Cada día me gusta menos esta Navidad. Cuando a mitad de
noviembre se empiezan a ver anuncios de colonias con bolas, pinos o papasnoel se encienden en mi interior lámparas
de color gris. Una nube de melancolía envuelve los días y muchos recuerdos del
pasado se tiñen de una característica tristeza que sólo el escenario de la
Navidad puede conseguir.

A la tele se le unen unos escaparates más luminosos de lo
normal. Sus contenidos anuncian de forma inequívoca que una gran fiesta
se acerca. Fachadas de grandes almacenes, tiendas y supermercados, calles y algún
espacio simbólico de la ciudad se llenan de lucecitas formando extrañas figuras
difíciles de descifrar. Se trata de no ofender los sentimientos de las personas
que no son religiosas…….dicen. De ahí el actual diseño de una especie de
símbolos laicos que anuncien la Navidad sin recordar la religión. Esta sociedad
desnaturaliza casi todo y así podemos encontrar café descafeinado, caramelos
sin azúcar o un simulado viaje a Nueva York sin moverte de tu casa. ¡Estamos
inventando la navidad sin Navidad! ¡ Como será que hasta los Bancos la celebran
ofreciendo posibilidades extras para enriquecerse más!. La realidad se está llenando
de virtualidades……….hasta que llega una enfermedad o una muerte. Estoy
convencido de que una desgracia a veces no lo es tanto porque nos despierta de
ese letargo, de esa hibernación mental y vital al que intentan someternos
instituciones y personas que nos lo dan todo hecho: ¡No pienses, yo lo hago por
ti! ó ¡ Comprar es una forma de existir!.
En Navidad se recogen no sé cuántos miles de kilos más de
alimentos para los necesitados. Una solidaridad sentimental, a veces culpable, se
manifiesta en forma de productos pero no tanto de ratos y mesas compartidas. Es
como si la gente necesitada tuviera más hambre en estas fechas que en los meses
de marzo o septiembre y sólo necesitaran comer. Sé que hay mucha gente generosa
que da todo el año. Lo que no entiendo es esa acumulación en estas fechas, esas
montañas de alimentos que, con frecuencia, hasta los necesitados despilfarran.

La navidad la hemos convertido en una feria y
sinceramente, no me gusta. Atracciones de feria de todo tipo inundan las
ciudades por varios puntos, se come y se bebe como nunca hasta tal punto que
encontrar un restaurante se convierte en un reto casi imposible, se vende lo
invendible gracias a singulares campañas de marketing, los regalos nos invaden
como tsunamis de objetos que a veces no sabes cuándo los vas a usar ni dónde los
vas a poner, …….hasta la alegría parece hueca y virtual. En el ambiente se
palpa una compulsiva necesidad de pasarlo bien casi por obligación. Como toda feria
no podían faltar las canciones, los vestidos y las comidas que todos aceptamos
como un hecho cultural, claro.
El tráfico se torna insoportable, las calles se llenan de
gente, los viajes y las maletas se convierten en partes esenciales del
escenario, todo el mundo tiene prisa y los deseos puntuales de felicidad, paz y
amor se intercambian por millones. Antes los Christmas aseguraban que alguien había pensado en ti el ratito de
escribirlos y algo más: texto, dirección, sello, echar la carta…..Ahora los
emails y los whatsapps dan la vuelta al mundo en décimas de segundo y lo peor de
todo es que puedes recibir el mismo que tú enviaste debido a los continuos reenvíos.
¡ un fiasco total!.
Reconozco que este modelo de Navidad me altera demasiado
porque me produce cierto vértigo e intranquilidad. Demasiada tienda, demasiado
comercio, demasiado movimiento.
Además la Navidad es la fiesta de las grandes ausencias y de los grandes huecos. Se nota mucho la ausencia de los que queriendo estar no vinieron y los tremendos vacíos de los que se fueron para siempre.
Es difícil prescindir de los elementos religiosos de estas
fiestas. También me resulta muy complicado aislar sus aspectos folklóricos,
comerciales y culturales. Pero disminuiría en lo posible – allá cada cual -
esas facetas para quedarme con una Navidad más tranquila, más cercana, más
solidaria, más humana, más sencilla, más empática, más natural, más pacífica,
más de amistad y de familia. Creo que el compartir es una de las mejores capacidades
que podemos aprender en Navidad para desarrollarla el resto del año.
Parece que el sentido “original” de la fiesta de la
Navidad empezó a perderse hace siglos. Porque tal sentido no era la
conmemoración del nacimiento de Cristo, sino la promesa del retorno del Sol,
algo que los europeos celebraban muchos siglos antes de que el cristianismo se
convirtiera en Religión mucha gente. Me da igual que la Navidad tuviera origen
pagano y que la Religión Cristiana le diera otro significado. Cada cual trata de
encontrar el suyo y el mío tiene que ver con compartir, con la familia y con el
Niño Jesús al fondo.
Antonio Machín, Maestro de maestros, sintió la Navidad de
un modo especial, su modo, interpretando esta canción.
Campanitas que vais repicando, Navidad vais alegres cantando
y a mi llegan los dulces recuerdos del hogar bendito
donde me crie,
aquella viejita que tanto adoré, mi madre del alma que no
olvidaré…..
Navidad que con dulce cantar celebran las almas que saben
AMAR,
Ay que triste es andar en la vida, por senda perdida lejos del hogar,
sin oir una voz cariñosa que diga amorosa, llegó NAVIDAD.
Navidad, una fiesta para compartir contigo