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El salvamentes |
Estamos a 8 de septiembre del 2025. En España, el curso escolar va a comenzar o ha comenzado ya. En el ámbito nacional e internacional se pone cada vez más en entredicho el uso de las pantallas en la escuela. Trás interesantes y sólidas investigaciones, móviles, tabletas y ordenadores -hace ya años- han iniciado una significativa marcha atrás -se desaconseja su uso, se restirnge su presencia o, directamente se prohibe, dependiendo de las edades del alumnado.
Fue en marzo del 2000 -hace 25 años- cuando presenté la ponencia que sigue en un pequeño congreso que se celebró en el Puerto de Santa María, Cádiz (25/03/2000) *. Reconozco que en aquel entonces no tuvo ninguna repercusión. Como insistí en el asunto, el Diario Córdoba la había publicado días antes en el Suplemento de Educación (15/03/2000). Si la escribiera hoy, supongo que corregiría y añadiría algunas cosas más -sobretodo datos de las investigaciones realizadas-, pero la esencia de lo escrito permanecería idéntica. Hoy en Onda Cero, Carlos Alsina ha dedicado diez minutos de radio -es mucho- a comentar el "asunto pantallas" en el monólogo que abre su programa matinal de las 8:00 horas. Ahora nos trasladamos a marzo del 2000:
Me
está resultando impertinente la presencia “hasta en la sopa” de la citada red.
No puedo dar un paso sin encontrarme nuevas direcciones, nuevos buscadores,
nuevas ventas o nuevas conexiones. Lo último siempre es lo mejor, diferenciándose
con un lenguaje codificado de números y letras: tecnicismos simplificados
normalmente del inglés. Tengo que advertir que me gusta Internet, pero la vida
y la física me han hecho comprender la relatividad de muchas cosas.
Internet como sistema de comunicación es una maravilla maravillosa que posibilita imposibles y ensancha canales para llegar a lugares recónditos, a sitios inaccesibles, a gente desconocida. Reconozco una potencialidad casi infinita, aunque a mí me sigue gustando bastante más la conversación con café, la tertulia con presencia física de los tertulianos. La videoconferencia o los continuos e-mails de ida y vuelta me dejan un sabor agridulce, una cierta sensación de frialdad, de lejanía.
Un mal menor
Otra
de las posibilidades de esta tela de araña, con la colaboración de Bill Gates y
similares, es la de poder acceder a archivos de cualquier tema en miles de
lugares de la tierra desde la salita de tu casa, desde tu despachito, desde tu
rincón —a excepción de casi todo el Tercer Mundo porque la miseria no está
globalizada, aunque todo llegará. Verdaderamente es maravilloso, pero también
ahí relativizo.
¿Qué
uso puede darle a Internet una persona que no ha sido educada en unos ciertos
valores culturales? ¿Qué tipo de educación se recibe desde la red? ¿Qué hace
una persona con escaso espíritu crítico con esas galaxias de información y ese
universo de mensajes? Yo puedo acceder a los fondos del Museo del Prado o al
interior de una célula o a la evolución de la bolsa, pero si no dispongo de
unos conocimientos básicos sobre pintura, citología o tengo ciertas ideas sobre
el funcionamiento y subidas o bajadas de la bolsa, ¿qué haré con toda esa
información? Poder acceder a información no es saber. De la misma forma que
mirar no es ver, ni oír es escuchar, ni tener es ser. Tampoco manejar Internet
significa tener conocimientos de informática.
En
el mundo de la educación, Internet está, por decirlo de alguna forma, casi
recién nacida y, aunque tenemos que aprender a rentabilizar esta posibilidad,
entiendo que los docentes son insustituibles por su capacidad de establecer
relaciones y sentimientos con sus alumnos. Personalmente, no me siento amenazado
por ningún software y desde luego no quisiera que los niños del 2100, ni del
3000, fueran educados por un robot. Probablemente, en el campo de la enseñanza,
la red podrá jugar un papel de mayor entidad, pero siempre será complementario
del que podamos desempeñar las personas.
Democratizar
accesos a la información y a la comunicación es bueno, pero hay un trabajo
básico (siempre lo básico: ciencia básica, cultura básica, educación básica,
tener una buena base, edificios con buenos cimientos, necesidades básicas, etc.)
que no podemos descuidar. Bases sólidas permiten crecimientos estables y
equilibrados.
2000, marzo.
Se le atribuye a Steve Jobs -un genio de la tecnología- la frase que expresa una enorme consideración por la Filosofía y el pensamiento humano. Dice así: "Cambiaría toda mi tecnología por una tarde con Sócrates". Parece pues que Jobs creía que el conocerse a uno mismo, la reflexión y el diálogo eran valores superiores a cualquier avance material. La tecnología no puede ser un fin en si mismo, es solamente un medio para mejorar la vida de la Humanidad.
Desde mi experiencia en la escuela y en la vida, me reafirmo en mis consideraciones y en el mensaje que se desprende de las líneas del párrafo anterior.
(*) II Jornadas de Innovación Pedagógica: "Educación y comunicación: Herramientas de Futuro". Centros Familiares de Enseñanza. Puerto de Santa María, 25 de marzo del 2000.
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