martes, 24 de febrero de 2015

Georgianas


Todo empezó con la enfermedad de mi madre. Le diagnosticaron Alzheimer, suave, pero Alzheimer. Las circunstancias hicieron necesaria la presencia de una persona que nos ayudara en la casa y cuidara en momentos concretos a mi madre.
Tuvimos suerte. Me informaron que una religiosa tenía un banco de datos sobre personas extranjeras que buscaban trabajo. Solicité la entrevista y expliqué el perfil de cuidadora que necesitábamos. Buscábamos una persona interna, con conocimientos del español, manejo en las tareas de la casa, respetuosa con la religión y con criterio para cuidar a una persona mayor con un Alzheimer incipiente. Por nuestra parte estábamos dispuestos a facilitar el mayor grado de integración posible. La monja me sorprendió por su gran capacidad para captar situaciones ajenas y buena memoria de datos significativos en su archivo. Prometió llamarme en 48 horas y nos avisó de que – en caso de contratación – nuestra generosidad fuera limitada. ¡Tendríamos tiempo y ocasiones de ser generosos si las cosas se desarrollaban bien! . Desde el primer día debíamos tener muy claro horario, sueldo, horas libres, vacaciones, tareas a desarrollar con detalle, trato de días festivos, visitas a recibir etc. 
Al día siguiente la monja llamó. Me dio un teléfono y un nombre. Me advirtió que se retiraba del asunto porque ya no lo era de ella. Lo que acordáramos nosotros era cuenta nuestra. Como última sugerencia me dijo que fuera claro con la persona y desde el primer día le exigiera cumplir su trabajo y le dijera lo positivo y lo negativo. Nosotros tendríamos que cumplir lo acordado sin olvidar ningún punto ni ninguna coma. “Esta gente es trabajadora y honrada, pero son muy sensibles para sus cosas”. “Valoran mucho el trato recibido”.
Tuvimos varias entrevistas antes de iniciarse el trabajo. Nos decidimos por quince días de prueba y valorarlos a su término. Las cosas se desarrollaron bastante bien. No hubo problemas. Durante años tuvimos una magnífica convivencia y un trato exquisito. Por diversas razones se produjeron sustituciones temporales y otras georgianas fueron ocupando el lugar de Eteri, la primera. Cero problemas. La entrega, la honradez, la educación, el trabajo, la delicadeza y el tremendo agradecimiento de todas fueron totales y hoy día seguimos contando con la ayuda y la generosidad de toda la comunidad de georgianos que trabaja y vive en la ciudad.
Hemos recomendado a varias de estas mujeres para otras casas y jamás hemos recibido queja de nadie. Son personas que quieren y se dejan querer. Agradecidas y generosas. Ahora ya no están en casa porque mis padres fallecieron, pero nos honran con su amistad.
            Estos comentarios son para Eteri, Lía, Elena, Lela, Vartiter,.....y alguna más cuyo nombre no recuerdo. Gracias de todo corazón. Fue una suerte tropezarnos con vosotras. 

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