Estamos
en Gorgonia, país desarrollado y democrático. Esta es la historia de tres de
sus gobiernos. Historia que flota entre las nubes, baja a las profundidades de
la Tierra y marca estelas en el mar intentando abarcar un todo que se escapa.
El poder puede destruirlo todo y ennoblecerlo todo. Hace diablos a los ángeles
y es capaz de convertir a un hombre en un narciso o a una mujer en un diamante.
Puede pudrir el alma y que lo negro sea verde y blanco al mismo tiempo. Las
ansias de poder se alimentan con más poder, con soberbia y de una inmensa
multitud de esclavos voluntarios sometidos al Gran Jefe, el cual asciende cada
día a una grada más alta.
Sin
embargo el verdadero jefe es aquel que se convierte en el primer servidor de la
ciudadanía, el que procura la justicia y se ajusta a la ley con elevados
márgenes de generosidad. Un buen jefe jamás divide al personal ni se aprovecha
de su cargo. Tampoco se cree un mensajero del cielo. En él no anida la vanidad y
el trabajo bien hecho le ayuda a ser humilde cada día y a seguir trabajando.
Solo mejorar lo común copa su voluntad y ampara sus intenciones. El buen jefe
es juicioso, escucha, se aproxima, no avasalla y jamás promete lo que no puede
cumplir. El liderazgo se lo dan los de abajo de acuerdo con la empatía,
respeto, comprensión y motivación que el jefe les inspire. En cualquier caso –ya
que hemos perdido la inocencia- somos conscientes de que el poder rompe y
corrompe todo lo anterior porque en las relaciones de dominio solo son
intereses los que mandan.
No es
casualidad que las líneas que siguen estén escritas en negro.
II de III: Reinado de Epigenio
Fostén
Cuando Epigenio Fostén ganó las elecciones lo hizo a costa de
prometer grandes cambios y de enmendar la plana a su antagonista político
Atricio Cacherolo. Su primera acción política tuvo lugar a las pocas horas
después de su triunfo electoral. De madrugada, tras consultar su decisión con
un pulpo hechicero, reunió a la manada de asesores con carácter urgente y les
dijo que como eran unos profesionales con precio, los mantendría a todos en sus
puestos y que les doblaría el sueldo. Solamente exigiría la condición de
fidelidad ciega su persona, a su proyecto y un exquisito secretismo
profesional. Aquellos-as que no estuvieran de acuerdo, podían levantarse y
despedirse ya, pero Epigenio les aconsejó quedarse. Con él, les seguiría yendo
bien a todos ellos y a los familiares colocados a dedo por el presidente Cacherolo.
No tenían nada que temer. Solamente, un hombre joven levantó la mano y, con
timidez, se atrevió a preguntar: “Perdone, ¿lo puedo consultar con mi pareja?”.
Epigenio, conocedor de la importancia de la mujer y de la nueva posición que le esperaba como
primer ministro, no desaprovechó la ocasión. Le respondió que agradecía
enormemente la pregunta y que consultar con la pareja es cosa de buen juicio. En prueba de su magnanimidad les daría media
hora a todos los asesores y asesoras presentes para que sus respectivas parejas
los aconsejaran sobre quedarse o irse. Nadie se retiró. Todos se dejaron
comprar y aceptaron las condiciones de Epigenio que se despidió advirtiéndoles de
que a partir de este momento tendrían que invertir críticas por elogios,
errores por aciertos, problemas por soluciones y lo que fuera diabólico
transmutarlo en angelical. “Estoy convencido de que sabréis hacerlo porque sois
profesionales y estáis bien pagados, así que ánimo. A ver cómo se me percibe en
los medios mañana en la mañana”, les dijo. “¡Ah y, por favor, buscadme un par
de eslóganes que enaltezcan mi victoria”!, les requirió mientras la escolta le aguardaba
a la salida. Uno de los infinitos asesores dibujó, con pena y con sigilo, en su
cuaderno una camelia, símbolo de los abolicionistas brasileños que lucharon
contra la esclavitud a finales del siglo XIX. Estas preciadas flores requerían
tantos cuidados como la libertad que estaban a punto de conquistar, explica
Eduardo Silva, autor del libro “Las camelias de Leblon y la abolición de la
esclavitud”. Aquel dibujante anónimo detestaba a Cacherolo y a Epigenio, pero
–aunque se lo reprochaba a sí mismo- había que comer. En su interior sabía que nunca
renunciaría a una opinión libre que sustituyera la propaganda por la
información. Desde muy temprano, apagaba su voz con unas copas de más y un
orfidal para dormir. En sus sueños veía a un Cacherolo y a un Epigenio vestidos
de romanos armados con un látigo. Él, sentado junto a otros, todos encadenados,
remaba en la galera a golpes de un tambor.
