21 de enero 2014
Hace un par de días llegué con la familia a un bar que nosotros denominamos "standard". Quiero decir, exactamente, ese tipo de establecimiento que tiene la misma decoración, las mismas tapas, las mismas sillas, los mismos uniformes de los trabajadores, el mismo funcionamiento que otras pocas decenas de bares repartidos por el país y - en ocasiones - por el mundo. Un camarero con el logo del establecimiento en el delantal pasaba deprisa por nuestra mesa una y otra vez sin dirigirnos ni la mirada ni la palabra. Después de unos minutos descubrimos unos papeles para escribir y un bolígrafo con tinta roja. Dos cervezas y un valgas (tinto con gaseosa). Un montadito de jamón, otro de atún y un tercero de anchoas con tomate natural. En la carta ponía que las anchoas iban con pimiento, pero por intolerancia al mismo solicitamos el cambio.
Con mi escrito muy clarito - te esmeras para evitar confusiones - me levanto y voy a la barra. Dejo el escrito a una chica joven que rápidamente me dice: ¡ Dígamelo de palabra!. Aclaro que lo tengo escrito. Insiste, dígamelo. Pido la bebida......el valgas no se lo puedo poner porque no tenemos vino tinto. Vuelvo a la mesa y consulto......al final pido tres cervezas. No hay tinto. Los montaditos van bien pero al llegar el cambio del pimiento por el tomate me dice que eso es imposible. Se sirve lo que hay en la lista de tapas. Como excepción me dice que si la cocinera quiere podrá quitarle el pimiento a las anchoas, pero que de sustituir el pimiento por tomate natural nada de nada. En vez de irnos, pongo cara de sorpresa pero al final asiento. Al momento oigo: ¡ Son seis euros!. Pago , recojo las cervezas y oigo: ¡Cuando oiga su nombre por los altavoces se levanta y puede recoger los montaditos!. Llevo las cervezas y charlamos sobre la escasísima delicadeza del local y de su gente. Durante veinte minutos esperamos los montaditos solicitados. Nada. Las cervezas se terminaron y las tapitas no llegan. Al comprobar que clientes que llegaron después de nosotros tienen sus buenas tapas, me levanto y con el imprescindible ticket pregunto por los montaditos. Casualmente acaban de salir de la cocina, aquí tiene. Recojo los tres panecillos tibios y con escaso material en medio. Definitivamente a las anchoas le quitaron el pimiento y no les pusieron tomate. Nos comemos los bocadillitos y salimos a la calle a recuperar algo del ánimo que tanta desconsideración conlleva. Prometemos firmemente no volver. Autoservicio, papel y boli para acabar dictando el pedido, no tienen tinto, no pueden cambiar un pimiento por un tomate, espera de 20 minutos para tres montaditos con escasa zona media, tono seco y distante de la gente de la barra, ambiente frio en el interior e igual a todas las "sucursales".......vamos que no vuelvo.
Parece que cierto conformismo se está arraigado en la sociedad y a los ciudadanos nos llevan por donde algunos quieren. Creo que merece la pena reflexionar y aunar esfuerzos en protestas y reclamaciones. Hay que ganarle la partida a los listos que nos hacen trabajar en su beneficio y encima nos dan servicios de mala calidad. Tenemos que aprender a decir no.
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