miércoles, 18 de febrero de 2015

La naturalidad de la imperfección....¡¡¡yupiiiii!!!

24 de enero 2015


Las personas tenemos, en general, unos deseos continuos de mejora. Nos gusta hacer mejor las comidas, pintar mejor, tener mejores resultados en los estudios o ser mejores profesionales. Estos deseos pueden convertirse en una verdadera carga pues generan un camino de perfección que nos hacen puntillosos, quisquillosos e indecisos. Casi nunca se ve el final pues siempre falta algo.

 La belleza de un paisaje natural, una escultura de Miguel Angel, un edificio de Norman Foster o de Frank Gehry, una pintura de Velázquez o Picasso puede llegar a ser casi perfecta. El caso es que la perfección es una propiedad de las máquinas, objetos o Naturaleza, pero nunca deberíamos de utilizar ese calificativo para las personas.

Las personas nacemos y desde ese mismo instante es muy probable  tener algún defecto o problema físico o psíquico. Vivir en medio de personas imperfectas nos hace codearnos con defectos y debilidades que asumimos como propios. También es cierto que en otro orden de cosas aprendemos a hacerlas muy bien. Lo normal es incorporar aprendizajes positivos: leer, convivir en familia, trabajar, respeto por los espacios públicos, reflexionar, aprender a viajar, cuidar la amistad, mente abierta a innovaciones etc. Al mismo tiempo también se aprenden otros modos no tan positivos: se aprende a mentir, a intimidar, a insultar, a maldecir, a engañar, a fastidiar etc…
No voy a defender aquí comportamientos que hagan daño a personas o a instituciones. Tampoco está bien ser pasivo ante imperfecciones. La intención de estas líneas es que no debemos obsesionarnos con las cosas supermegabienhechas. Ese afán por nuestra visión de la perfección nos hará chocar con multitud de personas, nos privará de ver otras realidades, nos aislará de nuestro entorno y creará un tremendo espacio de incertidumbre ante cosas o situaciones que están bastante bien. Es conocida la costumbre de algunos clientes que en hoteles limpísimos, no paran hasta encontrar un pelo en una toalla o en el fondo de un rincón. Esto es suficiente para decir que el hotel no estaba demasiado limpio.

La perfección puede ser motor de vida o nos puede paralizar. Así para un atleta muy competitivo le hará llevar una vida y unos entrenamientos duros y a veces casi inhumanos. Estas ansias de perfección desembocan en muchos casos en el diván de un psiquiatra o en el gabinete de un psicólogo porque, sin apoyo de otra persona del exterior, resulta imposible mantener unas condiciones de vida tan exigentes. Para un pintor o un escritor la perfección puede llevarles a no terminar nunca un cuadro o una novela. Eternas revisiones harán corregir y repasar lo muy bueno para intentar convertirlo en una obra única, universal e imperecedera. Por otra parte, hay algo más horroroso que una perfecta película de Hollywood?. Todo medido, todo calculado, ellas estupendas, ellos unos morenazos con los ojos claros, la casa perfecta, los suegros perfectos, la felicidad del perro y del coche 10…..¡ Menuda mentira!

Cosas que, para mucha gente, no tienen la menor importancia. Exageradas normas  en el puesto de trabajo, de limpieza, de orden, de horarios, de higiene, de dieta, de vestimenta o de cuidado del propio cuerpo puede convertir a una persona en una caricatura de sí misma. Si no se tiene cuidado estas personas pueden terminar siendo unos inadaptados sociales con un tremendo grado de frustración al comprobar que su mundo no se ve reflejado en la realidad que viven. En ese sentido intentan modificar los comportamientos de las personas de sus entornos. Así ganan seguridad.

Muchos hijos se distancian de sus padres por las tremendas exigencias a las que los sometemos. También los hacemos inseguros y “algo escondidos” por temor a reprimendas y correcciones de todo tipo…..siempre claro, en aras de la perfección.

Por todo esto es importante una sólida educación en el respeto, en el compartir, en la diversidad, en la solidaridad, en escuchar otras opiniones, en pensar que no hay una verdad sino que esta se compone de trocitos de verdades de otras personas. Es importante plantear soluciones diferentes para un mismo problema. Es importante saber  relativizar. Tenemos que admitir que nuestro país, nuestro idioma y nuestras tradiciones pueden ser tan bonitos y tan interesantes como las de cualquier otro lugar del mundo. No podemos olvidar que la Tierra, nuestro planeta, pasó de ser el lugar a ser un lugar entre miles de millones.

Para nada defiendo quedarnos estancados en nuestras debilidades y mantener nuestras imperfecciones. Debemos intentar superarnos y dar lo mejor de nosotros mismos, pero sin caer en la obsesión de la persona 10, de la obra 10, del profesional 10. Somos personas y debemos progresar como tales. Nuestra humanidad, nuestra ternura y nuestros sentimientos – todos imperfectos - están por encima de cualquier perfección.

Ana Manso recuerda que la perfección mata y el humor resucita a la persona.

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