Los cambios en el gobierno se
hicieron siguiendo los caminos habituales. La victoria de Epigenio fue
indiscutible y casi todas las ceremonias transcurrieron en los plazos, lugares
y formas políticamente correctos. Los ministros salientes sonreían y gastaban
forzadas bromas a sus colaboradores y ministros entrantes, aunque algunos, por
su excesiva soberbia, la Ministra de Hacienda y el responsable de Interior, no
se presentaron y enviaron a los Secretarios de Estado correspondientes. Su
orgullo no les permitía que los medios tomaran imágenes pasando la cartera a sus
“enemigos” políticos, personas indeseables y poco merecedoras de acoger tan
altos compromisos, pero la respuesta de la ciudadanía había sido clara: aunque
con fuertes tentaciones de quedarse, tenían que traspasar el gobierno.
El cambio de presidente en el Palacio
de San Suplicio Gozoso fue peor. Atricio Cacherolo salió a la puerta a recibir
a su sustituto pero no bajó las escaleras, así que Epigenio Fostén, con
chaqueta alusiva a los colores de la bandera nacional, tuvo que subirlas. Al
llegar al final, tendió la mano a Cacherolo, momento que aprovechó Atricio para
abrocharse el botón de la chaqueta. Aquella mano derecha de Epigenio quedó
suspendida en el aire sin encontrar la de su oponente. Frunció el ceño
mostrando desagrado pero rápidamente se recompuso y se abalanzó sobre Atricio
envolviéndolo en un abrazo que este, sorprendido, no pudo evitar. Más que un
abrazo fue un atraco político imaginativo y teatrero. Las cámaras captaron con
detalle “la cobra” de Atricio y la respuesta de Epigenio. Tal para cual. Cosas
de la política.
Atricio
reaccionó con reflejos y se fue hacia el interior del palacio. Entró el primero
dejando a “su invitado” solo ante la puerta. Epigenio, sonriente, saludó con la
mano a la prensa presente y decidió seguir a su no anfitrión. Cuando entró en
la salita de las banderas y los sofás, lugar previsto para la entrevista de
cortesía entre el saliente y el entrante, se encontró con que Atricio ya estaba
sentado. Entonces a un señor vestido de negro, que no conocía de nada y que
estaba de pie en una esquina del salón, le expresó su deseo de ir al servicio.
Solo será un momento, le dijo. El otro, estupefacto, abrió una puerta y le
pidió que lo acompañara. Epigenio tardó lo justo y cuando regresó a la salita
Atricio ya no estaba.
Acto seguido
salió al exterior y se encontró a Atricio departiendo con los periodistas.
Directamente pegó una voz que todo el mundo pudo oir y solicitó que le trajeran
su coche. “Bueno, será mejor que vaya a recogerlo yo”, dijo. Se dirigió a los
periodistas y con un “Encantado de saludarles, señores, que tengan un buen día”
salió de allí con paso lento y la cabeza alta. Dos o tres de la prensa
corrieron tras él y le preguntaron: ¿Qué tal la reunión, señor presidente?
Epigenio, socarrón e irónico, les respondió: ¿Cómo estuvo la feria? Pues como
se esperaba, hijos, como se esperaba y aceleró el paso. Ha sido una cacherolez,
se dijo para sí, sin pronunciar palabra.
Nunca jamás
había habido en Gorgonia un mayor desencuentro entre presidentes. A los dos días
se celebró en la Cámara de los Votos Perdidos el acto final del intercambio de
poderes y el nuevo gobierno quedó instalado en su bancada forrada con los
colores de la bandera nacional, según diseño de la pareja de Epigenio. La
oposición contra-atacó exponiendo que no era de recibo que sus señorías colocaran
sus posaderas encima de la bandera nacional. Epigenio, desde su escaño saltó
hecho una furia y explicó que, con el tiempo, los colores se irían evaporando y
los cuerpos de todo el Gabinete de Gobierno estarían impregnados de los colores
de nuestra querida bandera. ¿Se puede pedir más?, preguntó apagando el
micrófono.
