24 de enero 2015

La belleza de un paisaje natural, una escultura de Miguel Angel, un edificio de Norman Foster o de Frank Gehry, una pintura de Velázquez o Picasso puede llegar a ser casi perfecta. El caso es que la perfección es una propiedad de las máquinas, objetos o Naturaleza, pero nunca deberíamos de utilizar ese calificativo para las personas.
Las personas nacemos y desde ese mismo instante es muy probable tener algún defecto o problema físico o psíquico. Vivir en medio de personas imperfectas nos hace codearnos con defectos y debilidades que asumimos como propios. También es cierto que en otro orden de cosas aprendemos a hacerlas muy bien. Lo normal es incorporar aprendizajes positivos: leer, convivir en familia, trabajar, respeto por los espacios públicos, reflexionar, aprender a viajar, cuidar la amistad, mente abierta a innovaciones etc. Al mismo tiempo también se aprenden otros modos no tan positivos: se aprende a mentir, a intimidar, a insultar, a maldecir, a engañar, a fastidiar etc…
No voy a defender aquí comportamientos que hagan daño a personas o a instituciones. Tampoco está bien ser pasivo ante imperfecciones. La intención de estas líneas es que no debemos obsesionarnos con las cosas supermegabienhechas. Ese afán por nuestra visión de la perfección nos hará chocar con multitud de personas, nos privará de ver otras realidades, nos aislará de nuestro entorno y creará un tremendo espacio de incertidumbre ante cosas o situaciones que están bastante bien. Es conocida la costumbre de algunos clientes que en hoteles limpísimos, no paran hasta encontrar un pelo en una toalla o en el fondo de un rincón. Esto es suficiente para decir que el hotel no estaba demasiado limpio.

Cosas que, para mucha gente, no tienen la menor importancia. Exageradas normas en el puesto de trabajo, de limpieza, de orden, de horarios, de higiene, de dieta, de vestimenta o de cuidado del propio cuerpo puede convertir a una persona en una caricatura de sí misma. Si no se tiene cuidado estas personas pueden terminar siendo unos inadaptados sociales con un tremendo grado de frustración al comprobar que su mundo no se ve reflejado en la realidad que viven. En ese sentido intentan modificar los comportamientos de las personas de sus entornos. Así ganan seguridad.
Muchos hijos se distancian de sus padres por las tremendas exigencias a las que los sometemos. También los hacemos inseguros y “algo escondidos” por temor a reprimendas y correcciones de todo tipo…..siempre claro, en aras de la perfección.
Por todo esto es importante una sólida educación en el respeto, en el compartir, en la diversidad, en la solidaridad, en escuchar otras opiniones, en pensar que no hay una verdad sino que esta se compone de trocitos de verdades de otras personas. Es importante plantear soluciones diferentes para un mismo problema. Es importante saber relativizar. Tenemos que admitir que nuestro país, nuestro idioma y nuestras tradiciones pueden ser tan bonitos y tan interesantes como las de cualquier otro lugar del mundo. No podemos olvidar que la Tierra, nuestro planeta, pasó de ser el lugar a ser un lugar entre miles de millones.

Ana Manso recuerda que la perfección mata y el humor resucita a la persona.
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