jueves, 16 de abril de 2020

Pactos y trastornos

                    ¿Se os olvidó que estamos todos juntos? ¿Se os acabó el alma, el corazón?[1]
             
         Las candentes noticias sobre el coronavirus y la clase política me distraen a diario de mi entretenimiento mantenido hace años: poner al descubierto historias de mi pueblo se ha convertido ahora en camino rebelde difícil de seguir ante el asedio odioso de un virus con corona y un contexto político que tiende al reventón inmerso en la tragedia. Por arriba y abajo, por delante y detrás, por izquierda y derecha, por la tele y el móvil, por el ordenador las noticias no cesan. El virus no descansa, los políticos menos y los medios mantienen vigilancia intensiva ante tanta movida. La realidad informativa es intensa y muy rica. Ayer mismo Pedro Sánchez incorporó a Pablo Iglesias a la gestión diaria de la crisis del coronavirus; el CIS publicó unos extraños resultados ante unas no menos sorprendentes preguntas evitando las que más comprometen al Gobierno; la renta mínima para millones de hogares españoles se hace realidad; en el ambiente revolotean informaciones múltiples sobre los posibles pactos, gobierno y Comunidades Autónomas acuerdan – mínimamente – como terminar el curso escolar,   etc…etc…. Mi sensación de campaña electoral es inevitablemente insufrible.
               Además – consciente de mi pequeñez - escribo esto con la terrible sensación de que no servirá para nada. Me leerá poca gente y desde luego nadie me va a hacer caso, pero creo que es importante dejar claro unos valores: mis creencias y mis valores. Añado que entiendo estas líneas como comentarios positivos ante la dura y compleja situación que estamos viviendo.
               Siempre he defendido los acuerdos, los pactos, la concertación. Me emociona que la gente que nos dirige se ponga de acuerdo.
               Me voy a la RAE y encuentro que pactar es acordar algo entre dos o más personas o entidades, obligándose mutuamente a su observancia. En una segunda acepción se lee: Dicho de una autoridad: contemporizar con los sometidos a ella. Para terminar trato de desmenuzar eso de contemporizar: acomodarse al gusto o dictamen ajeno por algún respeto o fin particular. Mi resumen es que los pactos se basan en admitir – en público y por escrito – que el otro tiene algo de razón, que un pacto se sustenta en cesiones recíprocas, en colocarte en el lugar del otro, en crear unas condiciones exteriores e interiores que faciliten los acuerdos. Pactar no es que apoyes todo lo que hago. Pactar, en este caso, es un proceso en el que afloran las mejores ideas para todo el país. El tú y el yo pasan a ser nosotros. Todos tienen que dar un paso atrás para dejarles sitio a los demás. Los egoístas, hoy más que nunca, son unos imbéciles. Hechos y no discursos. Basta de palabras.
               A la clase política no le faltan ejemplos, no será por ausencia de espejos en los que se puede mirar: médicos, transportistas, enfermeras, repartidores, bomberos, guardias y policías, cajeras de supermercados, agricultores y ganaderos, científicos, deportistas, ONGs, asociaciones de todo tipo, etc….están dando una gran lección. Cada sector aporta lo que sabe, lo que tiene. Suman y facilitan con generosidad y con enorme esfuerzo….algun@s se han dejado hasta la vida…
               Es por eso que no entiendo el trastorno de déficit de acuerdos ante una emergencia sanitaria, económica y social tan grave. No entiendo el trastorno de superávit de mentiras haciendo realidad la frase de “Hoy diré más mentiras que ayer pero menos que mañana”, cuando la sociedad necesita certezas y no sentirse engañada. No logro entender el trastorno de actor – intérprete hollywoodiense que afecta a buena parte de nuestros líderes cuando se precisa naturalidad sincera y proximidad afectuosa. Por último tampoco entiendo el trastorno de protagonismo del que hacen gala casi todos nuestros dirigentes pretendiendo ser “la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro”.
               Todos estos trastornos crean adición por lo que necesitan aumentar la dosis diaria para seguir subiendo en esa escalada sin fin. La euforia política alcanza el climax promoviendo “mientras más desacuerdos mejor, mientras más mentiras mejor, mientras mejor actor / actriz mejor, mientras más protagonismo mejor”.
               En estos tiempos sólo comprendo un único trastorno: estar unidos para ganarle al virus y sacar adelante a este puñetero país. Me da igual quién lo saque, pero creo que es mejor hacerlo tod@s junt@s.






[1] Parafraseando a Pasión Vega * 40 Quilates * Se te olvidó.

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