Las primeras
cien horas de gobierno se emplearon en llevar a cabo parte de los grandes
cambios prometidos. Lo que para unos era renovación e innovación, para otros
fue una escabechina política. Por cuestiones de idoneidad, de confianza o de
equilibrio emocional, se cambiaron a todos los secretarios del estado líquido, subsecretarios
sólidos, directores generales de la nada, jefes de negociados absurdos, rectores
de secciones y de líneas, directores de empresas estrambóticas, Servicio
Nacional de Inteligencia torpe, Taller de Informaciones Sociológicas,
embajadores afiliados al PLOF (Partido de la ley, el orden y los favores),
militares Jefes de la Junta del Desastre Nacional (todos secuestrados por
ascensos gaseosos indebidos), Director General de la Guardia Nacional y de la
Policía Ciudadana, etc … No quedó ni rastro de los partidarios de Atricio en
cargo alguno, salvo los funcionarios de carrera que solo manejaban papeles
similares al higiénico. Por supuestísimo que los directores de la Radio y
Televisión pública de Gorgonia, RTPG, fueron sacados de la órbita de la
información y del poder y en su lugar entraron íntimos y obedientes fantasmas, amigos
personales de Epigenio. Se reestructuraron Ministerios, se anularon algunas de
sus ramificaciones y, para despistar, se crearon otras nuevas con nombres
diferentes. Fue una invasión política en toda regla, salvo el equipo de
asesores múltiples que, en bloque, decidieron seguir trabajando para el nuevo
gran amo.
Todos los
cambios favorecieron a militantes del partido, bienaventurados del Camino Epigénico,
amigos, bebedores de cerveza de la Estrella Fosténica, familiares, un 10 % de socios
del Deportivo Matrix y enamorados de los galanes de noche. También cogieron
buen enchufe la Asociación de Carpinteros Amañaos y la Sociedad Aturdida de Amigos
de Encajes de Bolillos, entidades epigénicas hasta la médula. Los cambios no
mejoraron para nada el funcionamiento de la administración. Todo siguió
funcionando igual de mal. La formación, el conocimiento y la capacidad eran
todos deméritos de los posibles candidatos. El único criterio para ser nombrado
cargo digital de confianza era la intensidad de la obediencia debida al líder,
al partido y hacer declaraciones en los medios enalteciendo la difícil labor
del presidente. En el Consejo de Ministros, Ministras, Deslenguados y
Deslenguadas, estas últimas de reciente incorporación, tenían prioridad los
chistes y las difamaciones sobre la mala gestión de Cacherolo y de su banda de
aprovechados. Todo cambió para que todo siguiera igual.
La creación
del macro Ministerio de los Despropósitos levantó toda clase de expectativas
hasta en los sectores más críticos de la oposición. El personal pensaba que
todas las propuestas ministeriales pasarían por el filtro de este ministerio
para desechar todas aquellas iniciativas que tuvieran tintes de insensateces,
de disparates o animaladas. La sorpresa fue inmensa porque para aquel gobierno
del cambio las buenas ideas se sustentaban en las locuras, burradas y en las barbaridades
delirantes. Se alegaba que se había gobernado mucho tiempo basándose en la vulgaridad
y que la ciudadanía, aburrida, necesitaba asuntos que generaran controversias,
experiencias y emociones fuertes. La gente demandaba “ideas potentes”,
terremotos mentales, ejercicios que removieran las conciencias y las ideas. En
todos los terrenos, una creatividad necia sin límites, sería la norma de
referencia cotidiana y algo esencial para presupuestar y aprobar cualquier
proyecto.
El premio
nacional de Literatura, dotado con 50.000 peseuros, se lo dieron a un señor analfabeto
que hizo una poesía solo con monosílabos y dos dibujos que nadie consiguió
descifrar. Fue su única obra. Ya no volvió a escribir ni a pintar nada más.
Todo el gobierno habló de la genialidad del escritor. El de Pintura
correspondió a una abuelita de 97 años que a la pobre le temblaba tanto el
pulso que no conseguía pintar una línea recta de dos milímetros. Su pulso no
era el adecuado para robar panderetas. Sus cuadros eran todos iguales con
trazos quebrados, muy cortos, que subían y bajaban sin orden ni concierto. El
premio “Gran Gorgonia” de Música fue el más sonado y recayó en un famoso chef
de cocina que con cazos, cucharas, cuchillos, tenedores, paletas y otros útiles
de cocina golpeaba, al azar, bajo los efectos de la cocaína, ollas, sartenes,
cazos, fuentes de cristal y metálicas, vajilla de cerámica, etc, etc…La
disarmonía total y la falta de ritmo fue lo que determinó la difícil decisión
del jurado. Atrás quedaron una concertista de violín de 17 años que tocaba el
piano desde los cuatro y un compositor de zarzuelinas, triunfador por medio
mundo que había vendido más de quince millones de discos reeditados en vinilo y
se tapaba sus vergüenzas con vestidos elaborados con chapas de refrescos y
cervezas.
