Una colección es un conjunto ordenado de cosas, por lo
común de una misma clase y reunidas por su especial interés o valor. Estamos
acostumbrados a ver como la gente coleccionamos monedas, sellos, vasijas de
cerámica, escritos o cuadros. Últimamente todo es susceptible de ser
coleccionado: autógrafos, discos, zapatos, máquinas de ferrocarril o
automóviles pueden generar auténticas pasiones. El interés y la curiosidad
humana no tienen límites y las fijaciones de las personas abarcan un espectro
cada vez más amplio de objetos. Por poseer determinados ejemplares de algo se
conspira, se paga e incluso hay gente que mata. Lo importante es poder ver en la intimidad
de tu casa ese objeto casi único, irrepetible. También se disfruta enseñándolo
a las amistades más íntimas y bajo palabra de honor de que no desvelarán ningún
tipo de detalle. Determinados vestidos de famosas actrices, joyas de reyes,
fósiles del cretácico, películas de los años 20 o fotografías de la II Guerra
Mundial pueden colmar de felicidad a una mente que lleva años intentando
conseguirlos.
Como
contrapunto a la colección de objetos me permito reflexionar sobre otros tipos de
colecciones…… colecciones bastante más difíciles por su grado de abstracción. Qué tal una
colección de vanidades? ¿Por qué no intentar una original colección de crepúsculos? ¿No
sería encantadora una colección de olores sin frascos? ¿Y una de
recuerdos mezclada con sensaciones? . El futuro museo de autocríticas competiría con
el de ambigüedades y mentiras mientras que la colección de mediocridades
no le haría sombra a una buena colección de dogmáticos absolutos. Colecciones de
impulsos contenidos, de momentos de soledad, de sentimientos encontrados serían
analizadas por grandes especialistas que dejarían constancia de su importancia. El coleccionista de besos perdidos
visitaría al de impotencias calculadas para proceder a algún posible
intercambio. La coleccionista de amaneceres despertaría cada día con el que más
le gustase mientras que la colección de insignificancias insignificantes pasaría desapercibida. Colecciones de lunas llenas, de eclipses
totales de Sol, de sombras redondeadas, de insomnios, de miradas, de
intranquilidades o de complicidades se venderían en los mercados de las
emociones esenciales. El coleccionista de nacionalismos trasnochados pensaría que su colección es la mejor del mundo , además de ser la única y verdadera colección.
A
veces las colecciones, tan valiosas y tan próximas, nos dificultan
detectar a las personas que nos rodean y a sus sentimientos. Nos dificultan compartir. Podríamos coleccionar amigos, solidaridades, secretos y confidencias, risas, brisas marinas, empatías, confianza, temores y conversaciones, silencios........si, creo que es oportuno reflexionar para priorizar nuestras colecciones
sin confundir valor y precio.
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