La Rioja, Extremadura o Madrid entenderían perfectamente el tema del idioma local. Sin embargo, como han convertido al vascuence y al catalán en barreras infranqueables y armas políticas de primer orden, el resto de comunidades del Estado mira con recelo cualquier asunto que derive de ahí. La cultura vasca y catalana vale tanto como la castellana, la asturiana o la canaria: esa debería ser la postura de todos los gobiernos centrales y no privilegiar por conveniencias políticas a unos o a otros. Privilegiamos y queremos que todo el mundo acepte esos privilegios, pues no. Si desde el gobierno de la nación fomentamos la desigualdad, luego no nos podemos quejar de determinados terremotos. En una reunión de Estado, y la Conferencia de Presidentes de Comunidades Autónomas lo es, la lengua española es la oficial y eso debe ser respetado y no manoseado.

          Pretendo decir que si se hubiera hecho pedagogía lingüística desde Cataluña y Euskadi, el vasco y el catalán serían aceptados en Cartagena, Oviedo y Talavera de la Reina sin ningún tipo de problema. El gallego se acepta más y mejor por la política de flexibilidad que se desarrolla desde la Xunta. Los idiomas se integran y se aceptan con el tiempo, no con torpes leyes autoritarias. Los caminos de la gente de la calle no son los caminos de los interesados políticos.

          ¿Se equivocó Ayuso al salirse de la reunión? Sí, sin paliativos. Por respeto a las ancestrales lenguas, yo me hubiera quedado a escuchar el vasco, el catalán y el gallego —al parecer este tercero fue más prudente—, pero no me hubiera puesto el pinganillo para mostrar mi desacuerdo con la decisión política de utilizar estas lenguas en un acto puramente estatal. Como dijo Ayuso: Es ridículo estar tomando un café en castellano y hablar de política en catalán o en vasco.

          Hay, además, un factor importante: Si de diecinueve territorios autonómicos dieciséis hablan español, no hubiera estado mal que Vascongadas y Cataluña hubieran mostrado cierta solidaridad y utilizaran el español en todas sus intervenciones. La vanidad les puede. ¿Se tienen que plegar 16 comunidades a 3 o deben de hacerlo 3 a las 16? Algo debe de significar la cantidad, cuando Pedro Sánchez se parapetó detrás de 12 ministros en la citada conferencia —no hicieron nada— para hacer sombra a la mayoritaria presencia de tantos presidentes/as del PP.

          Puestos a exagerar, podríamos proponer: ¿Por qué no se hace oficial el vasco y el gallego en Cataluña? Porque sería una locura absurda… pues eso. Llevar traductores a una reunión entre españoles es, aparte de un gasto innecesario, una situación que roza la absurdez. Se puso el interés en las formas (ministros, fotos, idiomas, pinganillos, tiempo para hablar, orden del día, etc…) y desapareció el fondo: cero acuerdos y desprecio total a lo que necesita la ciudadanía.

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