Una de las
medidas más exitosas fue aquella de la inversión fiscal. En el programa
electoral Epigenio llevaba una medida terriblemente populista: le rebajaría los
impuestos a la clase media y a las personas con las rentas más bajas y subiría
los impuestos progresivamente a los más ricos del país. Una vez obtenido el
gobierno, su equipo le aconsejó que debería de hacer lo contrario porque
subirle los impuestos a los ricos le traería muchos problemas y repercutiría
muy negativamente en su imagen política-pública, aparte de la posible y masiva
fuga de capitales y fiebres financieras varias. Epigenio se reunió con sus
colaboradores más íntimos y diseñaron una campaña para explicarle a los más
necesitados y a la clase media lo bien que les iba a venir una subida de
impuestos a la vez que se los bajaban a los más pudientes. Era lo que el país necesitaba
y él, costara lo que le costara, estaba dispuesto a cambiar de opinión, por
beneficio de todos, claro. Así que dio una amnistía fiscal a todos los defraudadores
de la Hacienda Pública, siempre que la cantidad desfalcada superara los 25.000
peseuros. Por debajo de esa cantidad, la justicia seguiría actuando con la
rigidez necesaria. Multinacionales, grandes fortunas, bancos, clubes de fútbol,
inversores en bolsa, jeques y emires, etc… se vieron beneficiados por estas innovadoras
medidas de gracia. “Si ayudamos a los ricos, el PIB crecerá, disminuirá el paro
y aumentaran las inversiones” decían. Un sector de asesores, algo crítico, con
el gobierno insinuó que si disminuían los ingresos por impuestos, la educación
y sanidad públicas, junto a obras públicas y ayudas a la emigración podrían
resentirse sensiblemente y eso no sería bueno para el país. El ministro de
Desinformaciones Autorizadas les recriminó el comentario y les amenazó con
expulsarlos del Club de Asesores Predilectos. Les aconsejó que trabajaran en un
fantasioso informe que expusiera las mejoras de la educación pública, de la
sanidad y de las vías habituales de comunicación, carreteras y ferrocarril. “Si
a los ricos les va bien, a Gorgonia le irá bien y al Gobierno, mejor”, aseguró.
También se tomaron medidas para favorecer fiscalmente a las regiones más ricas.
Había que aumentar las diferencias. Eso de la igualdad era algo muy antiguo.
Los ricos estarían de acuerdo con Epigenio por puro balance económico a su
favor y los pobres dependerían más de él y de sus ayudas, así que todos
contentos. Se trataba de hacer pedagogía, “vender su moto” y tranquilizar al
personal. El mensaje era que todo iría bien. Que Epigenio y su gobierno lo
tenían todo controlado y trabajaban por el bien común.
En el panorama
internacional las cosas comenzaron a complicarse desde que unos científicos,
por azar, encontraron el método de producir algodón radiactivo. En unos
laboratorios de Benirak, Occidente Medio, se irradiaron semillas de Gossypium
lo cual alteró su ADN a pesar de estar protegido en el núcleo de la fibra de
algodón. El algodón es celulosa pura, un biopolímero compuesto por moléculas de
glucosa en forma de motas blancas de tejido suave, esponjoso y permeable al
aire. Es un gran absorbente de humedad. Estas semillas sembradas, estimuladas
por la radiactividad natural y un proceso algo extraño del que no se conocían
bien sus mecanismos, daban paso a unas plantas que emitían partículas alfa,
beta y gamma y el algodón se transmutaba en una especie de uralgodonio, celulosa radiactiva, en dos palabras. Fotones y
neutrinos solares actuaban como aceleradores del proceso emisor. La oscuridad
nocturna ralentizaba la emisión aunque se hacían visibles unos diminutos
destellos de luz solo captados por sensores TERA- CMOS de última generación.
Este
descubrimiento polarizó parte del mundo hasta alcanzar niveles insospechados.
El algodón radiactivo era un nuevo material con aplicaciones, previsiblemente,
de gran interés estratégico y comercial. Un tejido usado como arma era una
revolución total y un colosal negocio. La TIA, agencia de información de los
Estados Fundidos de América se puso manos a la obra: ese invento tenía que ser
controlado y explotado por ellos.
Las campañas
de intoxicación contra el gobierno de Benirak comenzaron de la peor manera
posible: por medio mundo se empezó a decir que Benirak con ese algodón
radiactivo estaba construyendo armas secretas de destrucción masiva y su
presidente Hansjuan Juselim era un
depravado dictador asesino y enemigo del pueblo benirakí. Hasta entonces los
Estados Fundidos de América y Benirak habían sido cómplices en multitud de
escenarios internacionales pero la negativa de su presidente a compartir el
descubrimiento con las Sociedades Científicas privadas de EE.FF. marcaron un
antes y un después.
