Marzo 2014

El caso es que salir a las calles a gritar, cantar o reclamar es sólo una forma más de mostrar nuestra lucha. En ningún caso podemos admitir la violencia como herramienta de lucha callejera. Esta manía de romper, quemar o pegarse con otros manifestantes o con la policía, poco tiene que ver con la democracia ni con actitudes cívicas. Hay gente que les gusta y les emociona dar la cara pero no les gusta ni las fotos ni las calles. Existen otros ámbitos y otras formas tan válidos como llevar una pancarta y un megáfono a lo largo de una avenida.
Una manifestación en la calle es un acto de dos o tres horas, un día concreto en un espacio concreto. A veces puede durar varios días, incluso semanas. Nada que objetar a la gente que lo hace y hacen bien en hacerlo de esa forma, pero existen otras muchas formas y muchos frentes de presentar la batalla ante una injusticia o un caso de corrupción y creo que a veces pueden resultar hasta más eficaces.
La principal fuente de soluciones es el diálogo. Dialogar hasta la saciedad. Escuchar y proponer. Debatir con respeto y sinceridad. Buscar puntos de encuentro sabiendo que nadie está en posesión de la verdad. Dialogar también es protestar.
Por otra parte es importante – por ejemplo ante casos de corrupción o de violencia doméstica – trabajar esos temas en la familia, en el trabajo, en los medios de comunicación, en internet, en los foros democráticos ( parlamento nacional y autonómico, plenos de diputaciones y ayuntamientos….), en reuniones de amigos o de familia, tertulias, asociaciones…..etc. En cualquier caso considero que la mejor forma de defender valores, actitudes o clamar contra las injusticias es la conducta y el ejemplo personal de cada día.

Creo más, me gusta más, prefiero el trabajo personal callado y diario por nobles causas. Bienvenidas sean las manifestaciones en las calles como derecho de todos…..Sólo quería recordar que hay mucha gente desconocida que lucha tanto o más que la gente que sale a las calles. No se les ve, no existen para los medios….…pero están ahí.
Rechazar o protestar en general detrás de una pancarta y acompañado de unos cientos o miles de personas es de admirar. Pero rechazar o no aprobar la conducta de un familiar, de un amigo o de un compañero de la política en concreto es más admirable todavía. El rechazo de influencias para beneficio propio sería el top de la honradez.
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