El camino
estaba trazado y unos extraños manifestantes asaltaron la embajada de los
Molten States of América. El personal
diplomático pudo escapar por los pelos pero el edificio fue totalmente
destruido a causa de una oportuna cerilla y unos cuantos bidones de gasolina.
Los agresores hicieron todas sus necesidades en las banderas que encontraron y
en las fotografías del presidente americano. Las campañas anti Hansjuan
arreciaron. A las armas de destrucción masiva les unieron arsenales de armas
cuántico-químicas y virubacteriológicas capaces de destruir a toda la
humanidad. Las fotos realizadas por agudísimos satélites espía no admitían
dudas de ningún tipo. Misiles intercontinentales facilitados por Sursia,
cargados de gases cardiopáticos, peligrosísimas bacterias y gigavirus supercontagiosos apuntaban a todas las
capitales de la OTRANP, Organización Transparente para la Paz. Hubo algunos
intentos de diálogo pero todos ellos fueron abortados por los Estados Fundidos,
que se erigieron en el Gendarme Mayor del mundo. La invasión del país se hizo
desde países amigos y desde el mar por medio de enormes portaaviones
gravitantes. Miles de drones dirigidos por satélites oscurecieron el sol. La
misión fue directamente a por el presidente Hansjuan, sus cuatro ministros
fieles y unos pocos miles de soldados bien pertrechados que lo protegían. En
tres días el país quedó en manos de una élite de nativos, marionetas y amigos
de los invasores. Al pueblo le vendieron aires de libertad, de progreso y de
bienestar. Todo iba a cambiar para mejor.
A Epigenio
le faltó tiempo para ponerse del lado de los ganadores. Ya previamente había
enviado un viejo barco hospital para atender a las posibles víctimas de
población civil, alimentos liofilizados, medicinas caducadas, ropas de
mercadillos y algunas ambulancias escacharradas en desuso. También llegaron a
Benirak 3.000 policías para formar a nuevos miembros de la Policía Democrática
benirakí y varios miles de latas de aceitunas procedentes de fábricas amigas
junto a un par de barcos llenitos de naranjas. Eso le valió una foto dedicada
del presidente de EFA, que exhibía como una joya en su despacho de gobierno, y
el rechazo de toda Gorgonia por haberse prestado a colaborar en una guerra
entre un águila imperial frente a un mosquito mareado.
En medio de
tanto fervor guerrero se anunció la boda de su hijo, la cual impregnó el
ambiente de cierto olor a podrido. El escandalazo resultó mayúsculo. Fue la
típica boda de un nuevo rico con poder. La ceremonia se celebró en la iglesia
del Monasterio de la Santa Pena porque la esposa de Epigenio, Jardala, era
sobrina del jardinero que se ocupaba del mantenimiento de todos sus patios en
aquella época. Aquello permitió inyectar algunos peseuros en los jardines y
recuperar tres especies de setas en peligro de extinción, solo producidas en
aquel monasterio.
A la boda de
su hijo, Adán –lo había llamado así por ser el primero- se invitó, como
corresponde, a toda la familia, cercana y lejana, pero Epigenio, como hombre
público tuvo que atender cientos de compromisos. Para él la boda de su
primogénito formaba parte de su campaña electoral. Invitó a gente pop, gente
in, gente guay y sobre todo, invitó a gente rica. Las pamelas, los modelitos de
cachemir, seda de oro o shattoosh de famosos modistos fueron los predominantes
en las señoras. Los hombres todos de frac con zapatos brillantes igual que el
jaspe negro. De entrada los invitados no cabían en la pequeña capilla del
monasterio por lo que hubo que habilitar pantallas gigantes en el Claustro de
las Columnas Invisibles y en la Huerta de los pimientos atomatados, genuina
especie conseguida por los monjes siguiendo las instrucciones de un manuscrito
medieval. Hubo un orden preestablecido de importancia que los asistentes
tuvieron a la fuerza que respetar: capilla, claustro y huerta. Cada silla era
especial e iba pareja con el nombre asignado. Como curiosidad, Epigenio estaba
orgulloso de haber pagado, a precio de oro, que no hubiera dos sillas iguales. Ni
una persona estaría fuera de su sitio. Su hijo se merecía lo mejor y, desde
luego, lo más extravagante. Comenzada la ceremonia se activaría un enorme campo
antigravitatorio que haría levitar, según su peso, a todos los invitados que
estuvieran sentados. Asistir a aquella boda sería una experiencia única.
La boda se
agendó por la mañana. El convite se celebró por la tarde noche pues todos,
incluidos los novios, necesitaban cambiarse de indumentaria. Además entre el
monasterio y el lugar reservado para comer había más de cincuenta kilómetros.
Una empresa de seguridad se encargaría de mantener el orden y de controlar a
los paparazzi más rebeldes. También de los móviles de los invitados. Se avisó
de que ningún invitado podría pasar con su móvil al catering. A todos se les
daría móviles de cartón sometidos a un potente perturbador de frecuencias para
impedir llamadas y fotografías al exterior, por si a alguien se le ocurría atravesar
lo permitido. Al terminar la ceremonia deberían de entregarlos para recuperar
el suyo. A los dos meses, una vez publicados y cobrados los reportajes
acordados, podrían pasar a recogerlos. Dos empresas asesoras de imagen personal
ligadas a televisiones privadas tenían la exclusiva de todas las imágenes: una
de la ceremonia religiosa, otra del catering. Los novios habían vendido su boda
en dos paquetes para obtener mayores beneficios. En el catering todos deberían
llevar vestidos fosforescentes pues era una comida a la luz de la luna. Los
novios viajarían esa misma noche al espacio. Un enorme globo con los colores de
la bandera de Gorgonia los trasladaría a un helicóptero blanco en forma de
paloma. De allí pasarían a una base militar donde un super avión alquilado en
los Estados Fundidos de América –casi una nave espacial- los pondría en órbita
semigravitacional. Estarían dando vueltas toda la noche gorgonesa alrededor de
la Tierra. Una experiencia galáctica para recién casados.
Todo resultó
novedoso y bien pero periodistas especializados en investigación tuvieron un
chivatazo de que todos los gastos de la boda habían sido pagados por dos o tres
empresas que habían obtenido sabrosos contratos públicos dados por el gobierno.
Siempre la misma cosa: el gobierno concedía ayudas, subvenciones y contratos de
servicios públicos y las empresas pagaban en especie: bodas, bautizos,
comuniones, viajes, gastos de publicidad del partido en campañas electorales,
alquiler de locales o sastres de Paris o Nueva York. A veces estas operaciones
se realizaban por medio de testaferros o empresas deslocalizadas en paraísos
fiscales. Siempre la misma cosa. El lujo en la boda del hijo de Epigenio fue
excesivo, un derroche, un despilfarro, una ostentación pagada con dinero
manchado. Al dinero de festejos no se le pudo seguir la pista demasiado bien,
pero a Epigenio le crecieron los enanos –con todo el respeto para ellos- y la
caja B del partido fue denunciada por un vengativo tesorero venido a menos que
anotó hasta los cinco euros de un café que un día se tomó el presidente a cargo
del partido. Todos los altos cargos del gobierno epigénico recibían
sobresueldos en sobres con dinero en metálico. La mayor parte de este dinero
provenía de grandes empresas: compañías aéreas, venta de armas a terceros
países, grandes operadores de turismo, implicados en energías renovables,
constructoras de puertos, aeropuertos, autovías y nuevas tecnologías del
ferrocarril, etc…. Rodaron algunas cabezas del partido pero la cosa se paró al
llegar a cierto nivel. Los nombres camuflados de los más altos cargos y la
prudencia y lealtad de los cargos intermedios fue una barrera infranqueable
para la justicia que siempre tiene que demostrar, probar, hacer evidente la
culpabilidad sin sombras de ningún tipo. El partido quedó manchado y la imagen
de los líderes, nacionales y regionales, se deterioró. Personas y partido
perdieron credibilidad. Epigenio se fue acercando a un Epi decadente.
Epigenio fue
perdiendo apoyos, incluso dentro de su propio partido, y llegó un momento en el
que tuvo que pactar con las FUERZAS NEFASTAS, un conglomerado de partidos
minoritarios ajenos al bien común que ansiaban ser privilegiados. Les
horrorizaba la igualdad. Estaban allí por garrafales fallos de la ley electoral
consentidos por la generosidad de los demás territorios de la nación.
Disfrutaban de más representación de la que realmente deberían ostentar.
Acorralado, Epigenio se aferró al poder y empezó a conceder a los NEFASTOS
competencias importantes del Estado. Lo que
dijo que nunca haría lo comenzó a hacer: vendía Trozos de Estado a cambio de
apoyos puntuales de las ambiciosas, perversas y siniestras fuerzas que solo pretendían
alimentar su ego y aumentar su poder. La antisolidaridad se apoderó de todos
ellos. Epigenio perdió la vergüenza, la ética, la estética y todo lo que tenía
que perder a cambio de permanecer en el Palacio Presidencial de San Suplicio
Gozoso. Se convirtió en un sinvergüenza integral junto con sus ministros,
asesores, legión de enchufados, amigos, militantes y simpatizantes en primer
grado. Epigenio llegó a no poder asomarse a la puerta de la calle. En los actos
públicos le tiraban medusas, enjambres de ciempiés y excrementos de oveja. Le
llamaban de todo. Por consejo de los suyos acudía a los medios amigos para que
le hicieran entrevistas masajes. La prensa escrita afín le publicaba reportajes
fakes que nunca lograron ni un miserable lavado de cara ante el tamaño de sus
fechorías políticas. Sus malos hechos hablaban por él. Llegó a entrevistar él a
sus propios ministros y colaboradores en una serie que llamaron “El genio de
Epigenio”, pero nada logró mejorar su imagen. Solamente su corte de babosos lo
adulaban y lo protegían porque su pan dependía de ÉL. Su personaje político
–todo en él era puro teatro- se asoció a un maltrecho felpudo que todo el mundo
pisaba a su manera. Hasta sus más allegados. Era un cadáver político. Un ocupa
del poder al que todos sacaban favores, dinero o privilegios. Eso lo mantenía
en el sillón.
Llamó a la
crispación. Y volvió la crispación como elemento cotidiano. Nos conviene
crispar, decía Epigenio sin rubor en sus medios amigos. O conmigo o contra mí.
Los malos y los buenos. La verdad contra la mentira. Los blancos y los negros,
etc, etc……La separación, el continuo recuerdo a la guerra incivil, la división,
el “y tú más”, el importa quién lo diga y no lo que se diga, los despropósitos,
la envidia nacional, …, ya se sabe “a mar revuelta, ganancias de pescadores”
“cuanto peor, mejor”, etc, etc.
El asunto de
utilizar a la Policía Ciudadana para investigar a gente de su propio partido y
de la oposición le reventó los esquemas en una sesión parlamentaria. Era tal su
ambición por el poder que desconfiaba de sus colaboradores más próximos. Las
alcantarillas del Estado por donde circulaba demasiada agua turbia, hartas de
tantas mentiras, soberbia y ambición –y un desafortunado no a una subida de
sueldos-destaparon los depósitos de mierda y vapores purulentos con escritos
firmados por Epigenio en los que ordenaba indagar en la vida privada de dos de
sus ministros y en varios líderes de la oposición, así como empresarios,
directores bancos y de periódicos. Aquello fue un misil certero a su estado de
ánimo. Acorralado, enfurecido y en trance de una fuerte depresión convocó
elecciones generales argumentando problemas de salud.
Durante las
semanas de campaña electoral, un grupo de periodistas críticos a Epigenio, con
gran olfato político, agrupados bajo el slogan de “LA LUZ: Aquí y ahora”, dieron publicidad, todos los días, por
tierra, mar y aire el siguiente artículo que, por su interés y trascendencia,
reproducimos íntegramente:
¿Crisis? ¿Progreso?
¿Locura? ¿Realidad? “A la luz de la luz:
aquí y ahora”
Entendemos que vivir es un mix de
conocimientos, desdicha, felicidad, súplicas, trabajo, preocupaciones,
sentimientos, viajes, política, salud, experiencias, contradicciones, lo malo,
lo bueno, etc. La mezcla es la esencia de lo cotidiano y a veces nos resulta
difícil identificar lo fundamental porque, normalmente, se nos muestra
contaminado y lo importante se confunde con lo urgente. Todo aparece formando
parte de todo. Las conexiones dominan los espacios. Si son interesadas más.
Mientras, las mentiras forman parte de cualquier verdad, lo blanco se combina
con lo negro y las sombras se confunden con la luz tejiendo zonas de penumbra.
Lo que, con toda claridad, es bueno para la Naturaleza y para la vida, por intereses
de unos pocos, se convierte en un problema a la hora de intentar solventar las dificultades
sociales o políticas. Ante la concentración de opiniones, ambiciones y
desinformaciones, estos escenarios cristalizan en ilusiones mentales
difuminadas, en desvanecidas nubes sin perfiles: existen pero nos resulta muy
difícil interpretarlos y llegan momentos en los que ¡Ya no sabes a quién creer
ni lo que creer! Lo sencillamente complejo ha sido sustituido por lo complicado
de la sencillez. La perversa simplificación se vende para explicar lo
complicado. Entendemos que tanta tergiversación, tanto retorcimiento, intenta
que no lleguemos a comprender, y en ese maremagnun de falsedades no encontremos
elementos de juicio claros para pensar por nosotros mismos. Casi todos nos
mienten. Son unos embaucadores que pretenden que aceptemos sus mentiras como
nuestra verdad, y sobre todo que seamos obedientes y sigamos sus consignas.
Todos trabajan para convencernos, no de su bondad sino de la maldad del otro.
La política ha pasado de ser el arte de lo posible al arte de la mentira marketinizada.
A nuestro entender esto explicaría el éxito de los horribles populismos:
mensajes directos al corazón o al estómago, concretos y políticamente correctos.
La ciudadanía así siente experiencias, lo que en el fondo es más de lo mismo o
incluso peor. Entienden una falsa verdad que sienten pero no son capaces de
defenderla con argumentos. Política y pasión son malos compañeros de viaje.
Armas
tradicionales son y han sido: El poder, lo pícaro, lo válido, el implacable
tesón, lo práctico, el brillo, la confusión, lo útil, nuestros peseuros, lo
manejable, las imposibles promesas, lo reutilizable, la vivienda necesaria, las
trampas, la agresividad disfrazada de pacifismo, el pisotón, la discriminación,
el bofetón, la exagerada adjetivación, la envidia, el engaño, la intolerancia,
el enfrentamiento, la frialdad, el sentimentalismo, el futuro bienestar, la
insensibilidad, el avasallamiento, el aislamiento, la soberbia, el quítate tú
que me pongo yo, el engreimiento, lo vacío, la imagen, el marketing, la
psicología social, los terabig – data, el doble rasero, la falta de compromiso,
la falsa solidaridad, el falso tusproblemassonmisproblemas, la tergiversación,
el puro interés, el chantaje, el ocultamiento, el insulto vestido de alabanza,
etc.
Resultaría
difícil, muy difícil, establecer una priorización y mucho menos una
clarificación de estos componentes en una situación cotidiana o ante un
problema social. Se encargan de que esto sea imposible. Pero es terriblemente
fácil darse cuenta de que lo que nos rodea contiene significativos porcentajes
de todo lo anterior. Siempre lo hubo en el mundo. Siempre existió. Pero hoy parece
estar más presente que nunca. Así nos hablan de: Tigres disfrazados de payasos
que inauguran cementerios. Reuniones de focas ordenadas y sentadas que se dan
la palabra cuando el semáforo se pone verde. Fábrica de ideas enlatadas con
precinto de garantía y con fecha de caducidad. Iglesias llenas de pájaros
sentados con botellas de butano amarradas a la espalda. Cuerpos acostados en
catres sin somier y sin colchón, sólo con sábanas. Pensamiento único. Escuelas
llenas de paja esperando que lleguen los burros. Farmacias que venden menús de
cócteles venenosos. Barcos con patas de avestruz que sustituyen al metro y al
centímetro. Bolígrafos en estado de catalepsia. Uñas que crecen hacia dentro.
Ballenas que incendian montes. Partidos de fútbol jugados entre serpientes con
pelotas de granito… ¡No os preocupéis, todo va bien, todo es normal¡
Elefantes
que caminan por los hilos del teléfono llevando cada uno una palabra.
Enamorados condenados a desenamorarse por tribunales de águilas. Latas de
comida para el 3.500 donde los conservantes totalizan el 95 % de su contenido.
Inútiles que legislan, gobiernan y dicen todo lo que se les ocurre a través de
una cebolla cableada. Robots vestidos con corbatas y papel higiénico haciendo
el amor a un bidón de gasolina. Traficantes de droga repartiendo cuadros de Picasso
y Goya entre buitres con pajarita y frac. Arquitectos que construyen
hormigueros y panales para abejas de plástico. Presidentes y ministros
vendiendo hamburguesas metálicas caramelizadas. Guitarras que tocan solas
cuando se les sopla por una clavija. Manzano repleto de jeringas colgantes.
Palabras sin letras. Cielo sólido. Políticos reptiles que quieren escribir la
Historia.
No
os preocupéis, todo va bien. Todo es normal. El tiempo camina a nuestro favor.
Hospitales
convertidos en supermercados de enfermedades, banqueros transformados en hortelanos
ladrones que trafican con miles y miles de patatas en metálico, periódicos con
hojas de cemento, luz oscura, sol frio, nieve negra. Mares como sepulcros
líquidos, ministros terroristas, llaves de azúcar. Granjas de tijeras medianas
y pequeñas que hablan solo en inglés. Mesas sin patas. Ojos sin cara. No
temáis. Todo va bien. Todo es normal. El tiempo avanza a nuestro favor. No hay
problema. Estamos trabajando. Lo tenemos todo controlado. No pienses, vive la
vida. Yo me ocupo.
Epigenio
montó el circo electoral y le crecieron los enanos, con el mayor respeto para
estas personas. Lo que le parecía imposible sucedió: perdió las elecciones
porque consideró que el pueblo era un perfecto idiota que podría dominar a su
antojo. Por fortuna la gente aprecia y diferencia la verdad de la mentira. Su
comportamiento como gobernante fue el de un capullo integral, un genuino e imbécil matón del tres al cuarto. Y tuvo que dar paso a Diamantina.